“Cayo Hueso fue el monte alto donde descansó el arca, después del diluvio”
Máximo Gómez Baez
Cayo Hueso es una isla muy pintoresca situada en el extremo suroeste de la cayería perteneciente a Florida, con agradable clima y excelente posición geográfica, su costa sur es la más cercana a La Habana. Se dice que el término «hueso» le fue dado por la cantidad de huesos encontrados en los enterramientos realizados por filibusteros y piratas. Desde el siglo XIX este peñón ha estado ligado a la historia cubana, considerado por muchos como la cuna de la libertad de Cuba por ser laboratorio de acendrado patriotismo para la emigración proveniente de la isla caribeña.
El 19 de mayo de 1850 Narciso López, quien había organizado una expedición armada contra el gobierno de España, logró desembarcar por el puerto de Cárdenas, y fue allí donde ondeó, por primera vez, la bandera cubana. El feroz contraataque de las fuerzas españolas y el poco apoyo recibido de los pobladores cardenenses le hizo reembarcarse con sus expedicionarios y dirigirse a Cayo Hueso. Los pobladores del peñón abrieron sus puertas y dieron calurosa acogida a los seguidores de López. Esta fue la primera actuación de Cayo Hueso ligada a la historia de Cuba.
Más de diez años después, a fines de 1868, comenzó el éxodo de cubanos hacia el Cayo. El 10 de octubre de ese año, en el batey del ingenio La Demajagua, Carlos Manuel de Céspedes y López del Castillo proclamó el derecho a la independencia. Comenzó entonces la persecución de los cubanos de ideas separatistas, con sus secuelas de confiscación, deportaciones a Chafarinas y Ceuta, fusilamientos y crímenes. En consecuencia, un grupo, cada vez creciente, de estos perseguidos, comenzó a emigrar rumbo a las hospitalarias playas de Cayo Hueso. Estos primeros emigrados sufrieron múltiples penurias y realizaron proezas en la búsqueda de trabajos y bienestar para sus familias.
Cayo Hueso fue escenario de un hecho que trajo como consecuencia uno de los sucesos más luctuosos en la historia de Cuba. El 31 de enero de 1870, en el Hotel Russell House, del cayo, Mateo Orozco, patriota cubano que se ganaba la vida como vendedor de pan, disparó y privó de la vida al periodista español Gonzalo Castañón y Escarano. Un año después, en Cuba, el 27 de noviembre de 1871, ocho jóvenes cubanos estudiantes de Medicina fueron fusilados, acusados injustamente de haber profanado la tumba de Castañón, en el cementerio de Espada.
En el año 1871 llegó al cayo la primera fábrica de tabacos denominada El Príncipe de Gales, su propietario fue el español Vicente Martínez Ibor; el ibérico de ideas liberales sentía amor por Cuba. Vicente se casó con una ilustre cubana y constituyó en la emigración una respetable familia que defendió las ideas libertarias de los cubanos. La llegada de esa manufactura de tabacos fue un acontecimiento para los patriotas emigrados que en ella encontraron no solo trabajo, sino también calor humano y apoyo al ideal de redención. Con el transcurso del tiempo la fábrica se convirtió en cátedra de patriotismo.
El primer cartero de Cayo Hueso se llamaba José María Reyes, un cubano procedente de Regla, y el primer teatro fue edificado por cubanos. De 1875 a 1876 fue electo Alcalde de Cayo Hueso el coronel del Ejército Libertador Carlos Manuel de Céspedes y Céspedes, hijo del Padre de la Patria, siendo el primer alcalde cubano en los Estados Unidos. Otros cubanos ilustres ocuparon responsabilidades en el cayo: el coronel Fernando Figueredo Socarrás fue superintendente de instrucción pública; Luis Felipe Ayala llegó a ser comisionado de aduanas; Alfredo Reynoso fue jefe de la policía local. Entre los concejales tenemos a Juan Busto, Delio Cobo, Marcos Mesa, Juan Carbonell Jr., Manuel Varela y José Valdés. Entre los abogados destacaron Enrique Esquinaldo Jr. y Rogelio Gómez.

La emigración del cayo a la que Martí llamó «manos fundadoras» dio muestras de cultura y respeto a la ley. Estos emigrados fundaron sociedades de recreo, escuelas, teatros, logias fraternales; organizaron instituciones musicales como la Banda de la Libertad, liderada por José González Mendoza; el club San Carlos, inaugurado el 11 de noviembre de 1871, conocido como la casa de los cubanos en el cayo, fue la máxima expresión. Estos cubanos se ganaron el afecto y el respeto del pueblo norteamericano y de sus autoridades.
Documentos atesorados en el Archivo Nacional de Cuba son testimonios de la entrega y compromiso de aquellos humildes trabajadores que pusieron los intereses de la Patria por delante de necesidades personales. Veamos solamente dos de ellos: «Entrego un peso, ganado en una apuesta, para el fondo de la Revolución», «Entrego un peso cincuenta centavos, que iba a dar a mis hijos para que fueran a los caballitos».
Destacadas fueron las actividades de las mujeres cubanas en el cayo. En el taller, en los clubes revolucionarios, en el teatro, en los bazares benéficos por la Patria, en las colectas y en los bailes, ellas dieron un noble y ejemplar testimonio de patriotismo y cooperación. En los hogares cosiendo escarapelas y cartucheras, haciendo hamacas, poniendo a sus hijos a sacar hilas para hacer vendajes que eran destinados al Cuerpo de Sanidad Militar Mambisa, organizado en los campos de Cuba.
El 17 de febrero de 1892, Martí realizó una alocución pública en Harmand Hall, Nueva York; en este discurso, conocido como «Oración de Tampa y Cayo Hueso», informó sobre sus viajes a Tampa y Cayo Hueso. Asimismo, resumió el júbilo que experimentaba ante el éxito del recorrido y la decisiva actitud de los cubanos de conquistar una Patria libre. Se refirió al abrazo de los hombres que ayer no se conocían, a la miel de ternura y arrebato místico en que se estaban derritiendo los corazones. Y defendió: «que hemos juntado a tiempo nuestras fuerzas, que en Tampa aletea el águila, y en Cayo Hueso brilla el sol, y en Nueva York da luz la nieve, y que la historia no nos ha de declarar culpables».
Acerca del autor

Dr. C. Ricardo Hodelín Tablada*
Médico e Investigador histórico. Doctor en Ciencias Médicas. Académico Titular de la Academia de Ciencias de Cuba. Neurocirujano del Hospital Provincial Clínico Quirúrgico Docente “Saturnino Lora”. Santiago de Cuba. Miembro de la Uneac, de la Unhic y de la Scjm.