“No puede haber restauración de patrimonio en nuestras ciudades latinoamericanas si ello no va unido a un enfoque de desarrollo social, de la familia, de las personas que habitan los centros históricos”. Eusebio Leal en charla con la mexicana Claudia Gómez Haro, doctora en Historia del Arte por la Universidad Nacional Autónoma de México.
La educación patrimonial es un proceso interdisciplinario que busca cultivar en la ciudadanía valores que les permitan apreciar, en su justa medida, los bienes y saberes heredados. Solo así es posible gestionarlo adecuadamente. El concepto, relativamente nuevo, nació con vocación inclusiva, trasciende edades escolares o clasificaciones de cualquier tipo. Su impacto alcanza los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, especialmente aquellos que abordan la importancia de la educación y la cultura para conseguir ese anhelo universal de “no dejar a nadie atrás”.
La Oficina del Historiador de la Ciudad de la Habana (OHCH) lleva más de 86 años gestionando el patrimonio cubano con base en los principios de la educación patrimonial. En ese camino ha sido pionera de experiencias revolucionarias como la de convertir centros culturales y museos en una extensión real de las escuelas primarias de la comunidad.
Desde 1977 el Consejo Internacional de Museos (ICOM) instituyó el 18 de mayo como el Día Internacional de los Museos. La jornada de este año (2024) tiene como lema “Museos por la educación y la investigación”, y parecería especialmente dedicada a las tres décadas que cumple el proyecto de las Aulas Museos de la OHCH.
Llegar para quedarse
El historiador Eusebio Leal sostenía que los museos del Centro Histórico se fueron fundando “palmo a palmo, en esa (tenaz) lucha contra el tiempo y el olvido”. En ese contexto nacieron también las Aulas Museos. En un primer momento la iniciativa buscaba resolver dificultades creadas por la propia obra de restauración; pero muy pronto se convirtió en oportunidad para sensibilizar, instruir y comprometer a la comunidad con la conservación del Centro Histórico.
“La historia comenzó cerca de aquí, narró Leal en el 2018 durante una de las fiestas con que habitualmente se inicia el curso en las Aulas Museos. La Plaza Vieja (…) no era precisamente así. Entraban los automóviles, los ómnibus y en ella estaba la escuela que lleva el nombre ilustre de Ángela Landa. Nosotros planeamos, como parte de la restauración de La Habana Vieja, devolver ese espacio (…) que pertenece a todos los vecinos”.
Pero la obra fue compleja. El polvo y los martillos neumáticos que demolían el Parque Habana (como se denominaba el parqueo construido en el espacoio de la Plaza Vieja) ahogaban las voces de maestros y niños. La entonces directora de la escuela Ángela Landa (Sonia García) pidió a Eusebio Leal locales ociosos que pudieran servir de sede temporal para algunas de sus aulas. El Historiador buscó entonces a Lesbia Méndez, quien en esos años dirigía la Casa Bolívar, y a Rebeca Lores, al frente del Museo Armería 9 de abril, y les anunció que en muy pocos días tendrían niños y maestros a tiempo completo en sus instituciones.
En aquel momento (año 1994), la Oficina no contaba con el sistema de centros culturales y museos tan amplio que tiene ahora, narró Lesbia. La Casa Bolívar había sido inaugurada en 1993 y la Armería era un museo de sitio con muchos años de fundado que recién se les había sumado: “La conversación tuvo lugar, como tantas veces, mientras caminábamos por la calle Mercaderes, y anunció que regresaría al día siguiente para ver el lugar que destinaríamos al aula. Días después ya estábamos trasladando pizarras y pupitres”.
“Al principio fue difícil para todos, los niños estaban cohibidos, costó hacerles entender que ese lugar sería parte de su vida escolar. Comenzamos charlas de familiarización para mostrar los diferentes espacios del museo, las actividades que organizábamos, y les dimos participación en ellas, sin afectar la docencia”, refiere Lesbia.
Poco después se sumó un aula en la Casa de África. Su director Alberto Granado recuerda que inicialmente existía un sistema de rotación que buscaba darle oportunidad a todos los niños, pero limitaba la experiencia: “Queríamos que aprendieran sobre la historia de África y aquellos grandes reinos cuyo desarrollo quedó brutalmente frenado por la esclavitud. También sobre la herencia de resistencia cultural que heredamos y que hoy distingue a América, al Caribe y a Cuba en particular. Tres meses era muy poco tiempo para tanto y se decide entonces mantener al mismo grupo durante todo el curs0”, explicó.
El especialista aseguró que en las charlas y talleres que impartían fuera del horario escolar incorporaron herramientas de la educación popular y se abrieron a la participación de toda la familia. Esos encuentros comenzaron a abordar, de manera científica, desprejuiciada, las religiones afrocubanas, sus patakines, así como los instrumentos musicales de origen africano.
– Biblioteca Pública Provincial Rubén Martínez Villena
– Museo Casa de África
– Antiguo Convento de Belén
– Museo Casa Guayasamín
– Museo Vitrina de Valonia
– Museo Casa Humboldt
– Museo Casa de México
– Antigua Iglesia de San Agustín
– Residencia Protegida Habana 620
Aulas para la familia
Uno de los resultados más valiosos del proyecto de las Aulas Museos fue la manera en que comenzó a dar respuestas a las familias y a la comunidad acerca de la obra que soñaba construir la Oficina del Historiador.
“Vale recordar que en el momento en que surgieron las Aulas Museos el país estaba viviendo una crisis económica profunda, el llamado período especial, explicó Lesbia. En ese contexto empezaron a florecer en la Habana Vieja hoteles y servicios para el turismo. La población no entendía bien el alcance de lo que estaba pasando, no se ubicaba como beneficiario de aquella gran obra. Es solo para turistas, decían”.
La llegada de los niños acercó también a las familias. Inicialmente los padres ni siquiera se atrevían a entrar al museo, pero todo fue cambiando y la comunidad comprendió la verdadera dimensión de la restauración. El desarrollo del turismo propició la apertura de centros culturales y obras de gran trascendencia social como el Hogar Materno Leonor Pérez, el Proyecto Comunitario de Estimulación Temprana en el Neurodesarrollo Infantil, las viviendas protegidas para la tercera edad y los hogares de ancianos.
Leal identificó tempranamente el impacto diverso del proyecto y al curso siguiente se abrieron nuevas aulas en otras instituciones con alumnos de las escuelas cercanas. El acompañamiento de la Dirección Municipal de Educación de La Habana Vieja ha sido cada vez más estrecho. Hoy, estar en un Aula Museo, es un estímulo para los maestros y alumnos de mejores resultados.
Atender esta experiencia ha devenido parte del trabajo cotidiano de la OHCH, su quehacer despertó la admiración de nacionales y extranjeros. Algunos se interesaron en colaborar, entre ellos la Oficina de Unicef en Cuba, así como organizaciones y gobiernos, labor que ha sido coordinada por la Dirección de Cooperación Internacional de la Oficina.
En la simiente del Programa Social Infantil y Adolescente que rectorea la Dirección de Gestión Cultural de la OHCH, están las Aulas Museos. En torno a ellas gira parte de la proyección sociocultural de las instituciones anfitrionas, así como la programación cultural que en ellas se gesta. Inspiraron, por ejemplo, la Fiesta Infantil que cada abril acerca artistas, escritores, narradores y poetas al Centro Histórico; también proyectos como Somos Uno, diseñado para la inclusión; y Niños Guías del Patrimonio, oportunidad estival para los más comprometidos con la herencia patrimonial que la Oficina ha puesto en sus manos.
Profesionales del futuro
Sofía Copperi Gispert tiene de 10 años y es alumna de la escuela primaria Camilo Cienfuegos. Su aula está en el centro cultural Vitrina de Valonia, donde es feliz: “Hay más espacio, confiesa, aprendemos de todo lo que hay en el museo, podemos participar de actividades como la Semana de la Cultura Belga e intercambiar con niños de ese país europeo”. La pequeña agradece los talleres de historietas y de francés que para ellos organizan. Hoy, “lo que más le gusta” es aprender el idioma y estudiar violín en el Centro Sinfónico Infantil, otro noble y hermoso proyecto social de la OHCH.
Mario R. Pérez Rodríguez (Mayito), en cambio, es de La Habana del Este. Su escuela se encuentra en Alamar y no tiene aulas en los museos, pero desde pequeño se benefició del programa sociocultural de la Oficina, aprovechando cuanta presentación, charla o convocatoria llegaba a oídos de su madre.
No obstante, él hubiera querido vivir la experiencia completa, como la de Sofia. La oportunidad que más se aproximaba le llegó con taller Vamos a armar un libro, organizado por la subdirección de Patrimonio Documental con el Aula Museo de la escuela Ángela Landa. que por entonces se encontraba en la Casa Víctor Hugo. Hoy, a punto de cumplir 17 años, Mayito agradece lo aprendido y a las personas que han hecho de él una mejor persona. Propone que el proyecto de las Aulas Museos trascienda los predios de La Habana Vieja y enfatice en la orientación vocacional.
Expertos, pedagogos, y familiares coinciden en que esta idea es uno de los mayores aportes de la OHCH pues, entre otras satisfacciones, potencia el aprendizaje de los niños, la disciplina, la formación en valores y el uso creativo del tiempo libre. Bajo su sombra crecen, tal como avizoró Leal, “los maestros, historiadores y profesionales con los que contaremos en el futuro”.