Osvaldo Rodríguez Martínez, especial para Trabajadores
Parecería apocalíptico el título, pero los augurios sobre fatales desenlaces en algunos de los conflictos actuales (amenazas nucleares y daños a la estabilidad del ecosistema planetario) evidencian que el clamor por salvar la vida terrestre debería ser la prioridad.
En las guerras de Ucrania y la Franja de Gaza está latente el peligro de una explosión atómica como arma de guerra, y existen intenciones de atacar la electronuclear ucraniana de Zaporizhzhia, la mayor de Europa.
El reconocimiento creciente, desde el bloque occidental, de la imposibilidad de una victoria militar sobre las fuerzas rusas en Ucrania pudiera conducir a pasos en falso para tratar de cambiar la balanza a su favor, lo que empeoraría el escenario de guerra.
Las constantes provocaciones de los países de la OTAN liderados por Estados Unidos contra Rusia y la ruptura del acuerdo internacional de armas estratégicas, acerca el riesgo de una conflagración mayor con impactos probables en Europa y Norteamérica.
En la Península de Corea también aumentan las tensiones y alejan el camino de la reconciliación de ambos países, más aún el de la reunificación, y enciende las alarmas defensivas (advertidas) de la República Popular Democrática de Corea ante cualquier plan de agresión por la otra parte.
Otro foco a tener en cuenta es Estados Unidos que, en su guerra económica y geopolítica con China, se involucra cada vez más a favor de Taiwán, reconocido territorio chino por Naciones Unidas. La nación asiática considera esto una incursión de la potencia americana en sus asuntos internos.
Los movimientos militares estadounidenses en aguas del Estrecho de Taiwán y Mar de China, además de un reto al gigante asiático, multiplican el riesgo de que por accidente se produzca una escaramuza entre efectivos contrarios y ello escale a un abierto enfrentamiento de las múltiples fuerzas desplegadas en la región.
Un informe del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres aseguró que actualmente existen 183 conflictos regionales y locales documentados a nivel mundial este año (excluyendo a los relacionados con Estados Unidos, China y Rusia), la cifra más alta en las últimas tres décadas.
El mundo está “dominado por conflictos cada vez más intratables y violencia armada en medio de una proliferación de actores, motivos complejos y superpuestos, influencias globales y un cambio climático acelerado», alertaron esos especialistas.
Isla de Jean-Charles naufragando en el mar
El 2 de mayo del 2016 un titular de un rotativo estadounidense anunció: Reasentamiento de los primeros “refugiados climáticos” estadounidenses. En el bajante se leía de la asignación de un presupuesto federal para el reasentamiento de los pobladores de la Isla de Jean-Charles.
En unas siete décadas, el 98 % de las 8 mil 900 hectáreas de tierra ubicadas en el delta del río Mississippi, Estado de Louisiana, desapareció bajo las aguas del Golfo de México y las cuatro familias que aún quedan allí están amenazadas de que sus viviendas naufraguen en el mar junto a las restantes 129 hectáreas de tierra.
La comunidad que aglutinó a un centenar de familias en su momento de mayor auge resultó refugio seguro para la tribu Biloxi-Chitimacha-Choctaw y un pequeño núcleo de la Nación Unida Houma, quienes huyeron en 1830 de la Ley de Expulsión de Indios y lograron burlar la persecución de los colonos blancos.
El hundimiento de su isla tiene varias causas, según estudiosos, y una de ellas es las instalaciones para la perforación de pozos petroleros en sus alrededores, lo que unido a los diques colocados en el río Mississippi, disminuyeron la concentración de sedimentos para mantener la compactación del suelo.
El cambio climático, la elevación del mar y el incremento de la fuerza de los huracanes por el calentamiento de las aguas del Golfo de México, contribuyeron al resto de la destrucción del hábitat de estos originarios de América del Norte.
También Estados Unidos tiene en peligro de inundación a zonas costeras de Alaska, Miami, Nueva York y Nueva Orleans, lo que podría ocurrir al finalizar el presente siglo.
Más de la mitad de los terrícolas en peligro
Los costos de la migración, económica y psicológicamente son sustanciales para los desplazados porque están obligados a abandonar tradiciones, las tumbas de sus antepasados, la red de familiares-amigos, y muchas veces, hasta su lengua.
Según Naciones Unidas, cada año más de 20 millones de personas se ven obligadas a abandonar sus hogares debido a fenómenos meteorológicos extremos. Los investigadores prevén que, para finales de siglo, entre tres y seis mil millones de personas quedarán fuera del “nicho climático humano” que mejor sustenta la vida.
Visto a escala social, “la migración y el desplazamiento son procesos que tienen sus raíces en la desigualdad”, dijo a CNN en Español el director científico de la organización no gubernamental internacional Population Council, Jack DeWaard.
El también experto en desplazamientos climáticos y medioambientales añadió que esta crisis solo “va a exacerbar las desigualdades existentes en la actualidad”.
Tales fenómenos son presentados por los escépticos como una cuestión intangible y lejana, aunque existen personas aterrorizadas de que su país se ahogue bajo las olas, principalmente en las naciones insulares que ya perdieron parte de sus costas y algunas de sus islas.
Pronósticos realistas refieren que, al finalizar el presente siglo, entre 147 y 216 millones de personas tendrían sus hogares sumergidos o en riesgo de sufrir inundaciones periódicas, principalmente una veintena de países de Asia, Oceanía, Europa y Suramérica.
La peor de las guerras
La diplomacia, los bloques militares y los arsenales nucleares poco importan a la hora de analizar el otro gran reto que tiene en peligro de extinción a la raza humana: el calentamiento global producto a los perjuicios provocados por el hombre.
Múltiples han sido las alertas desde la comunidad científica, los medios de prensa y los grupos ecológicos cuando aún había tiempo para evitar la catástrofe. Pero los oídos sordos del poder económico transnacional se burlaron de los pronósticos y minimizaron sus posibles causas.
Los glaciares en los cascos polares se derriten y hasta gigantescos icebergs flotan a la deriva por el océano, mientras los recursos que pudieran paliar la situación se dilapidan en guerras fratricidas. No se detiene la deforestación ni la contaminación de mares y la atmósfera. ¡Salvar la Humanidad!, pareciera ser entonces el gran reto del 2024.