Los ojos de este fotorreportero nunca habían visto al esquivo Tocororo. El ave con la bandera impresa en el cuerpo resulta más escurridiza que la mayoría. Fue un día de esos en los que uno reúne un dinerito y decide gastarlo en esparcimiento, una vez al año o a los años no hace daño.







El destino fue Soroa, el orquideario y la piscina natural El Avioncito. Desde la llegada comencé a sentir un canto diferente, que nunca había oído. Cámara en mano, por suerte ese día andaba con todo lo que necesitaba, comencé a mirar.
¡Ahí está el tipo!