Cada vez más analistas califican las acciones de Israel como de limpieza étnica, no solo contra los palestinos, sino como castigo al pueblo árabe. Hace un año empezaron por Gaza, ya están bombardeando al Líbano. Siria y Yemen conocen desde mucho antes el peso de esa metralla. ¿Quién vendrá después?
Hasta el momento hay más de 43 mil 600 muertos en Gaza. Según Naciones Unidas, casi el 70 % son mujeres y niños. Se reportan también 102 mil 929 heridos y más de 10 mil desaparecidos. La infraestructura de la Franja ha sido prácticamente destruida. En el supuesto de que mañana se pacte la paz, los sobrevivientes no tendrían a dónde regresar, pues más de la mitad de las viviendas no existe. Tampoco el 87 % de las escuelas. De los 36 centros de asistencia sanitaria que tenían, solo funcionan, parcialmente, 17.
Israel ha cortado el agua, no permite la entrada de alimentos ni medicinas. Suspendió sus vínculos con la Agencia de ONU para los refugiados palestinos (UNRWA, según sus siglas en inglés) y apenas deja pasar el 6 % de la ayuda humanitaria que necesitan los 2 millones de desplazados gazatíes.
En Cisjordania, el otro enclave palestino, murieron en el último año más de 770 personas, 165 eran menores y hay 6 mil 250 heridos. Las incursiones recientes al Líbano, un país independiente, han dejado más de 3 mil 200 muertos y 14 mil heridos.
Jason Burke, periodista del diario británico The Guardian y autor de varios libros, entre ellos Al Qaeda: La verdadera historia del Islamismo radical, ha cuestionado el fallo de seguridad israelí que propició la incursión de Hamás el 7 de octubre del 2023. El texto recuerda la existencia de informes previos acerca del tema, los cuales habían sido desestimados.
Burke no es el único. El consenso en torno a un error poco creíble de Mossad (servicio de inteligencia de Israel) es creciente, y ello refuerza la apreciación de que la represalia contra la población civil ha sido inmoral y desmesurada.
Nadie explica cómo las mismas fuerzas especializadas fallaron ante el torpe ataque realizado por Hamás y meses más tarde organizaron el operativo ultrasecreto que hizo estallar bíperes y walkie-talkies del ejército libanés. Ni tampoco cómo pudieron localizar y eliminar a los líderes de Hamás y Hezbolá, quienes llevaban años operando en túneles clandestinos.
Preparados para guerrear
El presupuesto militar y el arsenal de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) ha crecido de forma sistemática y exponencial. El gasto en armamento durante el 2022 y el 2023 duplicó la media de los cuatro años anteriores.
Datos divulgados por el Instituto Internacional de Investigación de la Paz de Estocolmo refieren que los principales proveedores han sido EE. UU. (71 % del valor total de transacciones), Alemania (25 %) e Italia (4 %).
Otra institución especializada, el Centro Delàs de Estudios por la Paz, presentó el informe La banca armada y su responsabilidad en el genocidio de Gaza. El documento identifica 15 empresas que suministran armas y municiones a Israel, siete de las cuales (Boeing, Day & Zimmermann, General Dynamics, Leonardo, Oshkosh Corporation, Rheinmetall y Rolls-*Royce) han recibido financiación de 12 entidades financieras españolas, entre ellas los bancos Santander, BBVA y CaixaBank.
Un día de combates en el Líbano cuesta 134 millones de dólares, reveló el diario israelí Yediot Achronot. La fuente precisó que solo la munición de la operación de 10 segundos que ultimó al líder de Hezbolá, Hassan Nasrallá (bombardeo a un búnker en Dahiya, Beirut) supuso 25 millones de séqueles (más de 6 millones de euros). A ello habría que sumar que el operativo contra el sucesor (Hashem Safieddine, también asesinado) representó otros 20 millones de séqueles (unos 5 millones de euros).
Pero Israel no ha estado solo. La investigación Costes de la guerra, realizada por la Universidad de Brown, asegura que ese país es el mayor receptor de ayuda militar estadounidense de la historia, con 251 mil 200 millones de dólares desde 1959. De ellos, 17 mil 900 millones solo en el último año.