El venidero 20 de abril tendrá lugar un debate definitorio entre los candidatos a la presidencia de Francia: Emmanuel Macron, La República en Marcha; y Marine Le Pen, Agrupación Nacional. El actual presidente podría quedar contra las cuerdas por las claras insuficiencias de su primer período; mientras su oponente intentará evitar los mensajes extremistas que tanto le afectaron en las elecciones del 2017, línea en la que ha estado trabajando durante toda la campaña.
Para muchos analistas la votación prevista para el 24 de abril será también un referendo acerca de la permanencia, o no, de la nación en la Unión Europea, y de la anunciada transición ecológica. Macron, defensor del bloque regional, se ha comprometido a impulsar las energías renovables y habla de construir seis nuevas centrales nucleares; mientras Marine ya no se opone abiertamente a la integración, pero insiste en reformar los términos en que Francia participa de la Unión Europea.
El actual presidente aseguró el pasado sábado que “la ecología será el corazón” de su política. Fue un guiño evidente a los jóvenes presentes en el acto realizado en Marsella, región donde Jean-Luc Mélenchon, de La Francia Insumisa, se alzó como favorito en primera vuelta (10 de abril). Vale añadir que el septuagenario candidato recibió el voto del 65 % de los ciudadanos entre 25 y 34 años de toda Francia.
No obstante, ninguna retórica podría purgar el malestar que llevó a los Chalecos Amarillos a las calles en aquellas protestas multitudinarias que desde finales del 2018, y por varios meses, denunciaron la desigualdad social y otras falencias sistémicas. Tampoco resolvería el conflicto laboral que mantiene en tensión al sector del transporte y a los sindicalistas en huelga contra las normas de organización del trabajo que en trenes y tranvías entrarán en vigor el 1.o de enero del 2025.
Macron ha ganado, con honores, el apelativo de “presidente de los más ricos”, debido a su política económica y la eliminación del impuesto a las fortunas. Un informe del Instituto de Políticas Públicas de Francia asegura que el 1 % más rico aumentó su renta en un 3 %, mientras que el 5 % más pobre solamente se benefició un 0,8 por ciento.
Durante la presente campaña el mandatario anunció medidas impopulares como la de extender la edad de jubilación hasta los 65 años y aumentar el precio de la inscripción en la educación superior. Ello tuvo un claro impacto en las urnas y explica, en parte, el ascenso de Mélenchon, quien esta vez obtuvo el 22 % del favor popular, apenas 1,2 % menos que la candidata de extrema derecha.
“¡No hay que darle un solo voto a Marine Le Pen!, enfatizó el representante de La Francia Insumisa apenas supo el resultado y llamó a su electorado a no dejarse vencer: “Mientras haya vida, el combate continúa. Sé que ahora la violencia de la decepción se dirige hacia lo que se hubiera podido hacer, pero cómo no estar orgullosos del trabajo realizado, el frente popular existe, ¿qué hubiera pasado si no hubiéramos trabajado?, ¿qué quedaría de esta fuerza?”.
En carta abierta a su electorado (publicada el 13 de abril), Mélenchon alertó que “Marine Le Pen suma al proyecto de maltrato social que comparte con Emmanuel Macron un peligroso fermento de exclusión étnica y religiosa”.
El politólogo francés Pierre Lebret, experto en cooperación internacional, ha dicho que “nunca antes la amenaza de la extrema derecha había obtenido niveles de adhesión tan altos a pocos días de la elección. El peligro acecha, y las consecuencias serían nefastas al tener una persona de la extrema derecha, abiertamente racista, sentada en el Elíseo. Tampoco se puede olvidar que Francia es una potencia nuclear y miembro permanente con poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU. No da lo mismo quién gobierne. Como lo expresaba el expresidente François Mitterrand: Le nationalisme, c’est la guerre (el nacionalismo es la guerra)”.