Cuando faltan menos de dos meses para que se cumplan dos años del inicio de la pandemia de Covid-19 en Cuba, parecería que poco falta por decir, casi nada por ver, y todavía mucho por hacer para enfrentar la contagiosa enfermedad.
La extensión de la variante Ómicron del Sars-Cov-2 nos vuelve a ubicar en una situación delicada, con una alta cifra de casos diarios, que según expertos podría estar ya en la meseta del nuevo pico epidémico.
La alta cobertura de la inmunización con las vacunas cubanas, incluyendo el avance acelerado en la cuarta dosis de refuerzo ya con cuatro millones de personas vacunadas, no puede ser nuestra única carta de triunfo, aunque sea una garantía esencial en este momento.
Las medidas de prevención deben continuar en la mira de nuestra ciudadanía, sin complacencias ni malcriadeces. Sí, porque resulta inadmisible que a estas alturas haya actitudes irresponsables, después de todo lo que hemos padecido y ya sabemos sobre el persistente virus.
Resulta increíble que todavía haya personas que manifiestan síntomas y en lugar de pensar en la posibilidad de la Covid-19, empiecen a barajar primero otras suposiciones. Que si una gripe, que si infección en la garganta, que si un andancio que anda, pero no es Covid…
Y lo peor no resulta ese autoengaño, incluso en personas con alto nivel de instrucción y bien enteradas de la situación, sino que en ocasiones esa negación se acompaña de acciones temerarias y desconsideradas, como transitar por lugares públicos, hacer visitas y hasta ir al trabajo en tales condiciones.
Está dicho y redicho. Quien sienta algún indicio de una infección viral, lo menos que puede hacer es limitarse de interactuar con otras personas, y hasta debe tratar de proteger a su familia y convivientes de su hogar, hasta donde sea posible.
Ahora que los ingresos son mayoritariamente en la casa, porque existe una probabilidad menor de agravamiento, más razón hay para cuidarnos en el plano individual, como un deber con nosotros mismos y quienes nos rodean.
Acudir a las instituciones de salud, y tratar de confirmar cualquier diagnóstico, también es ahora imprescindible. No importa que tengamos todas las dosis habidas y por haber de las vacunas. Aunque sea menor el riesgo de enfermar de gravedad, hay que pensar en la oportunidad que cada cual tiene en poder cortar la trasmisión, y eso solo se consigue con un diagnóstico oportuno y el debido aislamiento, no importa si nos parece leve o pasajero el malestar que podamos sentir.
A las vacunas hay que ayudarlas, y con eso podemos aplanar la curva de contagios, y conseguir con mayor rapidez superar el nuevo pico, lo cual beneficiará a la salud colectiva y la vida económica y social de nuestro país.
En ese camino de la responsabilidad individual habrá que continuar no sabemos cuánto tiempo, pero es la mejor solución para enfrentar esta pandemia, de cuyo manejo y formas de control quizás quede ya muy poco nuevo por decir, pero todavía hay mucho por hacer
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