“…una ciudad digamos barroca, una ciudad renacentista, una ciudad neoclásica. Encontramos una ciudad que llena mucho nuestros requerimientos espirituales, quiere decir, lo que nosotros consideramos que es lo bello para nosotros, una relación amorosa entre el objeto amado y los amadores”.
Sobre la premisa de esas palabras de encomio a La Habana, del recordado Historiador de la Ciudad Eusebio Leal Spengler (La Habana, 11 de septiembre de 1942-31 de julio de 2020), descansa el ímpetu creativo del reconocido artífice del lente, Izuky Pérez Hernández (Banes, Holguín,12 de Septiembre de1982) en su series de fotografías urbanas, en las que el observador disfruta de una enjundiosa labor profesional que le permite, además, el acercamiento visual a los disimiles estilos arquitectónicos que entretejen el entramado de una urbe donde confluyen vestigios e influencias de las culturas españolas, árabes, italianas, griegas y romanas, respectivamente, amén de la fusión de corrientes estéticas como el neo-clasicismo, el art nouveau, el art deco y el eclecticismo, mediante la mezcla de elementos de diferentes movimientos y épocas de la historia del arte y la arquitectura.
Cámara en ristre, como “hierro” fijo al peto de su “armadura”, el aun joven creador desde hace muchos años radicado en la capital, con la mirada escudriñadora sobre todo lo que acontece a su paso, se detiene ante cada edificio para, tras ser de su interés, apretar el obturador y atrapar la belleza y elegancia de una metrópolis de altos valores históricos y patrimoniales. De tal modo logra, con total libertad compositiva, valiosas fotografías urbanas, muy bien definidas dentro de esta clasificación, aunque muchas de estas igualmente tienen relación con otros géneros, como los documental o testimonial, crónica o callejero, este último fuertemente relacionado con sus proyectos.
Sobre la anterior afirmación, vale reconocer que si bien es cierto en cada uno de los paisajes urbanos de Izuky existe una leyenda que contar (social, histórica, cultural…), igualmente transmiten verdades y realidades que no solo resaltan universos constructivos (inmuebles o conjuntos de estos, plazas, monumentos, avenidas…), sino además las huellas del paso del hombre por la ciudad; cuya presencia física en ocasiones se encuentra delante del lente de la cámara; para quedar atrapada azarosamente en la idea articulada por el artista con fines estéticos y creativos. De tal modo, en muchas de las obras de esta prolífica y variopinta serie que reúne cientos de instantáneas, trascienden mensajes propiamente inherentes al género de calle, surgidos de forma espontánea, debido a situaciones o elementos que concurrieron al acto de fotografiar y se incorporaron a la composición de manera natural, pues, como bien se ha dicho, una foto urbana podría ser más una foto en la calle, pero no una foto de calle. En tal sentido sobresalen sus trabajos en los que se destacan, en primera instancia visual, bici taxistas, detalles de grafitis, tendederas en vetustos balcones, transeúntes y vendedores ambulantes, entre los cuales hay una imagen, en blanco y negro, de un hombre de unos 50 años de edad que, de forma desenvuelta, muestra su potente y ejercitada musculatura, como reflejo del sarcasmo y sentido jocoso inherente a la idiosincrasia de los cubanos; suerte que también se disfruta en la imagen de un edificio donde está ubicado un cartel promocional de antaño que expresa “La Lucha”, en simétrica conjunción con el paso de un auto presumiblemente dedicado al alquiler, en la pelea de su chofer por subsistir; y otros muchos trabajos con similares intenciones.
Izuky asegura que además de capturar la belleza arquitectónica de La Habana, también “me encanta fotografiar la vida cotidiana en la ciudad. Desde las personas que caminan por la calle hasta los vendedores ambulantes y los músicos callejeros, cada aspecto de la vida en La Habana es una fuente de inspiración para mí. La Habana es una ciudad que nunca duerme, y esto se refleja en sus paisajes urbanos. Desde el amanecer hasta el anochecer, hay un sinfín de oportunidades para capturar la esencia de la ciudad. Me encanta fotografiar la ciudad desde diferentes perspectivas, ya sea desde un balcón con vistas a la calle o desde el Malecón con vistas al mar”
Su quehacer, evidentemente, tiene mucho que ver con la producción fotográfica de Eugène Atget (Jean Eugène Auguste Atget; (Libourne, 12 de febrero de 1857-París, 4 de agosto de 1927)), uno de los más famosos artistas franceses del lente, de finales del siglo XIX, cuyas obras proporcionaban al espectador la sensación de estar presente en el lugar que captaban sus imágenes; en tanto dedicaba extraordinario cuidado en la composición, el aprovechamiento de las líneas y curvas arquitectónicas, enfatizadas por el uso adecuado de la luz que subraya la textura de los edificios y otros aspectos concernientes a la urbanidad.
Dentro de las creaciones del emprendedor fotógrafo banense graduado de Técnico Medio en Electricidad Industrial, pero con una sólida formación prácticamente autodidacta —interesado en este arte desde muy joven en su pueblo natal—, descuellan las que con admirable sentido plástico ubican en primer plano diferentes arcos de medio punto, tomados en distintas construcciones coloniales y eclécticas de La Habana Vieja y Centro Habana. A lontananza, se aprecia la vida citadina, con su bullicio y colorido, su belleza y su historia. Igualmente trabajados son los contrastes entre las líneas rectas y las formas puntiagudas, las armonías y discordancias de los colores, caprichosamente aplicados por la vecindad en las fachadas de sus hogares, y subrayados por el artista mediante las técnicas que en los revelados les proporcionan el uso de programas digitales como Adobe Lightroom y Adobe Photoshop, respectivamente.
En el primero de estos, Izuky realiza todo el proceso de revelado, atendiendo a los ajustes de los pigmentos con la base del color que de forma natural le proporciona la cámara, en dependencia del modelo y características del equipo usado en cada toma. En esta labor dedica especial cuidado a las diferentes zonas de iluminación, con el fin de realzar o recuperar las que están quemadas; para luego centrarse en el tratamiento de las tonalidades, en las que predominan los colores cálidos y fríos, en ocasiones intervenidos durante el acto creativo para realzar la armonía, siempre en concordancia con las gamas brillantes y contrastantes que prevalecen en esta región del Caribe, sentido nacionalista acentuado en la mayoría de sus producciones artísticas, entre las que se ponderan las numerosas y seductoras tomas que vislumbran la insignia nacional. Llama la atención del observador la imagen donde aparece un mural, en primer plano, que recrea nuestra bandera mediante una técnica puntillista y, al fondo el capitolio, los edificios eclécticos y el recurrente almendrón (carros antiguos), que como paradigmas de la contemporaneidad insular es utilizado por este artífice en sus fotos urbanas.
En sus composiciones enfatiza, mediante el Lightroom y el Photoshop siluetas, líneas, contornos —a veces dibujados—, sombras que se entretejen con luces; así como caprichosas y esbeltas nubes que puntualizan la belleza del complejo entramado constructivo de la capital, para reafirmar la frase de Eusebio Leal que resalta: “Cuando uno llega a La Habana, siente que algo le seduce, le atrae, le atrapa…”.
A los procedimientos técnicos antes mencionados se une el empleo de complejas paletas de color, como las de la combinación de pigmentos tetrádicos que involucra cuatro colores que están equidistantes entre sí, es decir cuatro colores divididos en dos conjuntos complementarios; como por ejemplo el rojo con su antagónico verde; o el azul violeta y su opuesto amarillo anaranjado; sistema de valores perceptivos que forman parte de los métodos aplicadas por Izuky en el proceso de conclusión de cada obra, durante el cual dedica especial atención al equilibrio y vitalidad de sus proyectos.
Alegre, inquieto y soñador, él también trabaja con acierto plástico el desnudo artístico, el retrato y otros tipos de imágenes, incluyendo las necesarias labores de carácter comercial, muchas de las cuales realiza en su amplio y equipado Izuky Studio, ubicado en la céntrica calle Infanta, número 1066, entre Benjumeda y Desagüe, en Centro Habana, donde además vive con su familia. Pero para Izuky la fotografía urbana es una pasión de la que no ha podido desprenderse durante su exitosa y aun insuficientemente promovida carrera artística, cercana ya a las dos décadas y durante la que ha obtenido significativos lauros internacionales y ha impartido numerosos talleres de fotografía, en los que trasmite su ímpetu y vastos conocimientos. Asimismo, su extensa producción, ha sido incluida en numerosas publicaciones de varios países; algunas de estas en portadas de importantes revistas, así como en periódicos nacionales y extranjeros.
“Soy un artista apasionado de la fotografía de arquitectura de mi país. Me enfoco en capturar la belleza y la esencia de la ciudad a través de mi lente. La Habana es una ciudad llena de historia arquitectónica que se puede apreciar en cada esquina. Desde la arquitectura colonial española hasta la arquitectura moderna, cada edificio cuenta una historia única, desde 1900 hasta 1950 pasando por su máximo esplendor”, afirma este versátil y virtuoso artista, experto de la imagen digital, quien asimismo se encarga de investigar y estudiar sobre los objetos constructivos que les son de su interés.
En el ejercicio de las diferentes técnicas que garantizan una obra de exquisita factura, este hacedor de íconos fotográficos de bellezas citadinas, a veces logrados sobre la base de las ruinas de vetustos edificios, igualmente se vale del uso de los filtros, sobre todo el polarizador, para realzar el cielo y darle más dramatismo a la escena; así como otros que les permiten disminuir la intensidad de las luces o aportarle textura orgánica, tal se evidencia en varias de sus obras, sobre todo en aquellas panorámicas donde retrata diversos y unidos edificios.
Al observar su producción artística, asimismo llaman la atención el uso de trucos visuales que permiten mejorar la composición fotográfica, como los marcos, una eficaz herramienta que ayuda a focalizar la atención del espectador sobre determinada zona de la imagen, en tanto puede propiciar sensaciones de profundidad, contextualizar la instantánea captada a través del lente o ayudar a organizar su estructura. Se trata de una técnica que estimula al ojo y que es principalmente canalizada a través del subconsciente.
Estos procederes productivos igualmente se advierten en sus testimonios gráficos sobre los laboriosos altos relieves existentes en los frisos de algunos pórticos de edificios, obras que recrean figuras y formas de singular hermosura y plasticidad integradas al cornisamento que media entre el arquitrabe y la cornisa; como puede apreciarse en sus instantáneas frontales de la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús y San Ignacio de Loyola, más conocida como Iglesia de Reina; el Palacio de las Ursulinas; el Gran Teatro de La Habana y el edificio situado en la avenida de Reina, esquina a Rayo, y otros.
En esas, como en el resto de sus creaciones, conoce y aplica las reglas y posibilidades que le proporcionan el uso adecuado de la luz, de la que igualmente se aprovecha para realizar algunas tomas a contraluz, como las de los atardeceres en la imagen del pescador en el muro del Malecón habanero o el almendrón de transito por la calle Reina, entre otras; en tanto estudia minuciosamente los ángulos de sus composiciones, para hacerlas cualitativamente más interesantes, en ocasiones a la altura de su cuerpo y otras en contrapicado o cenital.
Excelentemente logrados son sus nocturnos, en los que igualmente sobresalen los contrastes de las luces, las sombras y el adecuado uso del color, como se distingue en muchas de sus fotografías, entre las que descuellan las del Gran Teatro de La Habana y el cine El Mégano; mientras que en la mayoría de sus obras logra manipular el movimiento, unas veces aportándole un sentido cinematográfico y otras detenido, sobre todo para resaltar a los almendrones que transitan por los diferentes barrios de la capital, integrándose al paisaje y a la vida cotidiana en esta.
Numerosos son los premios obtenidos por este creador que a la edad de 23 años, el primero de enero de 2006, se inició en el fascinante ejercicio de la fotografía. Ostenta, entre otros lauros, en Canadá: Concurso Premios Photoshoot, Premio en la categoría Desnudo (2014); Finalista de Plata en la categoría Desnudo Académico (2016); Finalista de Bronce, categoría Conceptual-Localización (2017); y Finalista de Plata, categoría Danza (2020); y en Rusia en el 6º Concurso Anual Internacional de Fotografía, el octavo premio de 35 conferidos en 2023; evento en el que en su edición anterior obtuvo premio en la categoría Retrato Emocional. Asimismo, ha participado en numerosas muestras colectivas de fotografía en importantes galerías cubanas y de Venezuela; aunque ya es hora de que organice una gran exposición retrospectiva de su obra.
Como febril cronista de su tiempo, en sus fotografías urbanas Izuky concibe a la ciudad que lo acogió desde su adolescencia, como un ecosistema, es decir como un cosmos en el que sus agitados habitantes no solo se interrelacionan entre sí, sino también con la profusa y a veces arruinada arquitectura donde trascienden sus vidas. Dentro del complejo y prolífico universo de este género —también denominado Street photo, por su traducción al idioma inglés— el amigable artista cubano forma parte de los más reconocidos cultivadores de una escuela internacional que posee cientos de miles de seguidores en todo el mundo, profesionales y amateurs. Sus creaciones pueden disfrutarse en su galería virtual en internet.