Luego de poco más de seis meses de la implementación y aplicación del programa socio económico actualmente en marcha en el país, las insatisfacciones son visibles y no se aprecian los cambios previstos, aunque al decir del Primer Ministro cubano Manuel Marrero Cruz, “el gobierno no está de brazos cruzados, y continúa el sistema de trabajo en la calle, junto al pueblo”.
A pesar de que aún no se aprecien significativos resultados en el programa de impulso económico y eliminación de distorsiones, las decisiones asumidas, pongamos por ejemplo las referidas a mejorar el accionar de los actores económicos no estatales, podrían aportar favorables dividendos, a partir siempre del concepto inviolable de que no se trata de prohibir, sino de corregir, reorientar, conducir y lograr que cada uno de ellos cumpla el rol que le corresponde.
Las recientes normativas referidas a la creación, funcionamiento y extinción de las mipymes, sobre las cooperativas no agropecuarias y el ejercicio del trabajo por cuenta propia, son las aristas de mayor atención mediática. Algo no casual, dado su vínculo directo con la espiral inflacionaria imperante en la economía nacional.
A la par de su interacción y complementariedad, las medidas en ejecución conforman a su vez un todo en que deberá primar la integralidad, la inteligencia, mucho más por la confluencia de un implacable bloqueo económico, filosa daga siempre pendiente del menor resquicio para actuar contra el país.
Poco se lograría mientras no lleguen a feliz término asuntos como la bancarización, el perfeccionamiento de la empresa estatal y el redimensionamiento del sector presupuestado, el seguimiento y control al plan y al presupuesto, el fortalecimiento de los municipios y la atención priorizada a los programas sociales y la recuperación de la calidad de servicios vitales a la población, entre otros.
Sostener la vida del país en medio de una muy difícil economía de guerra, de un lento renacer económico mundial tras la pandemia, y ser centro del foco pérfido de extremas campañas mediáticas, se convierte en titánica tarea y hace que cualquier acción o atisbo de medida por implementar reciba de inmediato el fuego cruzado de ponzoñosas fuerzas externas.
En el orden interno persisten insuficiencias propias, así como el delito, la corrupción, las indisciplinas sociales y las ilegalidades, un entramado también parte de la gran batalla por vigorizar el actual programa socio económico, donde el control popular deberá ocupar un espacio de mayor jerarquía.
No es ocioso reiterar la información del Primer Ministro en el pasado Período Ordinario de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, momento en que destacó la aprobación de 116 medidas, de ellas, 53 totalmente implementadas, y otras aprobadas y pospuestas hasta tanto las condiciones así lo permitan.
Resta avanzar, por tanto, con el ritmo deseado en la implementación de las proyecciones rezagadas por falta de condiciones en organismos globales en que hubo que fortalecer instituciones, como los ministerios de Economía, y de Finanzas y Precios, en el país.
Es amplio y variado el espectro de circunstancias objetivas y subjetivas en que se desarrolla el accionar económico en la Cuba de hoy, donde, a no dudarlo, el aumento de la producción de alimentos, viviendas y otros servicios básicos ―digamos transporte, electricidad, agua, producción de medicamentos― serán la mejor evidencia del avance de un programa acorde con nuestro modelo económico y social, que nos permita, con realismo, salir adelante por nosotros mismos.