Hay hombres que hacen tan bien su oficio, que la vida les concede el derecho de ser Maestros. Así ocurre con Luis Pastor Rodríguez, chofer de la empresa de Ómnibus Nacionales (EON), a quien sus colegas le dicen profe. No es una lisonja, su hoja de servicios es un ejemplo para todo el que se incorpora a ese colectivo.
En las charreteras de su uniforme, no caben más barras amarillas. Cada una de estas significa años de su vida laboral sin incurrir en accidentes de tránsito. “Jamás he tenido la licencia de conducción suspendida”, dice con cierto orgullo, y agradece a Dios, “porque siempre lo llevo conmigo”.
Precisamente, él, junto a otros compañeros, estuvo entre los choferes que resultaron reconocidos en el acto, que tuvo lugar el pasado mes en la Terminal de Ómnibus Nacionales, como parte de la 60 Jornada Nacional de Tránsito. Allí, en diálogo con la Comunicadora del Grupo Empresarial de Servicios de Transporte Automotor (GEA), Tahimi Ferrera, le confesó ser un enamorado de su trabajo, al cual entrega cotidianamente sus energías.
Cuando se le pregunta sobre qué hacer para evitar los accidentes, considera que la familia puede ser clave en el desempeño del chofer: “es preciso que en la casa se respete el descanso, y luego, salir a trabajar sedado.
“Después hay que cumplir todo en la vía, tener en cuenta las señales del tránsito. Sin embargo, puedes andar por una carretera, en la cual se puede transitar a 80 kilómetros, pero cuando llegas a la realidad, por el estado de esa vía, debes ir a 30 o 20 km”, afirma y añade que en la actualidad tienen que enfrentarse lo mismo a las motorinas o carretones tirados por caballo que circulan a oscuras, y también a los animales sueltos en la vía.
Comenta que una de las cuestiones que más los afecta es la agresividad de algunos choferes que violan lo establecido en relación con la iluminación y ponen lámparas que no son las indicadas. “Lo correcto que cada carro traiga las luces originales. Ante eso, detengo la marcha y cuando pasan, continúo el viaje”, asegura.
No olvida sus raíces
Luis Pastor no olvida sus raíces. “Soy de origen campesino. Nací en Villa Clara y mi familia pasó mucho trabajo. ¡Me puse zapatos a los 12 años! La juventud piensa que ahora la situación está difícil y no sabe cómo eran las cosas aquí antes del triunfo de la Revolución”.
En sus palabras, hay agradecimiento al Comandante en Jefe y a lo que hizo la Revolución por los más humildes de Cuba. Estuvo presente en cualquier convocatoria: “participé en las zafras azucareras, en las del tabaco, en todo lo que hacía falta. De niño tuve que arar la tierra y le digo a mi esposa que todavía me atrevo a enyugar los bueyes y ponerme a sembrar”.
A sus 67 años, recuerda que comenzó a manejar muy joven. “Primero estuve como seis meses en Caibarién, en una cooperativa de ómnibus que había allí; después, durante dos años y medio, manejé un ómnibus en las FAR, me acuerdo del número de la chapa del carro: 829392. Posteriormente, estuve cinco años en la empresa de ómnibus urbano en la capital, en la terminal de Párraga. De ahí pasé a la base Sandino.
“Cuando llegué a Ómnibus Nacionales, en 1981, tenía el número 912 en el escalafón y en la actualidad, tengo el número uno”, añade.
Para él, asumir un timón, es como un sacerdocio. “Quien se sienta a manejar un vehículo, debe estar consciente de su responsabilidad, pues son muchas las vidas que están en sus manos, no solo las que permanecen dentro del carro, sino, las que van por la calle. Por eso le digo a las nuevas generaciones que tienen que mirarse en el espejo de los que mejor conducen”, alega.
Practicar la cortesía y el buen trato con los pasajeros es algo que nunca olvida. “La tripulación está en el deber de darles la información requerida. Usted no sabe qué problema tiene, de dónde viene esa persona que sube al ómnibus. A lo mejor es un guajiro, que, como yo hice un día, viene por primera vez a La Habana.
“Es verdad que muchas guaguas ya tienen el micrófono roto, pero eso no importa, usted se para en centro del pasillo, y ahí puede hablar”, acota y para ejemplificar, repite el mensaje que sabe de memoria: “Yo digo así: buenos días compañeros pasajeros. Su atención por favor (eso lo repite, porque alguien puede estar hablando y no lo escucha. La empresa de Ómnibus Nacionales y la tripulación que lo acompañará se complace en saludarlos. Y ahí nos presentamos.
“Luego se explicamos las paradas intermedias que se hacen de 10 minutos y luego la que se destina de 45 minutos para la comida. En realidad, ese tiempo no alcanza, hay mujeres embarazadas, otras con niños o alguna persona con algún tipo de discapacidad. Tengo por costumbre, tomando la atribución que me da la vida y la experiencia, que, si el tiempo no alcanza, por el bien de todos, esperamos, y si sobra, avanzamos. Creo que por la dirección se debe tener eso en cuenta. Son cosas que se pueden perfeccionar y no dependen del bloqueo, sino del cuidado que le pongamos al trabajo”, manifiesta.
Otro de los orgullos de Luis Pastor es el de ser juez lego. “Llevo 25 años en la sala penal del Tribunal Supremo. Primero estuve 12 en el tribunal municipal del Cerro y por mis resultados fui promovido”. Esa es una labor que ha hecho con seriedad, consciente de lo que significa ser uno de los hombres y mujeres que tienen la alta responsabilidad de impartir justicia en las instancias de los tribunales populares.
Feliz, con la familia que lo acompaña, él siempre tiene y tendrá disposición para lo que la Patria necesite: “¡Yo muero con las botas puestas!”, asevera.
Acerca del autor
Graduada en Licenciatura en Periodismo en la Facultad de Filología, en la Universidad de La Habana en 1984. Edita la separata EconoMía y aborda además temas relacionados con la sociedad. Ha realizado Diplomados y Postgrados en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. En su blog Nieves.cu trata con regularidad asuntos vinculados a la familia y el medio ambiente.