Hace un tiempo entrevisté a Marta Rojas para el Noticiero Cultural. Y después de las preguntas de rigor, relacionadas con un acontecimiento puntual, nos quedamos conversando sobre su extraordinario itinerario creativo.
“No te quiero aburrir con mi historia personal, quiero hablar sobre la literatura y el periodismo, tengo la esperanza de que lo que te diga pueda servirte, aunque sea un poco, porque de eso se trata en buena medida este oficio, de ir transmitiendo tus experiencias a los que vienen detrás. El periodismo y la literatura son artes de herencias, bien o mal aprovechadas”.
La muerte de la emblemática periodista y novelista cubana —reconocida por su cobertura de los hechos del Moncada o su labor en el Vietnam de la guerra y la Revolución— nos tomó de sorpresa. Dolorosa sorpresa. Revisando las notas de aquel encuentro, entresaqué algunas de sus ideas:
Sobre la eterna juventud
“Uno puede perder muchas cosas con los años, es ley de la vida; pero no debería perder la curiosidad, la sonrisa y la capacidad de querer. La ancianidad puede ser solo una condición física. Lo ideal sería que nunca fuera una condición mental. A mí lo que me corresponde es seguir entregando, mientras tenga fuerzas. Y yo siempre tengo fuerzas. O me creo que las tengo. No les hago caso a mis dolores. Yo soy joven porque me siento joven. Y la juventud, de alguna forma, puede ser también una elección”.
Sobre el periodismo y la literatura
“Creo que el periodismo, o al menos cierto periodismo, tiene los valores formales y estéticos de la gran literatura. Es literatura, sin complejos. A mí no me gusta establecer estancos. Distingo entre la ficción y la no ficción, pero tomo mis herramientas del mismo saco. A mí lo que me ha gustado siempre es contar historias. Narrar es mi pasión. A veces las saco de la realidad. Otras veces me las invento. Pero las escribo con los mismos dedos, con la misma cabeza”.
Sobre el arte de escribir novelas
“Puedo admitir que a alguien no le interesen las historias que cuento, pero nunca me daré el lujo de aburrir a mis lectores. Una novela tiene que tener sustancia, pero también condimento. Una no escribe una novela para regañar ni amonestar ni sermonear a nadie. Una escribe para que la gente se divierta, para que pase un buen rato. Y si una logra unir lo agradable con lo útil, pues mucho mejor. Pero un libro no debe ser asumido como un contendiente, sino como un compañero de viaje”.
Sobre el tratamiento de la historia
“A mí me gusta escribir de la gran historia y de la pequeña historia. La primera es la de las naciones, la de los hitos, los acontecimientos y personajes, la gesta de los pueblos. La segunda es más íntima: la de los pequeños sentimientos y pasiones, la de las iniciativas más o menos personales. La segunda suele ser motor de la primera. A un periodista y a un historiador les corresponde encontrar esos puentes, esos móviles”.
Sobre la ética profesional
“Sin una ética personal no puede haber una ética profesional. Y sin una conciencia plena de la naturaleza del periodismo, tampoco se puede hablar de ética. El periodismo, primero que todo, es un servicio público. No se debería hacer periodismo para complacer vanidades personales, aunque un poco de sano orgullo sí es útil. Pero se hace periodismo por ideales y por vocación humanista. Lo demás es puro comercio”.
Sobre los jóvenes
“A mí me encanta estar rodeada de jóvenes. Mis momentos más felices son cuando me reúno con estudiantes o con jóvenes profesionales para compartir historias. Pero compartir no significa solo hablar, sino también escuchar. Creo que nos hace mucha falta escuchar. Los jóvenes deberían escuchar a los viejos, porque tienen el tesoro de la experiencia; y los viejos deberían escuchar a los jóvenes, porque siempre hacen falta impulsos nuevos y a veces hay que remover las piedras antiguas que están en el camino”.