Félix Lemus nos recuerda que lo vital para vivir sintiéndose seguro no es seguir la corriente, sino perseguir los impulsos de las mejores emociones. Luego de una vida aferrada al boxeo, esa pasión que le creó una sensación de belleza melancólica propia del más viril romanticismo, comprendió que ella contrastaba con la realidad más directa y funcional.


No se amilanó ante decepciones y olvidos. Orgulloso de ser un hombre de búsqueda y trabajo, de sentires que sobreviven y hacen honor a una de nuestras más profundas raíces, se embarcó en una nueva pelea.


Él es ahora un campesino, alguien que labora en busca del más honrado sustento. Uno de esos que desterró de su mente en el no me recuerdan, y se ajustó los guantes de faena para retar sin miedos al rival que hoy más le exige y aporta: la tierra.

