Con Filo: Más que escuelas, sueños

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Hace solo unos días veíamos con alegría cómo egresados de varias generaciones y estudiantes del Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas Federico Engels, de Pinar del Río, daban rienda suelta a las emociones durante la conmemoración de los 45 años de fundado ese plantel.

 

Y precisamente este 31 de enero también está de cumpleaños la mítica Escuela Lenin, en sus inicios solo Vocacional, luego pre de ciencias exactas, y ahora sede de dos instituciones docentes muy distintas, que llega así a sus 49 años y ahora comienza el camino al medio siglo de fundada.

Y no fueron estas las únicas experiencias educativas de su tipo que por muchas décadas formaron decenas de miles estudiantes que luego han resultado profesionales esenciales para el desarrollo del país y personas de gran calidad humana.

Es cierto que todos esos centros escolares que nacieron de los conceptos y empeños de Fidel fueron concebidos e impulsados en otras circunstancias históricas, en condiciones económicas, sociales y demográficas muy diferentes a las que vivimos en la actualidad.

Pero las lecciones que han dejado para la educación cubana aquellas escuelas vocacionales, y otros megaproyectos posteriores como la Escuela Latinoamericana de Medicina, las Escuelas de Instructores de Arte en numerosas provincias o la Universidad de Ciencias Informáticas, por citar solo algunos ejemplos, no solo resaltaban por las condiciones materiales que se les crearon en sus años de mayor esplendor, sino por la originalidad de sus propuestas formativas, en respuesta a necesidades bien fundamentadas.

En el caso específico de las vocacionales a que hacíamos referencia, quizás todavía está por desentrañar el misterio de ese sentido de pertenencia y de continuidad generacional que consiguieron durante décadas, para afianzar modelos de actuación individual y colectiva, integralidad de la enseñanza y solidez académica de sus graduaciones.

En esta época donde tantas dificultades tenemos y existen hasta nuevas urgencias, tanto en la formación académica y en los campos de estudio, como en el fomento de valores, valdría tal vez la pena profundizar en todos los elementos pedagógicos, culturales y hasta simbólicos que convirtieron aquellas escuelas en referentes y paradigmas para adolescentes y jóvenes, que hoy en plena adultez todavía las añoran.

Porque a las escuelas e institutos no solo se va a buscar conocimientos y habilidades docentes, hay que dotarles de esa magia motivacional que les permita sembrar actitudes positivas, comportamientos duraderos, hábitos de disciplina, convivencia y compañerismo, patrones culturales y riqueza espiritual.

Y no estaría nada mal además que se conservara con la mayor dignidad posible la historia y la herencia de esos centros educativos, incluyendo su patrimonio físico, por todo lo que ello representa para tantas personas en lo individual y para la conciencia colectiva de la nación cubana.

Celebremos, entonces, en sus aniversarios recientes y futuros, todas las graduaciones de la Engels, de la Lenin, y de otras escuelas vocacionales y de ciencias exactas, al igual que de tantas instituciones educativas notables que han dejado profundas huellas en sus profesores y alumnos.

Ojalá de esa forma podamos contribuir también a darles continuidad a sus enseñanzas, en esos mismos proyectos educativos o en otros que surjan más acordes con los tiempos, pero siempre bajo la premisa de crear, más que escuelas, sueños.

 

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