La rápida propagación de Ómicron, la nueva variante del virus SARS-CoV-2, confirma que la actual crisis sanitaria no terminará hasta que todos los países controlen la emergencia hacia dentro de sus fronteras. Como ha dicho Henrietta Fore, directora ejecutiva de UNICEF, “la Covid-19 ha demostrado que nuestros destinos están intrínsecamente conectados. Tanto si ganamos como si perdemos, lo haremos juntos”.
Para vencer a la Covid-19 es preciso vacunar masivamente, algo que hasta el momento ha sido imposible pues la distribución de inmunógenos ha replicado la injusta distribución de la riqueza de la que tanto se habla.
Michele Heisler, directora médica de Physicians for Human Rights y profesora de Salud Pública y Medicina Interna en la Universidad de Michigan, declaró al British Journal Medicine que “las grandes desigualdades actuales (en la distribución) de las vacunas en todo el mundo son inaceptables, innecesarias y peligrosas dado el surgimiento de nuevas variantes”.
Las veinte naciones más ricas del mundo (G-20), por ejemplo, recibieron 15 veces más vacunas que los países del África subsahariana, según informe presentado por la empresa de análisis científico Airfinity.
Apenas el 11 % de los mil 300 millones que componen la población africana ha sido inmunizada. De ellos, un 7,17% tienen la pauta completa y un 3,7 % aguarda por la segunda dosis. Dentro del propio continente, Burundi, por ejemplo, con cerca de 12 millones de habitantes, solo ha vacunado a 814 personas (0,01 %); mientras Nigeria, el país más poblado de esa región (supera los 206 millones de personas), apenas reporta 1, 71 % de inmunización.
Desde marzo de este año, la fundadora de la Iniciativa de Justicia Sanitaria de Sudáfrica, Fatima Hassan, había advertido que “si ni siquiera en Sudáfrica podemos vacunar a la mitad de nuestra población, cómo se las arreglarán Zimbabue, Lesoto, Namibia y el resto de África. Si esto va a continuar por otros tres años, no obtendremos ningún tipo de inmunidad continental o global”.
Sus palabras fueron un aviso. El desamparo en que quedaron los africanos ante la covid-19 es una de las razones con que los investigadores explican por qué el virus continúa expandiéndose y mutando, poniendo en riesgo a todos, y vulnerando la efectividad de las vacunas.
¿Ha fracasado Covax?
Apenas unas semanas después de que se decretara la pandemia, expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) comenzaron a promover COVAX, una iniciativa solidaria a través de la cual los países ricos se comprometían a financiar las vacunas de los más pobres.
Casi un año después de que se iniciaran las campañas masivas de vacunación en Occidente, el mecanismo COVAX ha demostrado que la solidaridad no abunda. Hasta el momento, apenas el 12 % de las vacunas comprometidas ha sido entregado: 238 millones de 2 mil millones pactadas, cantidad que ya era insuficiente pues solo permitía inmunizar al 20 % de la población de cada uno de los 92 países considerados de ingresos bajos y medios.
Justo es reconocer que Estados Unidos marcha al frente en la lista, con 120 millones de vacunas entregadas, como también lo es señalar que muy lejos está de cumplir con el compromiso que hizo de aportar 800 millones de dosis.
Provecho de necios
Si la industria farmacéutica fuera un país, clasificaría por sus ganancias como una de las 15 economías más fuertes del planeta. Tamaña riqueza se concentra fundamentalmente en compañías de China, EE.UU., Suiza, Japón, Alemania y Francia, muchas de las cuales se sumaron rápidamente a una desenfrenada carrera en busca de una vacuna efectiva.
Los gobiernos de los países más poderosos aportaron unos 8 mil 600 millones de dólares a la investigación, lo cual les permitió tomar ventaja luego, en la distribución. Organizaciones filantrópicas contribuyeron con mil 900 millones; potentados como Bill Gates, Jack Ma (fundador de Alibaba), y Dolly Parton, estrella de la música country, apoyaron con cifras nada despreciables; mientras que las farmacéuticas —principalmente AstraZeneca plc, BioNTech SE, Johnson & Johnson, Moderna, Inc., Novavax, Inc. y Pfizer, Inc.— invirtieron 3 mil 400 millones de dólares.
Precisamente las farmacéuticas resultaron ser las grandes triunfadoras. Pfizer BioNTech, por ejemplo, acaba de reportar 10.6 mil millones de dólares de ganancias, solo en el tercer trimestre de este año. En igual lapso de tiempo, Moderna obtuvo 6.1 mil millones de dólares, y Astrazeneca, mil millones de dólares.
El pronóstico de Airfinity para el 2022 es que las ventas de Pfizer BioNTech aumenten un 77 % y las de Moderna en un 130 %. Mientras tanto, al cierre del 29 de noviembre, la Bolsa de Nueva York anunciaba que la tendencia de las acciones de ambas compañías es al alza: 4,2 % y 20 %, respectivamente.
Tan suculentas ganancias explican por qué en marzo, EE. UU., la Unión Europea (UE), el Reino Unido y Canadá bloquearon, por tercera vez desde que comenzó la pandemia, una resolución en la Organización Mundial del Comercio que solicitaba suspender temporalmente los artículos del Acuerdo TRIPS (Trade Related Protections for Intellectual Property Rights) que protegen las patentes médicas.
Las patentes conceden un derecho exclusivo de 20 años a su titular lo que impide que otros fabriquen o comercialicen el objeto de dicha patente sin su consentimiento.
La propuesta patrocinada por Sudáfrica e India y respaldada por otros 57 países buscan facilitar (y abaratar) el acceso a las vacunas y a los medicamentos empleados para combatir la Covid-19. Los dueños de las patentes y marcas sostienen que, incluso si ellos cedieran las fórmulas, nada resolverían pues pocos países tienen el personal capacitado para producir vacunas. Los defensores de la exención, por su parte, aseguran que la solidaria acción serviría de palanca para que otras empresas compartan voluntariamente sus experiencias.
¿Quién ha ganado con la pandemia?
A pesar de que la debacle económica ha sido mundial, no faltan personas que han salido ganando. En abril del 2021, por ejemplo, cuando ya habían transcurrido más de 12 meses de pandemia, Forbes anunció un récord de 493 nuevos multimillonarios, 40 de ellos vinculados a compañías que han participado del enfrentamiento al nuevo coronavirus.
En los primeros lugares de esa lista figuran, por ejemplo, el director ejecutivo de Moderna, el francés Stéphane Bancel; el cofundador de BioNTech, el alemán de origen turco Uğur Şahin; el inversor fundador de Moderna, el estadounidense Timothy Springer; y el chino (Hong Kong) Li Jianquan, presidente Winner Medical, fabricante material quirúrgico, máscaras y vestuario de seguridad para el personal de salud.
La falta de solidaridad en el mercado de las vacunas, y la necesidad de inmunizar, impulsó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a asociarse con la empresa sudafricana Afrigen Biologics & Vaccines en un proyecto que busca obtener la vacuna de Moderna Inc. empleando el método de ingeniería inversa.
Más allá del resultado inmediato, el objetivo final es establecer un espacio de capacitación para la fabricación de inmunógenos utilizando tecnología innovadora. El proyecto ha implicado también a los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de la Unión Africana, organismo integrador que se ha propuesto reducir, para el 2040, la dependencia regional de las importaciones de vacunas desde el actual 99 % hasta el 40 por ciento.
A pesar de acciones como esas, ya se sabe que no habrá vacunas para el 90 % de los habitantes de los casi 70 países de más bajos ingresos y, por tanto, el peligro sigue latente para todos.