Pancho esperaba con ansias las vacaciones para sumergirse en lo que más le gusta: el deporte. Quería disfrutar al máximo las emociones de los Juegos Olímpicos, por aquel sueño de su niñez de haber querido ser un boxeador al estilo de Stevenson, aunque tal vez en el peso pluma porque a diferencia del campeón él era chiquitico y flaquito, pero ¡bravo como el que más!
Suponía que por la situación que vive el país en esta etapa estival habría pocas opciones recreativas, aunque como dice la frase, se cogió el dedo con la puerta. Esas opciones vinieron a sabotear sus planes.
Su esposa Emerenciana fue la primera en el sabotaje: —Mivi, dijo con voz melosa—, ¿sabes que en este verano van a repetirse las ruedas de casino? Tú y yo que estamos entre las que aspiran al Récords Guinness. ¡No podemos dejar de ir! No olvido que nos conocimos en una rueda de casino en aquella fiestecita de Santos Suárez…” –y miró a lo alto emocionada como para atraer el recuerdo de 20 años atrás.
—“¡Pero yo quiero ver los play off de la pelota, los Juegos Olímpicos! Por eso mis vacaciones son desde finales de julio hasta casi finales de agosto”—, se defendió compungido.
“Nada de eso, eres mi pareja de por vida, vas conmigo cuantas veces hagan falta y se acabó”—, respondió ella ofendida ante su indiferencia por la romántica evocación.
Pero no fue la única en sabotear sus proyectos. Una de las hijas, instructora de arte le reclamó: “Voy a tener muchas actividades en las comunidades este año y ¡no quiero que faltes!”. Y en ese momento recordó que como presidente del CDR tenía tareas para garantizar el éxito de las que se celebrarían en su barrio. Su otra hija le recortó aún más el tiempo de asueto y lo convocó a sofocarse con ella en las Rutas y Andares.
Se embulló cuando supo que se iba a organizar un cartel de boxeo en la Ciudad Deportiva, con peleas de destacados boxeadores del mundo, pero el hijo mayor llegó con una invitación de una semana en familia en un hotel con todo incluido, con la condición de compartir y no plantarse todo el tiempo ante la TV para ver el deporte. Reconoció que la opción hotelera le dio nocao a la ansiedad deportiva.
Se le acabaron las vacaciones y otro en su lugar habría podido decir que en cuanto a él no se cumplió el eslogan de disfrutar En Modo Verano sino sobre sus prioridades… “ni modo”.
Sin embargo no es de los que se dejan vencer. Todavía no se habían acabado los Juegos Olímpicos y en medio del intenso ajetreo del quiosco del malecón en el que estaba trabajando como gastronómico se las arregló con su compañero de faena para seguirlos por los móviles. ¿Y su familia? Esta vez les ganó por no presentación. | Alez