Algunos hablan del alza de los precios de los alimentos en el mundo según los informes de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO), donde advierten que se mantendrán altos y volátiles en los próximos diez años.
Ya los precios del trigo habían aumentado casi 50 por ciento, la mayor subida en tres décadas, mientras que los del maíz y de la soya alcanzaron niveles no vistos desde julio de 2008 en el mercado de Chicago.
El más reciente reporte de este organismo internacional registra un seis por ciento por encima de sus precios, situación que preocupa y a la vez alarma por temor de repetirse igual panorama del 2007-2008 cuando se decretó una crisis alimentaria.
Este crítico escenario estuvo motivado por inundaciones, sequías, incendios extremos y ciclos de malas cosechas por los desastres climáticos, lo cual afectó también la industria e influyó en el debilitamiento del dólar y el alza de la cotización del petróleo.
Mucho se habla acerca de si continuará el incremento del costo del arroz, el trigo, el azúcar, la cebada y la carne, muy parecido a las marcas registradas hace año, lo que obliga a todos a reflexionar.
El diplomático chino Qu Dongyu, reelegido hace unos meses para un segundo mandato por otros cuatro años como director general de la FAO, convocó a crear reservas de productos básicos para garantizar la seguridad alimentaria y afrontar los elevados importes de la comida e insistió, en que otro factor decisivo para cambiar la tendencia alcista de los alimentos, es no emplear maíz y otras oleaginosas en la producción de biocarburos.
Este sombrío panorama no excluye a Cuba si se tiene en cuenta las altas erogaciones realizadas por el país por concepto de alimentos,ante el incumplimiento de lo planificado y el no aprovechamiento al máximo de las reservas de cada localidad en aras de evitar compras en el exterior y la no existencia de divisas.
Se alertaba del “altísimo costo que tiene para el país mantener la canasta familiar normada, cuya importación cuesta más de 1 600 millones de dólares, 700 millones más que en el 2019, por el incremento de los precios” en el mercado internacional, subrayó el vice primer ministro y ministro de Economía y Planificación, Alejandro Gil Fernández en espacio televisivo Mesa Redonda.
Escucharlo nos hace reflexionar en cuán insostenible resulta mantener el consumo social a partir de importaciones. Se impone acometer una política que, en corto y mediano plazo, logre elevar de forma sustancial las producciones de alimentos y, además,potencie los ingresos en materia de exportaciones y las ventas en el mercado interno en divisas, si en realidad queremos fomentar una economía circular eficiente y con menos gastos.
Disímiles fórmulas existen para alcanzar estos objetivos, perosobresale una: trabajar duro, con disciplina, exigencia y muy apegados al proceso de planificación.
En ese sentido las empresas, con sus respectivas direcciones política, sindical y administrativa, deberán desempeñar un papel más activo para evitar gastos innecesarios y garantizar el cumplimiento de los planes de producción y servicios en los plazos establecidos.
A tono con ello cada colectivo laboral desde que inicie el 2024deben identificarse los posibles obstáculos para concretar coneficiencia su encargo social.
No puede repetirse la historia de que estén asignados y contratados los recursos, dispuestos los hombres y mujeres, en óptimas condiciones los medios técnicos y, sin embargo, se llega a los días finales del año con incumplimientos.
En ocasiones por razones subjetivas como falta de exigencia y de análisis oportunos para adoptar medidas a tiempo; demoras indebidas en la llegada de las materias primas o por violar lo pactado en el contrato económico.
Aún hay tiempo para meditar cuánto podemos hacer desde nuestros puestos laborales, pues, aunque algunos lo ven lejos, el tema del alza de los precios de los alimentos nos toca también bien de cerca.
Ya lo dijo el General de Ejército Raúl Castro Ruz en la clausura del IX Congreso de la UJC el cuatro de abril del 2010:
(…) Sin una agricultura fuerte y eficiente que podemos desarrollar con los recursos de que disponemos, sin soñar con las grandes asignaciones de otros tiempos, no podemos aspirar a sostener y elevar la alimentación de la población, que tanto depende todavía de importar productos que pueden cultivarse en Cuba.