Glaciares moribundos, huracanes excepcionales, incendios forestales sin precedentes, sequías extenuantes y crecidas mortales dejaron una profunda huella en el tejido socioeconómico de América Latina y el Caribe en el 2024, causando estragos, incluso, mucho después de que desaparecieran como titulares de los medios de comunicación.

Tales consecuencias son el resultado de que, en el pasado año, se batieron récords en cuanto a huracanes, crecidas, sequías e incendios forestales, y el retroceso de los glaciares alcanza ya tal punto, que amenaza el abastecimiento de agua a largo plazo.
Así lo asevera un nuevo informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) titulado “Estado del clima en América Latina y el Caribe 2024”, divulgado la pasada semana, donde se ponen de relieve las graves consecuencias que ocasionan los mencionados eventos.
A continuación, citamos reveladores datos expuestos por el organismo de la ONU sobre el comportamiento de principales indicadores climáticos, como las temperaturas, sequías y precipitaciones, incendios forestales, glaciares, nivel del mar y ciclones tropicales.
La temperatura media en América Latina y el Caribe estuvo 0,90 grados centígrados (°C) por encima de la media del período 1991-2020. En función del conjunto de datos utilizado, 2024 fue el año más cálido jamás registrado en América Central y el Caribe, y el año -o el segundo año- más cálido del que se tiene constancia en México y América del Sur.
Los niveles de precipitación se vieron afectados por las condiciones características del episodio de El Niño, que imperó durante el primer semestre del año. Como ejemplo puede citarse la sequía generalizada que castigó la Amazonia y el Pantanal, donde las precipitaciones fueron entre un 30 % y un 40 % inferiores a lo normal. Más avanzado el año 2024, el río Negro, en Manaos, alcanzó un mínimo histórico, y el río Paraguay, en Asunción, registró su nivel más bajo en 60 años.
Por su parte, los incendios forestales en las regiones de la Amazonia y el Pantanal, el centro de Chile, México y Belice se vieron avivados por la sequía y por olas de calor extremas, y batieron récords en muchos países. En Chile, los fuegos causaron más de 130 víctimas mortales y se convirtieron en el peor desastre sufrido por el país desde el terremoto del año 2010.
Las inundaciones debidas a fuertes lluvias causaron en Rio Grande do Sul elevadas pérdidas económicas en el sector agrícola, y se convirtieron en el peor desastre de naturaleza climática del Brasil. Los oportunos avisos y las evacuaciones contribuyeron a mitigar las consecuencias de las inundaciones, pero aun así hubo más de 180 víctimas mortales, una prueba de que autoridades y población deben comprender mejor los riesgos de los desastres.
La velocidad a la que se derriten los glaciares tropicales multiplica por diez la tasa media mundial acumulada. Su acelerado retroceso es motivo de creciente preocupación en América del Sur, donde los glaciares son fuentes de agua cruciales para millones de personas.
Las montañas de los Andes han perdido el 25 % de su cobertura de hielo desde finales del siglo XIX. Venezuela perdió su último glaciar, el Humboldt, y junto a Eslovenia son los dos primeros países en perder todos sus glaciares; el glaciar Conejeras, (Colombia), y el Martial Sur, (Argentina), fueron declarados extintos en el 2024.

La subida del nivel del mar se está acelerando debido al calentamiento de los océanos y el deshielo de los glaciares y de los casquetes y mantos de hielo. Ello aumenta la vulnerabilidad de las comunidades costeras y las naciones insulares de baja altitud del Caribe frente a peligros como los ciclones tropicales, que se agravan por la creciente intensidad que manifiestan estos fenómenos. Prueba de esto último fue el huracán Beryl, que causó estragos en toda esta región.
Afirma la OMM que, como en años anteriores, este intrincado escenario se enrevesó aún más por causa de los elevados y crecientes precios de los alimentos, el incremento de la pobreza, la gran desigualdad de ingresos y los crecientes niveles de hambre, inestabilidad política e inseguridad sanitaria y alimentaria. Todo ello evidencia que la seguridad alimentaria de la región está sujeta a riesgos cada vez mayores.
Ante este grave y amenazante panorama, la OMM advierte que es crucial anticiparse para enfrentarlo. Y en esta dirección insta a priorizar acciones de mitigación frente al cambio climático, donde destaca el papel cada vez más importante de las energías renovables y brinda una relación de los efectos vinculados al clima desglosados por país; también recomienda fortalecer los sistemas alimentarios, lo cual incluye implementar estrategias de resiliencia agrícola.
La agencia meteorológica de las Naciones Unidas sugiere además mejorar los sistemas de alertas tempranas y las prestaciones climáticas de los Servicios Meteorológicos e Hidrológicos Nacionales, a los cuales presta apoyo para elevar sus capacidades de trabajo.
La Secretaria General de la OMM, Celeste Saulo, no pierde la esperanza ante la desoladora realidad que presenta el informe, e insta a enfrentarla con decisión: “La labor de la comunidad de la OMM y de todos nuestros asociados es más importante que nunca para encarar los retos y aprovechar las oportunidades», afirmó la alta funcionaria.
(Con información de páginas web de la OMM y Noticias ONU)