El 27 de enero de 1945 una avanzada de la 332º división de infantería del Ejército Rojo llegó hasta Auschwitz, el mayor campo de exterminio construido por los nazis. No había soldados alemanes, solo 2 mil 819 prisioneros encerrados en barracones. Muchos murieron días después, desnutridos o enfermos, sin enterarse de que la pesadilla había terminado.

Poco después el lugar fue convertido en museo y declarado Patrimonio de la Humanidad. En el 2005 se acordó designar la fecha como Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto y dedicar la jornada a los judíos perseguidos y asesinados durante la II Guerra Mundial (1939-1945).
Dos decenios después, a propósito de la compleja coyuntura que vive la humanidad, Naciones Unidas ha decido nombrar al 2025 como Año Internacional de la Paz y la Confianza, y que uno de los temas principales de su agenda sea La memoria del Holocausto y la educación para la dignidad y los derechos humanos.
Genocidio como forma de conquista
Si entendemos holocausto como el asesinato masivo, sistemático e institucionalizado de un determinado grupo humano, tendremos que reconocer que la humanidad ha vivido varios.
En América del Norte, por ejemplo, se exterminó entre el 90 % y el 95 % de la población nativa durante la llamada Conquista del Oeste, que en el siglo XIX permitió a EE. UU. ampliar sus territorios hasta la costa del Pacífico y arrebatarle a México una amplia porción.
Más cercanos en el tiempo están los 800 mil tutsis masacrados por manos hutus en apenas tres meses de 1994. Las cicatrices de esa confrontación aún son visibles en Ruanda.
El genocidio más reciente lleva año y medio activo, lo comete el gobierno israelí contra los palestinos de Gaza y Cisjordania en una guerra desigual que ha cobrado casi 50 mil vidas y no cree en acuerdos de paz ni tregua.
No obstante, el término Holocausto usualmente se reserva para el exterminio llevado a cabo por la Alemania de Hitler entre los años 1933 y 1945 contra los judíos.

Holocausto o Shoah
Un artículo de National Geographic explica que “la palabra holocausto –del griego holos, completamente, y kaustos, quemado– es la traducción del ritual hebreo ʿolah, el sacrificio e incineración completa de un animal que los antiguos israelitas realizaban a Yahvé. La expresión se adoptó pocos años después de finalizar la II Guerra Mundial por el hecho de que los nazis calcinaban los cuerpos de las víctimas en hogueras, al principio, y crematorios industriales que funcionaban a pleno rendimiento al final de la guerra”.
Añade que “los judíos se refieren al Holocausto como la Shoah, literalmente «la Catástrofe», término que se difundió internacionalmente a partir del ambicioso documental homónimo de nueve horas de duración dirigido en 1985 por el escritor y cineasta judío francés Claude Lanzmann. En la actualidad, Shoah es el término preferido por los hablantes de hebreo y por todo aquel que quiera referirse específicamente al genocidio judío”.
El profesor Lewi Stone, de la Universidad de Tel Avid, por su parte, ha escrito que “el Holocausto es el ejemplo más esclarecedor de cómo la maquinaria eficiente de un gobierno se volvió contra el pueblo de manera irracional. Traspasó todos los límites de crueldad y se erigió como un sistema eficaz. Esta es la lección clave del Holocausto que creo que no debemos olvidar”.

¿Cómo llegaron a eso?
Tras la Primera Guerra Mundial (1914-1918) Alemania quedó mal parada. El Tratado de Versalles (1919) trajo paz, pero impuso a la beligerante nación el pago de duras cuotas de compensación y la pérdida de importantes territorios.
La economía alemana, hasta entonces en función de la guerra, tardó en readecuarse a las nuevas condiciones. Hubo despidos masivos, inflación y una profunda crisis. La situación generó resentimiento y descontento, emociones capitalizadas por movimientos extremistas como el nazismo, que poco después lanzaría al mundo a una nueva conflagración.
Los nazis culpaban a los judíos de aquella primera derrota y también de los problemas sociales, económicos, políticos y culturales que padecían. Los prejuicios se esparcieron por la sociedad y terminaron convertidos en leyes discriminatorias que justificaron la exclusión, la violencia y la persecución de esa comunidad. También afectaron a gitanos, homosexuales, discapacitados físicos e intelectuales y comunistas.

En 1935, en Núremberg, durante el VII congreso del Partido Nazi, se anunciaron legislaciones que incluían dos de los códigos que sustentaron la segregación. Uno fue la ley para la Protección de la Sangre Alemana y el Honor Alemán, que prohibía los matrimonios y las relaciones extramatrimoniales entre judíos y alemanes, así como el empleo de mujeres alemanas menores de 45 años en hogares judíos.
Otra de las llamadas leyes de Núremberg fue la de Ciudadanía del Reich, que otorgaba esa categoría solo a quienes probaran tener sangre alemana o relacionada, el resto eran “sujetos estatales sin derechos”.
Emitieron además un decreto complementario que identificaba a los judíos tomando en cuenta la fe religiosa de sus padres y abuelos. A eso se añadía la minuciosa búsqueda realizada en registros censales, parroquiales, declaraciones de impuestos y en las listas de miembros de las sinagogas.
Primero se les pidió que portaran documentos en los que se identificaran como judíos. Los pasaportes fueron marcados con la letra J y a los nombres añadieron el de Sara o Israel. Luego se les obligó a poner la estrella amarilla de cinco puntas en un lugar visible de su ropa o en las fachadas de casas y negocios. Finalmente fueron recluidos en campos de trabajo forzado.

La propaganda se encargó de normalizar el horror y sedimentar la ideología nazi que justificaba el racismo y la aniquilación “por el bien de la nación”.
El castigo a los judíos se extendió a los territorios ocupados por el Tercer Reich, donde los judíos comenzaron a ser recluidos en guetos. El de Varsovia, por ejemplo, ciudad polaca donde este grupo humano representaban el 30 % del total de su población de entonces, llegó a tener 77 mil habitantes por kilómetro cuadrado en 1940.

A partir de 1942 los nazis impulsaron un operativo llamado Solución Final a la Cuestión Judía. Consistió en el traslado masivo hacia los seis campos de exterminio construidos en Europa. Viajaron hacinados en vagones de tren. Los que sobrevivían eran aniquilados en cámaras de gas. Todos terminaban cremados en hornos industriales.
El ensañamiento se extendió incluso a la posguerra, etapa en la que muchos sobrevivientes tuvieron que seguir enfrentando amenazas y la triste realidad de haber perdido a su familia y comunidad.
(Galería de imágenes con información de Álvaro Joel García Pena, estudiante de Periodismo)
¿Lección aprendida?
El canciller alemán Olaf Scholz en un discurso ofrecido el pasado jueves en Berlín a propósito del 80º aniversario de la liberación de Auschwitz, afirmó que en su país todos “llevan sobre sus hombros la responsabilidad permanente (…) del Holocausto”.
“Recordaremos a cada nueva generación su responsabilidad (…) sin importar su historia familiar, su religión o el lugar de nacimiento de sus padres y abuelos. El carácter único del Holocausto debe ser transmitido (…) para evitar que los jóvenes lo consideren un pasado difuso; es una tarea que corresponde a escuelas, universidades, centros de formación, cursos de integración de extranjeros y también a la vida diaria», enfatizó el mandatario alemán.
Instó a no ceder ni un milímetro ante el auge del populismo y del nacionalismo radical, así como ante los intentos cada vez más desvergonzados de normalizar posiciones de extrema derecha. “Muchos ciudadanos alemanes observaron durante el nazismo, sin intervenir, como sus vecinos eran deportados y asesinados”, acotó.
Pero el proyecto educativo a que se refiere el jefe de Estado alemán, el cual debió iniciarse desde el mismo fin de la guerra, sigue siendo tarea pendiente. Así lo indican los resultados del primer Índice sobre Conocimiento y Conciencia del Holocausto (https://www.sdjewishworld.com/2025/01/23/claims-conference-reports-growing-gaps-in-holocaust-knowledge-in-8-countries/), cuyos datos fueron recopilados por Global Strategy Group, por encargo de la Conferencia de Reclamaciones Judías.
La investigación abarcó ocho países (EE. UU., Reino Unido, Francia, Austria, Alemania, Polonia, Hungría y Rumania) y ha revelado que la tendencia es a que disminuyan los saberes acerca de ese difícil momento de la historia.
Algunos de los adultos consultados aseguraron que nunca han oído hablar del Holocausto y la cifra de esa respuesta crece entre los jóvenes. En general, muchos desconocen el alcance de esa catástrofe humana y cultural; mientras que el segmento de 18 y 29 años es el más propenso a considerar que el número de judíos asesinados ha sido exagerado.
Quizás lo más sorprendente es que la mayoría de los adultos opinan que algo así podría volver a suceder. La certeza mayor la tienen los estadounidenses, donde el 76 % de los encuestados expresó esa preocupación. Le siguen Reino Unido (69 %), Francia (63 %), Austria (62 %) y Alemania (61 %).
¿Será que el mundo no aprendió la lección?

