Un largo y pedregoso camino

Un largo y pedregoso camino

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Lo confieso. Incluso lo aseguro con ambas manos sobre el pecho. Hace un buen tiempo el diálogo reflexivo, el debate más franco y útil está en vías de extinción.

Sí, ya sé, todo lo que implique querella verbal y opinión cuenta con necesarios y ciertos riesgos, pero en nuestra realidad aleja­da a veces de la cordura, veo al coloquio más como una pelea en la que solo vale pegar y nada de recibir.

Sin embargo, si aspiramos a avanzar como sociedad y no ma­chacar esa palabra como parte de un patético eslogan, no solo debe valernos el gusto de “gol­pear” verbalmente, sino tam­bién de soportar palos. Algo que además puede ser justo e inevi­table como deberían ser deter­minados dictados de la vida, si aspiramos a un real y democrá­tico progreso.

¿A qué viene todo esto?, se preguntarán algunos. Pues a un tema muy vivo, polémico y dolo­roso del día a día en Cuba: la vul­nerabilidad.

Recuerde, o mejor, por favor comprenda, ese azote puede las­timar a cualquiera, que dada su posición financiera no cuente con las respuestas propias, que exi­gen diversos cambios económicos en la sociedad. Aunque por ley existan oportunidades muchas veces por razones de exigencia, no hay condiciones de igualdad para satisfacer esas demandas.

Varios son los escenarios que funda la vulnerabilidad. Uno de ellos es ver cuándo y cómo emerge. Las diferencias sociales que descu­bre, además de forjar desconfian­za, malestar, apatía e inconformi­dades, consigue generar también discriminación.

Sí, esa fatal transformación crea desventajas que precisan de un profundo y continuo diálogo, asociado a la solución urgente y eficaz, en el que los tentáculos de la burocracia no puedan anudar o entorpecer acciones vitales.

No podemos olvidar que incluso aquellos que de acuerdo a los pro­tocolos la hayan superado pueden regresar en algún momento a ese estado por cualquier fatal estreme­cimiento económico.

Largo, pedregoso e incluso abierto a miles de pareceres y en­cendidos criterios es este cami­no en nuestro país. La sensación de hallarse a ciegas buscando un abrazo real y eficaz es duro y se­rio. Solucionarlo implicará traba­jo arduo, consideración, sacrificio, comprensión y verdadera humani­dad. Recuerde que en las actuales circunstancias que vivimos cual­quiera de nosotros puede ser vul­nerable ¿No lo cree? Mire a su al­rededor, incluso a sí mismo.

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