“¿Por qué no ven las virtudes de un sistema que trabaja para todos, y tiene resultados en esferas de la salud, educación, seguridad social, tranquilidad ciudadana?” Era esa una de las preguntas que, al referirse a los enemigos de la Revolución y al gobierno de los Estados Unidos, hacía hoy el presidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez durante su comparecencia especial en la radio y la televisión, interrogante que bien valdría la pena que cada cubano digno se respondiera en su interior como una manera de arrojar luz sobre los acontecimientos suscitados en el país este domingo.
Sencillamente, quienes alientan a que en Cuba se desencadenen estallidos sociales y tratan, por todos los medios, de provocar una situación de ingobernabilidad, prefieren no ver las virtudes de nuestro sistema, porque abrir los ojos a ellas equivaldría a mirar de frente y a todo color la gigante obra humanista de la Revolución.
Ya lo dice el refrán popular: no hay peor ciego que el que no quiere ver. Sin embargo, quienes así actúan no solo cometen una injusticia histórica al desconocer el sentido social de la Revolución en sus 62 años, sino que ejecutan un acto de suma crueldad para con un pueblo que ha labrado con sudor su soberanía y dignidad y en medio de cientos de obstáculos ha tenido fuerzas todavía para regalar solidaridad a otros países, la que ha llegado sobre todo en forma de salud.
Pero la crueldad y el desamor llegan a límites insospechados cuando se pretende sembrar el caos en un momento en el que se atraviesa un difícil contexto sanitario a raíz de la COVID-19, virus al que se suma otro tan dañino como el Bloqueo estadounidense, variable que no parece existir entre los cálculos de la contrarrevolución.
¿Es posible que alguien con sentido común crea que, a ritmo de violencia y caos, suscitados por quienes no nos quieren bien, se pueda revertir la situación que atraviesa Cuba, que es, por demás, consecuencia directa del cerco estadounidense? El cubano digno, que se levanta cada mañana a trabajar por él y los suyos, sabe bien que no. Sabe que el odio no funda nada, salvo destrucción.
Por eso, si los enemigos del pueblo de Cuba y de su gobierno se dan el lujo de despreciar y desconocer nuestras virtudes, nosotros, los revolucionarios, nos regalamos el placer de contemplar nuestra obra y defenderla, sabiendo que es perfectible, pero perfectible en nuestras manos, nunca en la de quienes nos quieren anexados, dependientes y esclavos.