Convendría esclarecer que la cultura no se limita al ámbito del arte y la literatura. En su sentido más amplio abarca costumbres, modos de vida, valores y sistemas de significación. Por lo tanto, el periodismo cultural debe asumir un espectro que no se limite a la reseña de acontecimientos artísticos, sino que también analice los procesos que configuran la identidad y el pensamiento de la sociedad. Pero, incluso centrándonos en el especializado en artes y letras, existen desafíos específicos relacionados con la formación, la sensibilidad y las credenciales de quienes lo ejercen.
No basta con el entusiasmo o la buena voluntad. Se requieren competencias que incluyen el conocimiento profundo de las manifestaciones artísticas, una capacidad de análisis desarrollada y un dominio que comunique ideas con precisión. En este campo la superación constante es una necesidad. La búsqueda permanente del conocimiento y la integración de saberes de distintas disciplinas enriquecen la mirada del periodista y le permiten ofrecer lecturas más completas de los fenómenos culturales.
Otro desafío esencial es la defensa de las jerarquías artísticas. No se trata de imponer criterios arbitrarios, sino de reconocer valores sólidos y evitar ciertas equiparaciones entre lo trascendente y lo efímero. El periodismo cultural, de hecho, contribuye a consolidar esas categorías.
Resulta imprescindible el dominio de los referentes. Conocer la historia y los hitos de las manifestaciones que se abordan es crucial, pero también es vital el conocimiento de la tradición del propio periodismo cultural, que en Cuba es rica.
Este debe aspirar a un vuelo expresivo que no se conforme con la mera corrección técnica, sino que busque una contundencia que resalte valores estéticos del propio ejercicio. Y, por encima de todo, debe sustentarse en la ética, en el compromiso con la verdad y en el respeto a la creación y a los públicos.
No solo es preciso informar y promocionar: habría que socializar lógicas de pensamiento. La crítica, en su sentido más amplio, es una práctica indispensable para interpretar los procesos artísticos y contribuir a la formación de un público más activo y consciente. Se trata de ofrecer herramientas que favorezcan la participación en los sucesos culturales y que enriquezcan la vida intelectual de la ciudadanía.