Con 11 años en ese año 1986 debo confesar que recuerdo más el jonrón de Agustín Marquetti el 19 de enero que la victoria en la Vuelta al Táchira de Eduardo Alonso, concretada tres días más tarde. El Toletero de Alquízar le dio a Industriales su corona en el estadio Latinoamericano 13 años después de su último título en Series Nacionales. El ciclista de Bahía Honda rompió el dominio de venezolanos y colombianos en la bien llamada La Grande de América.
Mucho tiempo después tuve la oportunidad de entrevistar y conversar con ambos sobre esos dos acontecimientos. Marquetti confesó algo que pocos saben: «ese día tenía unos vellos enconados y estaba bajo tratamiento médico, por tanto apenas pude tomarme una cerveza en la celebración». Alonso recordó: «pensé que podía ser el atleta más destacado de Cuba ese mes de enero, pero la pelota superó al ciclismo en el voto de los periodistas».
Los dos fueron íconos de sus disciplinas. Marquetti con su número 40 en la espalda, esa madrugada del 19 de enero, en el capítulo 12, le desapareció por el jardín derecho un tenedor lanzado por el derecho pinareño Rogelio García. Y todavía parece volar la esférica y escuchar al narrador Eddy Martín decir: … «Se acabó el campeonato, Industriales campeón». Miles de capitalinos se tiraron al terreno, pero el gesto del torpedero Giraldo González al saludar primero que nadie a Marquetti también inmortalizó ese hecho.
Eduardo, para muchos el pedalista más integral que ha tenido la ruta cubana, tuvo una gran carrera en suelo venezolano. En su XXI edición, se puso la camiseta amarilla de líder en la segunda etapa, luego se la cedió a su compañero Roberto Rodríguez, para recuperarla precisamente en el cierre, en el Velódromo de Pueblo Nuevo, al mediodía del 22 de enero. Su madre y la familia recibieron la noticia por la radio y pocos conocían que se trataba de un triunfo histórico, jamás repetido por cubano en 60 ediciones que cumplió este 2025.

El recuerdo de ambos hechos, el paralelismo entre Marquetti y Alonso, la significación popular del béisbol y del ciclismo, así como los testimonios de ambos pude entenderlos 20 años después, cuando Marquetti me dijo en el portal de su casa en el Casino Deportivo: «ese día fui el pelotero más feliz de Cuba y ese jonrón no es mío, es de los industrialistas»; mientras Alonso era más sencillo con su heroicidad: «me hubiera gustado que se hubiera valorado más esa victoria, pero lo de Marquetti se robó el show».
A 39 años de aquellas gestas, seamos al menos consecuentes con la certeza que nos hizo saltar, vibrar, festejar y guardar en la memoria. Todos fuimos Marquetti y Alonso. Todos empujamos ese cuadrangular y ese sprint final. ¡Qué orgullo! ¡Qué deportistas!