“Estoy aquí para aprender”

“Estoy aquí para aprender”

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Junto a sus obras, en el Museo Nacional de Bellas Artes. Fotograma: de una entrevista con Cubavisión Internacional

Es difícil seguirle el ritmo a Lesbia Vent Dumois (Cruces, 1932). Lo saben sus compañeros en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), los de Casa de las Américas, los que la han acompañado en alguna de las etapas de su largo —larguísimo— itinerario creativo y profesional. Lesbia no para. Tiene una energía que no parece menguar. Un entusiasmo. Un ímpetu. Una alegría raigal, que se impone incluso en momentos de cri­sis. Y un sentido extraordinario de la responsabi­lidad, del compromiso.

Lesbia fue galardonada en el 2019 con el Premio Nacional de Artes Plásticas, en aten­ción a los méritos de una obra que se ha ocu­pado de la confluencia pujante de la gran his­toria con las reminiscencias de los relatos más íntimos. Celebración de la memoria, que ella asume como maridaje de vivencias y ensoña­ciones. Porque Lesbia, incluso en momentos en que labores de dirección parecían absorberla, nunca dejó de crear: “El artista visual que deja de pintar, de dibujar, de grabar… pierde eso que llamamos ‘la mano’. Hay que encon­trar tiempo y espacio para eso. En mi caso, la obra artística siempre ha sido una necesidad, una concreción permanente; aunque no expu­siera, aunque la gente no supiera muy bien qué estaba haciendo”.

En un receso de su muy intensa jornada, Les­bia recibe a Trabajadores, para conversar —ella misma pone el pie forzado— “sobre lo que me mo­tiva y me apasiona”.

Hay quien dice que lo del artista no es trabajo, sino puro placer, regodeo, entretenimiento…

Lo dicen los que no tienen mucha idea de los rigores de la labor intelectual, creativa… que en mi caso también implica un esfuerzo físico. Por supuesto que para mí hacer mi obra es un placer inmenso; y también puede ser entretenido (aun­que a veces no); pero hay una tensión, un oficio, una responsabilidad, un ejercicio de búsqueda que es muy demandante. Yo ahora, por ejemplo, estoy ocupándome de mi obra por las noches, porque de día apenas tengo tiempo. Y eso, te lo aseguro, es también trabajo. Lo que pasa es que para mí el trabajo siempre ha sido realización personal, de satisfacción. Me entretengo hacien­do otras cosas: jugando dominó, conversando, cosiendo, viendo la televisión… para eso tam­bién hay que hacer tiempo.

Y nadie podrá decir que, además del arte, us­ted no tiene muchas ocupaciones.

Muchas, pero las asumo con el mismo espí­ritu. Tener responsabilidades de dirección en el ámbito cultural precisa de sensibilidad, de aplo­mo y de capacidad de diálogo. Hay que saber es­cuchar. Y hay que tener algo que decir.

¿De dónde viene esa noción de la responsabi­lidad, ese compromiso?

De mi familia. De mis padres, que eran per­sonas consagradas al trabajo y a los demás. De mi abuela, que era una mujer dedicada y hacendosa. Son valores. Y así me formé, así crecí. Desde pe­queña estoy convencida de que estoy en este mun­do para aprender.

El Primer Secretario del Partido y Presidente de la República Miguel Díaz-Canel Bermúdez le entrega el Título Honorífico de Heroína del Trabajo de la República de Cuba. Foto: José Raúl Rodríguez Robleda

¿Aprender qué?

De todo. Era una niña y me quedaba tranqui­lita escuchando a los amigos de mi padre, que se reunían en mi casa para debatir sobre la situación nacional. Eso fue sedimentando una conciencia. Y aprendía de mi madre, que era costurera, mo­dista. Cuando llegué a La Habana, ya venía con la base de la escuela en Las Villas, pero siempre estaba dispuesta para escuchar, para adquirir nuevos conocimientos. Y para ponerlos en función de mi obra, o del debate de ideas. He creído toda mi vida en la fuerza del diálogo, siempre que se establezca desde la franqueza y la coherencia.

Ha sido testigo y partícipe de debates muy in­tensos, en el ámbito de la cultura y en otros ám­bitos de la sociedad. ¿Cómo lidiar con esas discu­siones?

Ya te lo dije: en la franqueza y en la coheren­cia está la clave. Y en el ejemplo. Es una ética, para la profesión y la vida. Nunca he aprovechado determinada posición para promoverme, jamás. Ahora que se están revisando las biografías para el Congreso de la Uneac, en la mía decía que mis obras integran la colección de Casa de las Améri­cas. Pedí que rectificaran ese dato. En esa colec­ción no hay obras mías porque mi trabajo allí era organizar, promover, socializar la obra de otros artistas. Y eso hice.

Algunos dicen que por consagrarse a la obra de otros, hasta cierto punto dejó de un lado la suya…

Y te insisto: nunca dejé de crear. Quizás no exponía, pero ahí estaba —está— mi creación. Yo tengo que canalizar esas ideas, esos pensamientos, esos impulsos que me visitan, que me asedian…

Hay en su obra una marcada vocación lírica, que se expresa a veces con dramatismo, a veces con fino humor, o con fina delicadeza… pero, más allá del concepto y el estilo, siempre es notable un respeto a la artesanía, a la manualidad…

Espero que no lo digas con un matiz peyo­rativo. Ya sabes que mucha gente menosprecia la artesanía. Respeto mucho a los artesanos auténticos, los que no se motivan por el mero interés comercial. Hay una tradición que se va arraigando de generación en generación. Y eso es hermoso. Pero más que de artesanía prefiero hablar de arte popular, del acervo de un pueblo. Eso es lo que honro cotidianamente, ese patri­monio que nos pertenece y que nos identifica. Eso está en mis piezas. Está en la que ahora mismo estoy terminando, que es un homenaje a la trova, a los grandes trovadores cubanos… los de antes y los de ahora.

Pronto celebraremos dos importantes encuen­tros de los artistas cubanos: el X Congreso de la Uneac y la Conferencia Nacional del Sindicato de Trabajadores de la Cultura. Usted es vicepre­sidenta de la Uneac, y ha estado también muy vinculada a la labor sindical. ¿Qué importancia les concede a estas citas?

Cada organización, cada institución tiene una razón de ser. La Uneac no es el Ministe­rio de Cultura. El Sindicato no es la Uneac. El Congreso —que sesionará el 1.o y el 2 de noviem­bre— tiene que ser un espacio para discutir los principales temas de la cultura y su proyección social. Hay que consolidar el rol de la Uneac en la facilitación del diálogo de los artistas con las instituciones culturales… y su aporte al entra­mado de la sociedad. Estamos viviendo momen­tos muy complejos, y desde el arte, desde la labor intelectual se puede incidir sustancialmente. Ese debe ser el enfoque de la Uneac.

Alistando una serie de obras para su exposición antológica en el Museo Nacional de Bellas Artes, noviembre de 2021 Foto: Yuris Nórido

Y el Sindicato, como representante de los trabajadores del sector, no puede ser sencilla­mente una instancia para organizar matutinos y cobrar la cuota. Tiene que integrarse a estos debates desde su misión: ¿Cuáles son las con­diciones de trabajo? ¿Cómo nos posicionamos ante el ente administrativo?

La Uneac y el Sindicato forman parte de la política cultural de la nación, y al enrique­cimiento espiritual de un pueblo tienen que tributar siempre. Las organizaciones no son meras estructuras, son plataformas para la creación.

¿Cómo asumió el Título Honorífico de Heroí­na del Trabajo de la República de Cuba?

Es un honor inmenso. No es un halago a mi vanidad. Será siempre un compromiso para seguir.

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