Una rápida revisada a Internet revela que hay un día internacional para todo. Pues me enteré que el 26 de abril es el Día Internacional del Humor.
Pero los cubanos empezamos a reír muchos días antes cuando le dimos una patada por el lado más sensible a quienes fracasaron en sus intenciones de plantar la bota sobre nuestra tierra. Nos demoramos menos de 72 horas en hacerlo, lo que tal vez sea un récord Guinness de la victoria de los pequeños sobre los grandes.
Desde entonces no nos han podido robar el mes de abril -como le ocurrió a Sabina- porque aquí el abril es también de jóvenes y de niños con pañoletas, de esos que van a tomar el batón del relevo en la carrera de los que nos fajamos todos los días para salir adelante.
Dijo el gran Chaplin que un día sin reír, es un día perdido, y si hubiese conocido a los cubanos le hubiésemos demostrado que no perdemos el tiempo.
Somos genéticamente divertidos porque tenemos en nuestro ADN un componente de alegría que, combinado con la risotada, ha dado nacimiento a un modo de ser que no se deja aplastar por las dificultades y hasta se mofa de ellas.
A los que no se suman a esa hilaridad intrínseca del cubano porque se sienten agobiados por la dureza del día a día les aconsejamos, muy a tono con este abril primaveral, que siempre hay flores para aquellos que desean verlas. Y ese mensaje de optimismo no lo inventé yo, sino Henri Matisse, el pintor francés que se pasaba la vida pintando flores.
Ni el rubio teñido del peluquín si triunfa en las elecciones yanquis, que ya ha empezado a vituperar a Cuba, podrá robarnos el mes de abril ni ningún otro porque, como lo hicimos hace más de sesenta años, le daremos un puntapié de dignidad y nos reiremos de sus malvadas intenciones a mandíbula batiente.
Alez