Que en medio de una situación tan demandante, con evidentes carencias materiales, Cuba apueste por celebrar dos importantes citas de las artes escénicas en los últimos meses de este año, pudiera parecerles a algunos un derroche injustificado.
Pero renunciar a los festivales de Ballet y Teatro, en La Habana y Camagüey, implicaría negarle a un importante sector del público la oportunidad de disfrutar de significativas propuestas culturales, en tiempos en que, por el imperio de cuestiones meramente mercantiles, parecen desdibujarse ciertas jerarquías artísticas.
No es un derroche o un capricho; es una necesidad del movimiento escénico nacional… y sobre todo de los cubanos amantes del arte para los que ese movimiento trabaja cotidianamente.
Habría que velar, eso sí, por la eficacia de los esquemas de financiación, de manera que se invierta lo justo para garantizar la dignidad y la funcionalidad de los encuentros. Y en ese sentido siempre será necesario estudiar alternativas que no atenten contra la esencia cultural.
Eso se hace. Y hay que decirlo: con mucho esfuerzo de los artistas y organizadores.
El Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso y el Festival Nacional de Teatro de Camagüey han dinamizado históricamente procesos escénicos, han contribuido a consolidar referentes y han devenido auténticas celebraciones para los aficionados.
No son tiempos de fiestas pantagruélicas: se impone priorizar las mejores expresiones y multiplicar su acceso. En tiempos de crisis, el arte puede mostrar caminos. No habría que entenderlo como un lujo.
Sentido común y clara noción de las jerarquías: ahí está la guía. Por supuesto que convendría debatir sobre cierto “eventismo” que parece afianzarse justo cuando la ciudadanía enfrenta duros desafíos. Lo superfluo, lo intrascendente, lo banal no deberían tener cabida en la concreción actual de la política cultural. Cada encuentro artístico debe demostrar su pertinencia. O esperar tiempos mejores.
Justamente por eso hay que blindar las principales convocatorias: tienen la responsabilidad de constituirse en plataformas abarcadoras. En el Festival de Ballet debe confluir la mejor danza de ahora mismo. El mejor teatro debe presentarse en Camagüey. Los pocos recursos con que se cuenta tienen que estar puestos en función de la excelencia.
«No sólo de pan vive el hombre»; y mucho menos de milagros que lluevan del cielo para librar de hambre a niños, niñas ancianos a hombres y mujeres en penurias.
Los rechazos se asemejarían: un niño vietnamita lamentaba por querer vivir en un país sin cielo, hoy, un niño palestino seguramente pediría lo mismo sabiendo que de arriba le vienen las bombas. Así que nosotros pediremos que lluevan los espectáculos culturales. Pues no sólo de pan, ni de la palabra vive el hombre.
Gracias.