Este 30 de marzo Teófilo Stevenson vuelve al cuadrilátero de los recuerdos porque su cumpleaños nos convoca. Y otra vez su golpe es demoledor. La vida del tricampeón mundial y olímpico encierra mucho simbolismo para este pueblo, imposible de borrar por una razón muy sencilla: todos tenemos una cuota de Stevenson y viceversa.
Foto: Tomada del Facebook de Joel García
Teo, como lo conocíamos, pasó de simple tunero que tiraba golpes en un ring a la cumbre más alta del deporte cubano. Y no precisamente por obra de la suerte. A la innegable fuerza en la pegada e inteligencia en las peleas, le acompañó siempre la renuncia a cualquier compra de su más auténtico trofeo: el cariño de su gente. Su nombre abrió la senda triunfal de Cuba y de los países pequeños frente a los todopoderosos del boxeo profesional.
Pocos deportistas en el mundo pueden exhibir con orgullo las cualidades resumidas de su pueblo. Ese fue Teófilo Stevenson. Rebelde, modesto, fiel, intransigente y capaz de enseñar a sus compañeros de equipo lo más auténtico de su humildad.
Por eso vienen a la mente de muchos hoy, el abrazo con Nelson Mandela en su visita a Cuba después de medio siglo en prisión, allá por 1991. No olvidamos tampoco su amistad con Mohamed Alí, el gran súper completo del boxeo profesional estadounidense, quien renunció a combatir en Vietnam cuando tal cosa parecía herejía.
Sobre el ring Stevenson no solo convirtió jabs, ganchos, swines, rectos y nocaos en oros mundiales y olímpicos, sino que dignificó a esta nación al renunciar al boxeo profesional, cuando había que tener bomba y amor por su país para hacerlo.
Sin embargo, la memoria nos trae más recuerdos de Teo, como aquella vez en que le regaló sus tenis a un aficionado y se marchó en chancletas del coliseo de la Ciudad Deportiva; o todas las veces que estudió a sus contrarios en el primer asalto para no abusar de su pegada y derribarlo apenas sonara el gong.
Foto: Tomada del Facebook de Joel García
Para el deportista más ilustre de Las Tunas, la sencillez era consustancial con sus triunfos y cada vez que no estaba en la Finca del Wajay entrenando, se le podía encontrar en su terruño, en el Central Delicias, de Puerto Padre, al lado de sus padres.
La única ocasión que pude solicitarle una foto a Teófilo Stevenson, corrían los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, adonde había sido invitado como gloria deportiva. Antes de la instantánea me regaló una conversación pocas veces contada. Indagó por mis inicios en el periodismo deportivo y preguntó por qué escribía y hablaba tanto de canotaje, gimnasia, judo, ciclismo y béisbol y no así de boxeo.
Tras confesarle que me hubiera gustado haber reseñado algunas de sus peleas, Stevenson me apartó del grupo de colegas con su mano en el hombro para una enseñanza inmortal: “De nada vale contar lo que ves sobre un ring si luego no le preguntas al atleta cuánto trabajo pasó para lograr ese resultado”.
Solo así llegó la foto que guardo como un gran tesoro, pues la entrevista solicitada ese mismo día no llegó nunca. Falleció el 11 de junio del 2012. No obstante, Stevenson sigue estando en mi memoria, como en la de todos los cubanos.
Máster en Ciencias de la Comunicación. Director del Periódico Trabajadores desde el 1 de julio del 2024. Editor-jefe de la Redacción Deportiva desde 2007. Ha participado en coberturas periodísticas de Juegos Centroamericanos y del Caribe, Juegos Panamericanos, Juegos Olímpicos, Copa Intercontinental de Béisbol, Clásico Mundial de Béisbol, Campeonatos Mundiales de Judo, entre otras. Profesor del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, en La Habana, Cuba.