Ocurrió en uno de los edificios residenciales del Vedado habanero, una noche de estas en que el vecindario se reúne para la consulta popular del proyecto del Código de las familias.
El inmenso espejo del recibidor donde transcurrió el encuentro reflejaba a una treintena de mujeres y hombres, niños y adolescentes, personas en parejas o solas, jóvenes y adultos mayores, como en un fresco animado, una pintura de la naturaleza viva de nuestros hogares cubanos.
No estaban todos los que debían, es cierto, pero quienes asistieron prestaban buena atención. En varios casos iban con sus folletos y notas, o sus celulares tal vez con la aplicación hecha para facilitar el proceso.
La presidenta de la Comisión Electoral de Circunscripción introdujo y presentó al dúo de juristas que auxiliarían el repaso, título por título, del extenso documento.
Y sí, hubo dudas, cómo no haberlas. ¿Un menor de edad podría denunciar un caso de violencia familiar?, ¿la obligación de dar alimento comprende a hijos aptos para el trabajo que no quieran hacerlo?, ¿qué es la multiparentalidad?, ¿cómo evitar que la gestación solidaria devenga en el más mínimo chance de hacer negocio con el vientre de la mujer?
Ambos especialistas, Yanima Amoroso y Héctor Laza, lidiaron con relativa soltura ante estas y otras inquietudes que varios electores les pidieron esclarecer. En una oportunidad hasta recibieron el auxilio oportuno de una vecina que hizo notar la utilidad del glosario de términos que acompaña al proyecto.
También hubo un momento triste. Alguien pidió eliminar el derecho a la adopción para determinadas personas, solo por su género y orientación sexual. El planteamiento quedó inscrito, no sin que se le hiciera notar a la electora que ello restaría carácter inclusivo a la futura Ley. Y constitucionalidad, podríamos añadir.
“Ella tiene el derecho de opinar así, pero también después tendrá el deber de aceptar lo que la mayoría determine, y eso es una forma también de educación. La vida le enseñará que eso no es como ella se lo cree”, nos comentó luego una moradora muy respetada de ese edificio: la artista visual Diana Balboa, quien durante treinta años fuera pareja sentimental de la inolvidable cantautora Sara González.
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