Finalizada la fiesta deportiva mundial en Francia la humanidad vuelve a la cotidianidad de cada nación y el olor a pólvora les recordará la tragedia que existe en varias regiones del planeta y el inminente peligro de surgir en otras.
Los franceses vivieron intensamente el gran evento olímpico y una vez terminado, con sus logros y deficiencias, regresan a la vida habitual, pero con la misma o mayor incertidumbre que provocaron las últimas elecciones efectuadas en ese país.
¿Qué ha cambiado? El Sena sigue contaminado, la crisis económica les afecta como antes o quizás más, suben los precios y retornan al trabajo los parisinos con un transporte sin desvíos, y en política se mantiene una crisis interna.
El presidente es el mismo, pero no será igual su Gobierno, que está por conformarse, en el cual deben aparecer los partidos triunfadores de las últimas elecciones. No hay que ser experto para saber que inevitablemente no será igual al que tenía Emmanuel Macron hasta que se le ocurrió convocar a unos comicios que cambiaron todo, o casi todo, en el escenario político galo.
La incertidumbre estuvo y estará presente en toda la nación, hasta que finalmente el pueblo francés conozca los cambios por venir.
Primer lugar, pero sin mayoría absoluta
La segunda vuelta de las elecciones galas resultó una sorpresa hasta para los ganadores. La izquierda fue primera y la extrema derecha segunda, ambas sin la mayoría absoluta que les habría permitido formar un gobierno inmediatamente.
La primera reacción de los especialistas fue cuestionarse cuál sería el futuro de Francia y si es posible, en esas circunstancias, lograr una estabilidad política necesaria para poder gobernar.
El politólogo Gaspard Estrada, director del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (Opalc) en Sciences Po, en París, se planteó tres preguntas un día después de conocerse los resultados.
¿Cómo será nombrado el primer ministro?, ¿es posible una coalición de la izquierda a la derecha?, ¿se logrará construir una mayoría política en el Congreso?
Según la Constitución vigente, el presidente puede nombrar a quien quiera, pero deberá contar con mayoría. Ninguna de las tres coaliciones está en capacidad de obtener 289 votos, fórmula mágica de una mayoría absoluta.
Otros especialistas precisan que todas las disonancias o diferencias entre estos parlamentarios van a dar paso a la gran pregunta: ¿hasta qué punto habrá una unidad programática para construir una mayoría política en el Congreso que dé estabilidad a poco más de dos años de las elecciones presidenciales?
Una competencia “olímpica” para los triunfadores
Muchos coinciden con las apreciaciones hechas en primer momento por el politólogo Estrada, aunque no existe la probabilidad de una posible creación en Francia que vaya de la izquierda a la derecha, y eso implicaría hacer concesiones.
Esto puede existir en naciones como Alemania, donde ese tipo de coaliciones no es novedad, pero la tradición política en Francia no la concibe. Lo que queda claro es que nada está definido al día de hoy.
Todos los protagonistas que deben dar respuesta a la situación creada tuvieron tiempo “deportivo” para pensar sus movimientos, aunque Macron se adelantó a rechazar la primera propuesta del Nuevo Frente Popular de Izquierda, Lucie Castets, como primera ministra.
Recién ha comenzado el juego, Macron no está en condiciones para imponerse y mucho menos mantener sus posiciones belicistas ante la situación en Ucrania. La izquierda tiene ante sí un listón bien alto que, de no saltarlo, podría perder apoyo popular, mientras la extrema derecha deberá jugar con audacia para ver cómo quedan sus diputados en el nuevo Gobierno. Todo está por ver.