No hay duda, la mano del imperio está detrás nuevamente de los aires amenazantes que soplan en Venezuela para desestabilizarla y crear un caos en la población y fomentar un clima de ingobernabilidad.
Para lograr tales propósitos los gobernantes de la Casa Blanca han fraguado una campaña interna, conocida como guerra no convencional, con el objetivo de justificar un golpe de Estado en la tierra de Bolívar, encaminado a derrocar al presidente Nicolás Maduro y así detener los cambios en esa nación, impulsados a instaurar un sistema de orientación socialista profundamente democrático.
Nicolás Maduro, presidente de Venezuela y actual candidato a la reelección, ganó este domingo los comicios presidenciales, su triunfo lo mandata en el periodo presidencial 2025 – 2031, al contar con un respaldo de 5 150 092 electores, el 51.20% de los resultados avalados por el Consejo Nacional Electoral (CNE), según informó su presidente y rector principal, Elvis Amoroso, en declaraciones desde la sede del Poder Electoral en Caracas.
Mientras el segundo candidato más votado fue Edmundo González con 4 445 978 voto, el 44.2 % de los sufragios.
La patraña de la mano enemiga para no reconocer su derrota fue denunciada por el ministro de Defensa de Venezuela, Vladimir Padrino López, quien hace apenas horas declaró que está en marcha un golpe de Estado contra el presidente Nicolás Maduro y acusó a la extrema derecha de llevar a cabo actos terroristas y de sabotaje.
Además de denunciar un “golpe de Estado mediático” en las redes sociales, en las que continuamente se difunde información falsa.
Los verdaderos intereses
¿Por qué tanta insistencia en los asuntos internos de Venezuela? ¿Acaso al presidente estadounidense no le basta con sus intromisiones en otros países considerados “lugares oscuros”?
Los hechos confirman que el petróleo es la causa de ese desespero por apartar del poder al mandatario de la hermana República Bolivariana.
Evidentemente esta interposición por parte de Washington, al igual que las injustificadas guerras en el Medio Oriente y Asia Central tienen como finalidad controlar las fuentes productoras y de reservas de petróleo de la región.
Y cómo no tener los pelos erizados si cálculos de especialistas vaticinan que dentro de unos años el mundo se enfrentará a una escasez de nuestro primer combustible, cuya explotación será cada día más difícil, razón por la cual su precio se duplicará y triplicará.
Pero más que el petróleo, la camarilla del Norte debe centrar su atención en males que hoy sufre la humanidad, desencadenados por el invento de producir energía a partir de productos básicos como cereales; me refiero a la producción de alimentos, el déficit energético y la preservación del medio ambiente, los cuales, ante la crisis energética mundial demandan buscar y desarrollar nuevas fuentes de energía renovables y no contaminantes.
Si las predicciones se cumplen, dentro de poco tiempo Estados Unidos dependerá cada vez más de petróleo y de gas importado, de ahí viene toda la farsa montada alrededor de Venezuela, país que “preocupa”, según voceros del Departamento de Estado de Washington.
Resulta irónico ver que les “preocupe” cuanto sucede en la tierra de Bolívar, detrás de esa actitud aparece el hecho de que la naturaleza le regaló a los venezolanos petróleo para 200 años, por lo que es el quinto exportador de crudo del orbe y, además, uno de los principales abastecedores de EE.UU.
Es necesario que los inquilinos de la Casa Blanca– quienes aplican en la Patria del Libertador los mismos mecanismos utilizados en el golpe de abril de 2002– mediten en sus intromisiones oscuras, ya lo vaticinó Hugo Chávez en la Cumbre de la Organización de Países Exportadores de Petróleo.
“Una posible guerra contra Irán o Venezuela, subiría el precio del petróleo por barril, en lugar de los actuales”, les advirtió Hugo, pero parece que de nada les valen tales alertas ni los largos años de lucha que traería consigo una aventura por el lado oscuro del petróleo.
Con la unidad de escudo
Para bajar esos aires amenazantes, el presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Jorge Rodríguez, convocó al pueblo a que este martes, desde distintos puntos del país hasta Miraflores, salga a las calles a celebrar la victoria, preservar la paz y enfrentar la ola de desestabilización que propone la derecha como los horribles episodios de 2014 y 2018.
No hay otro interés, decía Rodríguez al suscribir las palabras del presidente Nicolás Maduro: el plan de la derecha es una réplica de la estrategia de Juan Guaidó. A la que nombró Plan Guaidó 2.0, el cual incluye, en esta ocasión el hackeo para impedir que el 110% de las actas sean transmitidas ante el CNE; intentos de ataques terroristas al sistema eléctrico.
Sin contar las pretensiones de la opositora María Corina Machado de convocar a una intervención internacional, vincularse con el Comando Sur y el exembajador colombiano ante la Organización de Estados Americanos (OEA) para solicitar la aplicación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) contra Venezuela.
No esperaron estos traidores con soplos en sus orejas de aire del Norte, que las Fuerzas Armadas venezolanas reiteraran su compromiso con la paz y advirtieran actuar con contundencia, para preservar el orden interno, siempre en el marco de la Constitución y las leyes, y el respeto a los derechos humanos.
No cesan los llamados a la ciudadanía a no caer en provocaciones ni manipulaciones que fomenten la violencia y la intolerancia. Ya han ocurrido actos terroristas, sabotajes a sedes de organismos públicos, a un centenar de centros electorales, oficinas del Consejo Nacional Electoral, edificaciones privadas, comandos de unidades militares y policiales.
También la destrucción de máquinas y material electoral, símbolos de la identidad nacional como el indio Coromoto, en Guanare, estado de portuguesa, y esculturas del comandante Hugo Chávez, entre otros.
Los sucios trucos de los “intrusos” tras el petróleo no se llevarán a cabo, el escudo de la unidad venezolana está en cuadro apretado.
Venezuela y Cuba. De un pájaro.las dos alas.