Desde que comenzó a incursionar en el arte, ejercicio que se remonta a su infancia, la pintura —como el grabado y la escultura— de Agustín Bejarano Caballero (Camagüey, 1964), ha tenido una concepción muy humanista, cuyas tesis echan anclas en sus orígenes y en la cultura universal a través de una simbología con representaciones diversas que derivan, por lo general, en obras que lo sitúan como un ensayista de su tiempo, y también del espacio vivido por sus antepasados. La creación de sus mundos paralelos están estructurados con la magia de sus dibujos subordinados a una técnica que despierta la conciencia de los demás.
Tales consideraciones trascienden tras disfrutar de su más reciente exposición personal, que bajo el sugestivo título de Los arcanos del Demiurgo, actualmente se presenta en la galería Collage Habana, de la capital, donde se encuentran instaladas trece de sus más recientes creaciones que ofrecen al espectador la posibilidad de abandonarse al misterio, de penetrar —o despertar— ante universos conocidos; como pensamientos y tautologías expresados de distintas maneras. Cada uno de sus cuadros establece un diálogo que insta a sentir un retorno, una mirada reflexiva y crítica hacia el pasado, el presente y el futuro.
En sus palabras incluidas en el catálogo de la muestra, este artífice subraya: “Al concebir la estructura de las obras que conformarían esta exposición tuve en cuenta el diverso y amplio registro de sugerencias y sinuosidades que ha caracterizado las obras y conformado el espectro de la serie Los Ritos del Silencio. Ese amplio registro me ha permitido realizar y mantener un lenguaje diverso y motivador, también ha posibilitado que cada exposición o segmento de esta macro serie tenga una independencia y a la vez una coherencia, continuando con lo novedoso como premisa.
“Los Arcanos del Demiurgo —agrega— lo hace desde la intimidad que permiten las escenas interiores, donde la arquitectura es coautora del diálogo que proponen los cuadros. Esta serie surgió de unos dibujos que realicé en Estados Unidos y que agrupé bajo el título Interiores. Lienzos de grandes formatos, pintados con acrílico o técnica mixta, definen los soportes que vengo usando hace años; esta serie no está exenta de ese carácter monumental.
Desde su emblemática serie Los ritos del silencio, iniciada en el año 2002, en toda la creación posterior de Bejarano se establece una enjundiosa introspección en la vida interior del hombre, en sus problemas y costumbres. Cada obra que surge posee el distintivo sello de la originalidad, al recrear códigos inherentes al individuo contemporáneo mediante testimonios y huellas que asimismo tienen que ver con los temas religiosos, tanto cristianos y católicos, como de la herencia africana, amén de sus reflexiones en torno a la vida íntima del hogar cubano, con sus reminiscencias remotas, en un cosmos conformado desde experiencias familiares que tienen que ver con ilusiones, creencias, contrariedades, amores y adversidades, asuntos que él no referencia como un cronista o un historiador, sino como lo que realmente es, un gran pintor.
Abram Bravo Guerra, curador de la exposición, en las palabras del catálogo afirma que este creador “pinta enfermo los dramas del encierro, los objetos que huelen todavía a tiempos que se fueron, los barcos varados de quienes se quedan, las mesas para diez en las que almuerza uno, las escaleras que descienden, los sillones de la sala, el viejo cuadro de la abuela, la ciudad que desde adentro sabe a otra que ya no está —o nunca estuvo—. Como un De Chirico habanero, transporta el vacío de las estructuras clásicas a interiores repetidos hasta el cansancio en el paisaje insular”.
En Los arcanos del Demiurgo vuelve a estar presente el diminuto personaje que nació con Los Ritos del Silencio. Sencillo, muchas veces pensativo y cabizbajo. Tal figura que sintetiza a la sociedad insular, aquí adquiere una significación de demiurgo, que proyecta su meditación desde un sillón, una mesa, un espacio del hogar para convertirse en artífice o alma que revive su propia historia en su espacio cerrado. De acuerdo con su etimología, el demiurgo (del griego démos, pueblo, y érgon trabajo: creador, artífice) es un “supremo artesano” y un maestro, término que en el griego antiguo se aplicaba al trabajador o artesano en general, premisa que retoma Bejarano para identificar esta mística entidad que aparece, una y otra vez, narrando historias, moviendo ideas y, ante todo, sirviendo como motivador de sensibilidades y emociones entre los espectadores.
Según Platón el demiurgo construye el universo a semejanza de las ideas. Posee todos los tipos de magia que existen, así como otras fuerzas místicas y sobrenaturales; atributos que subraya este maestro en sus tesis pictóricas; en las que el hombrecito de sus composiciones es un hacedor o un organizador de una realidad cimentada en el pasado expuesta en monumentales pinturas en las que también se funden la maravilla y el éxtasis.
Esta figura, de trascendental importancia en la interpretación de estos cuadros, dispone de su propio Arcano (del latín, arcānus), relativo a una cosa o sujeto secreto, recóndito, reservado. Se trata de una energía oculta y misteriosa que puede adivinar o profetizar el futuro, tal como sucede en los arcanos que hacen referencia a las 78 cartas que componen la baraja del tarot. Ese, precisamente, es el papel sicológico de este diminuto hombrecillo.
En su libro Creatività e pensiero laterale, manuale di pratica alla fantasia (Creatividad y pensamiento lateral, manual de práctica de fantasía), el eminente sicólogo y escritor maltés, padre del llamado Pensamiento Lateral, Edward De Bono (1933-2021), alega que “(…) la creatividad está rodeada de una aura mística, a la manera de un talento misterioso, lo cual quizás es justificable en el mundo del arte, que exige sensibilidad estética, emotividad, y capacidad innata de expresión, pero tiene menos razones de existir en otros campos”. Desde muy joven, antes de graduarse de la Escuela Nacional de Arte (ENA) en la especialidad de Pintura, en 1984, y del Instituto Superior de Arte (ISA), en 1989, en Grabado, Bejarano hace de la creatividad un catalizador, que ha hecho posible que cada una de sus obras se convierta en, además de extraordinaria, memorable; en lo cual indiscutiblemente intervienen las atmósferas serenas y armoniosas, donde la tranquilidad interviene en conjunto con la técnica que utiliza.
Según el artista, “esta serie surgió de unos dibujos que realicé en Estados Unidos y que agrupé bajo el título de Interiores. Lienzos de grandes formatos, pintados con acrílico o técnica mixta, definen los soportes que vengo usando hace años; esta serie no está exenta de ese carácter monumental. De nuevo la migración, la diáspora, el desarraigo y demás lastres que suponen desprenderse del hogar materno, entiéndase la familia como la célula fundamental de la sociedad y el entorno, donde se forma la base primigenia y se estructura la génesis cultural del ser”.
En Los arcanos del Demiurgo, concebida como colofón de las celebraciones por las dos décadas de Los Ritos del Silencio, asistimos a una nueva propuesta de un artífice que ha cultivado su espiritualidad redefiniendo su actitud, su manera de concebir la vida y de producir arte mediante un ritual de reflexiones y auto reconocimientos humanos. “Esta exposición —expresa el maestro— es un canto de amor a lo nuestro, a valores que nos pertenecen y son cuestión de orgullo. De eso tratan mis “Interiores”, de la amplia gama de significados en cada segmento tratado. Sobre el tema yo no digo nada, dejo el diálogo abierto a partir del lenguaje sugestivo de cada cuadro”.