Antonio Maceo Grajales en el laberinto de un atentado

Antonio Maceo Grajales en el laberinto de un atentado

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Enrique Loynaz del Castillo, joven periodista cubano, había publicado un artículo en el periódico La Estrella de Panamá, diario que circulaba en Panamá; los españoles residentes en Costa Rica, consideraron el texto ofensivo para la Madre Patria; este fue el motivo aparente para tramar un complot contra Loynaz, cuyo objetivo era realmente el de asesinar a Maceo. El 10 de noviembre de 1894 el Titán de Bronce asistió en San José al Teatro Variedades, una de las instituciones culturales costarricenses más importantes, para disfrutar de una obra de teatro. Al terminar la función, un grupo de españoles instruidos por José Vélez y Corrales, cónsul español en Costa Rica, le dispararon por la espalda, herido el cubano tuvo que recibir asistencia médica.

 

Antonio Maceo Grajales, de pie en el centro, en Costa Rica (1892)

Inmediatamente después del disparo apareció el ministro de gobernación, Juan José Ulloa Giralt, médico de profesión, considerado entre los mejores galenos costarricenses de la época. El doctor Ulloa brindó al general los primeros auxilios y lo acompañó hasta la residencia de Eduardo Pochet y Casimiro Orúe, donde se encontraba su esposa María Cabrales. El Titán le consultó el deseo de llamar a su médico personal e íntimo amigo, el doctor colombiano Eduardo Uribe Restrepo, a lo que accedió con mucho gusto.

El doctor Uribe acudió de inmediato y ambos galenos, Uribe y Ulloa, le realizaron el examen físico al herido. Se evidenció que tenía una herida en la espalda, con agujero de entrada por el costado izquierdo, producida por proyectil de arma de fuego, calibre 44, no presentaba orificio de salida. Uribe, en función de cirujano principal, y Ulloa como ayudante, le aplicaron una sonda y después de varios intentos no localizaron la bala. Intentaron realizarle una cirugía de mayor envergadura a la cual Maceo se opuso.

Es meritorio resaltar que el facultativo colombiano se constituyó en médico, enfermero y cocinero del prócer, sin dejar que persona alguna tuviese acceso a él hasta su total restablecimiento. El temor de que pudiese ser envenenado motivó esta consagración. Cuando el doctor Ulloa le pidió la cuenta por los servicios, contestó: «Puede usted decir al señor Maceo que los escasos servicios que con mucho gusto le presté, no valen nada».

Otros galenos que estuvieron atentos a la salud del Titán fueron los doctores Céspedes y Durán. El primero viajó con prontitud hasta el lecho del enfermo, y el doctor Durán, al momento de asistir a Maceo, era vicepresidente de Costa Rica. Vale destacar que el presidente del país tico Rafael Iglesias Castro enviaba diariamente a uno de sus ayudantes a interesarse por la salud del herido. Maceo, meses después, en carta al escritor Julio Esaú Delgado, recordaba al galeno que actuó como cirujano principal: «El nombre de Ud. está unido al de nuestros grandes luchadores, lo mismo que el del doctor Uribe». La excelente asistencia médica recibida por Maceo y la preocupación constante de las altas esferas del gobierno evidencian el prestigio ganado por el héroe cubano entre los costarricences de la época.

El juicio sobre el incidente comenzó a la una de la madrugada cuando el Juez del Crimen Ramón Bustamante abrió el expediente para la instrucción del sumario. Luego de introducir el informe del Médico del Pueblo, doctor Nazario Toledo Mattey, tomó declaraciones a Maceo. Vale apuntar que los cubanos habían recibido asesoría del abogado Antonio Zambrana Vázquez, el apoderado legal de Maceo en Costa Rica. El Titán, con su inteligencia natural, ofreció un valioso testimonio donde no acusó a nadie y con sencillez explicó: «al sentirme herido, saqué mi revólver para defenderme y no obstante que los tiros continuaban, yo no hice uso del revólver por temor de herir a alguna persona pues en ese momento pasaban varias familias de las que asisteron al teatro».

Por su parte, Loynaz, erró en su declaración y careció de la diligencia que requería la ocasión. Como si fuera poco, salió indignado de las oficinas del juzgado y relató una versión de prensa más amplia que su escueta declaración jurada. En consecuencia, antes del mediodía, fue aprehendido y encarcelado en el cuartel de policía, único cubano detenido. El Presidente de la República tomó la decisión de expulsar a Loynaz de Costa Rica para evitarle un largo proceso que podía llevarlo a una condena por su responsabilidad en la muerte del español Isidro Incera, fallecido en el incidente.

Al final del juicio ante el asombro del público, que en su mayoría respetaba al general cubano y conocía al verdadero culpable, el juez declaró «absuelto al procesado de toda pena y responsabilidad por el delito de lesión causada a Antonio Maceo sin lugar a ser indemnizado por haber habido mérito para proceder».

Un mes después, recuperado de la herida sufrida, el Titán de Bronce continuaba, en tierras costarricenses, la organización de la guerra necesaria. El presente artículo rinde tributo a Antonio Maceo en el 130 aniversario del atentado sufrido en San José, Costa Rica.

 

(Dr.C. Ricardo Hodelín Tablada Doctor en Ciencias Médicas. Académico Titular de la Academia de Ciencias de Cuba. Neurocirujano del Hospital Provincial Clínico Quirúrgico Docente “Saturnino Lora”. Santiago de Cuba.)

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