Los malos augurios no están permitidos cuando hay tantos corazones latiendo por hacer esta zafra, aún con mínimos resultados, pero con la convicción de que llegarán tiempos mejores, teniendo en cuenta lo que se haga en la siembra. Sin caña no habrá azúcar ni derivados.
El plan de producción de la zafra 2021-2022 se encuentra muy apretado, pero ni los trabajadores ni sus directivos renuncian a cumplirlo; no se rinden por grandes que sean los obstáculos.
El presidente de Azcuba Julio Andrés Pérez se preguntó cómo aprovechamos mejor los recursos, planificamos eliminar los atrasos en el menor tiempo posible y sembramos bastante caña para que en la próxima zafra empiece a cambiar la situación.
Los hombres del azúcar batallan contra problemas acumulados a falta de una fuerte inyección financiera para recapitalizar y modernizar los ingenios y la ingeniería de la producción cañera.
Obsolescencia tecnológica y falta de caña son las causas primordiales del retroceso de un sector que es economía, cultura e historia de esta nación.
La realidad de esta zafra, dijo el presidente de Azcuba, estuvo provocada, además, por dificultades financieras, la indisciplina laboral, tecnológica y en la dirección.
Quedan dos meses decisivos: marzo y abril, en los que según William Licourt, secretario general del Sindicato Nacional Azucarero (SNTA), se pueden tensar las acciones en aras de la eficiencia de los pelotones de corte, en los centrales, el cumplimiento de las medidas de ahorro y el reconocimiento a los innovadores que solucionan los problemas más apremiantes.
La preparación de tierras y la siembra de caña requieren más calidad, así como la capacitación, para que los trabajadores tengan mayor incidencia en el proceso productivo.
Habrá que hacer milagros con los escasos recursos disponibles, ya que aún se espera poder organizar una estrategia para superar las dificultades que influyen en los bajos índices productivos que, por ejemplo, en Camagüey, permitiría moler por encima del 80 %, en este mes de marzo, afirman autoridades del país.
Está en marcha una zafra apegada a las condiciones, sin trabajadores interruptos o con los que están debidamente protegidos; con un salario medio de 4 mil 386 pesos para los estatales y remuneraciones que han ascendido en las cooperativas con la cosecha de caña y de otras producciones, informó Antonio León Mursulí, director de Capital Humano de Azcuba.
El azúcar tiene un alto costo. Está a expensas de que un chofer tenga que esperar cuatro horas para resolver el ponche de una goma de su camión cargado de caña. Y también del ingenio de arreglar un desperfecto de la maquinaria a sabiendas de que solo da para “un llegue”, como decimos los cubanos, algo donde entra al juego el valor de la solidaridad, del compañerismo y la eficiencia administrativa, entre otros aspectos.
La zafra arrastra con el precedente de la anterior, que fue chica e ineficiente, en la que, de las 72 empresas del Grupo Azucarero, solo ocho formaron utilidades y 10 cerraron sin pérdidas. Las UBPC (unidades básicas de producción cooperativa) mantienen los más bajos rendimientos agrícolas de la base productiva, más de la mitad son irrentables y la remuneración es baja, según recoge el informe al reciente Secretariado Nacional del SNTA.
Hay que aferrarse a las 93 medidas aprobadas por el Estado para salvar, léase bien, salvar al sector; por ejemplo, el presupuesto del Estado destinará mil 125 pesos para cada hectárea que se roture y aliste con tracción animal, 9 mil por erradicar árboles leñosos en cada hectárea sembrada de caña, y se autoriza alquilar tractores a particulares y cooperativas, comentó a Trabajadores Iván Domínguez, miembro del Secretariado Nacional del SNTA.
Son 93 oportunidades que se suman a lo que existía y a un clima magnífico. Y hay que sacarles lascas por el bien de esta zafra, que se hace con la voluntad de los trabajadores, del Estado y de un pueblo que no se acostumbra a vivir sin el azúcar.
Con la implementación de las 93 medidas para salvar el sector azucarero se logra eliminar trabas que entorpecían la productividad y el encadenamiento con los diferentes tipos de actores económicos.