SANTIAGO DE CUBA.- A siete décadas de la mañana redentora de la Santa Ana, cuando un puñado de jóvenes, armados de valentía más que de fusiles, cambiaron el curso de la historia, el homenaje a los mártires de aquel revés convertido en victoria, y a todos los que de algún modo nos han traído hasta aquí, sigue siendo compromiso ineludible.
Por ello, al amanecer de este miércoles, luego de presidir la conmemoración por el aniversario 70 del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en la heroica y hospitalaria Santiago de Cuba, el General de Ejército Raúl Castro Ruz, líder de la Revolución cubana; y el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, protagonizaron una jornada de merecido tributo a la historia de un país.
Tras concluir el acto, mayúscula reverencia a los hechos que marcaron el comienzo del fin de los desmanes en Cuba, Raúl y Díaz-Canel, acompañados por miembros del Buró Político y autoridades del Partido y el Gobierno a nivel nacional y provincial, se trasladaron hasta el patio del museo 26 de Julio, ubicado en uno de los espacios del otrora cuartel Moncada, para rendir honores al teniente Pedro Manuel Sarría Tartabull, militar del ejército batistiano que con su actuación salvó a Fidel, al ser apresado, pocos días después del asalto.
«Fidel vivió por este honorable señor», dijo el General de Ejército a los participantes, luego de soltar la cinta de la ofrenda floral que, en nombre del pueblo de Cuba, fue colocada ante el busto, el mismo que fuera develado diez años atrás.
Tampoco faltó en el periplo de recordación la visita acostumbrada a la bóveda familiar donde reposan, junto a sus padres, Frank País y su hermano Josué, segados por la dictadura en la flor de sus vidas; así como a la tumba de otro compañero de luchas, Armando Hart Dávalos, cuya lealtad fue su principal divisa.
La comitiva también hizo un alto en el monumento a Perucho Figueredo, autor del Himno Nacional, aquel que con su letra encendida nos sigue llamando al combate y nos recuerda que, en ese empeño, «la Patria os contempla orgullosa».
Por último, el General de Ejército, el Jefe de Estado y los demás acompañantes colocaron flores ante los mártires del 26 de julio, en el mausoleo que los cobija, y en el panteón a los caídos por el internacionalismo.
Allí, a los pies de los nichos de los moncadistas, una frase de Fidel, dicha en diciembre de 1953, y que evoca a su vez al Apóstol, asegura que «ningún mártir muere en vano, ni ninguna idea se pierde». Como no se perdieron las de aquellos jóvenes que, al decir de Raúl, «trataron de tomar el cielo por sorpresa», y, más temprano que tarde, lo lograron.
Bendita entonces aquella mañana de la Santa Ana, que nos legó un Moncada, cual inspiración sempiterna; y benditos los héroes «que no han muerto al final; y que viven allí, donde haya un nombre, presto a luchar, a continuar».
(Tomado de presidencia.gob.cu)