Si se quiere hablar de hombre trabajador, hay que mencionar a Juan Gómez Lima. Lo conocí de casualidad, cuando fui de visita el fin de año a casa de mi familia. Lo habían invitado unos primos y él permanecía callado, escuchando historias de otros, a veces esbozaba una sonrisa, pero ninguna palabra.
Fue Isaac, mi primo materno, quien me dijo: “¿Por qué no entrevistas a Juan? Este hombre no tiene comparación, es capaz de hacer una fosa de dos metros de ancho y dos de profundidad en un día”.
Exclamé: “¡En un solo día!”. Juan, que no había abierto la boca, expresó en tono bajo: “También le pongo las piedras.”
No había dudas de que aquel rostro, curtido por el sol, había ya desandado camino. “Nací en Santa Fe, en La Habana, pero vivo en Artemisa”, manifestó.
Según contó, no dedicó mucho tiempo a los estudios. El padre abandonó a la madre y él, siendo el hijo mayor, se enfrascó en ayudarla tempranamente en la crianza de sus hermanos. “Hasta tuve que tocar puertas para pedir comida, el poquito que me daban lo llevaba para compartirlo con mis hermanitos más pequeños”. Posteriormente, al triunfo de la Revolución, nos dieron una casa para la familia”, apuntó.
A sus 67 años de edad, las letras y los números son un revolico en su cabeza, que demoran mucho en salir. Afirmó que nunca ha hecho un trabajo fácil. En la década del 70 del pasado siglo, laboró en la construcción de vías en Punta Brava, y sostuvo en sus manos un martillo neumático para levantar el asfalto. “Fueron cinco años, pero la vibración de ese equipo no la puedes soportar mucho. Hay que protegerse bien para que no te haga daño. Es muy fuerte esa labor que se hace bajo el sol”.
Después experimentó en la agricultura en el municipio Mariel, ahí fumigaba sembrados de ajo y de maíz. Hoy, ya jubilado, vive en la comunidad Abraham Lincoln, en Artemisa. “Pero no podía estar metido en la casa sin hacer nada. Me contrataron en Unidad Empresarial de Base de Atención a Productores Agropecuarios, Abraham Lincoln. Ahí corto leña para tres comedores y para hacer hornos. Me levanto de madrugada para ir al monte a cortar marabú. Eso tampoco es fácil. Pero yo le cogí la vuelta, lo hago solo, no me gusta que me hablen cuando estoy haciendo las cosas.
Con cinco hijos y cuatro nietos, manifestó que a ellos les ha dejado su legado: ser un hombre honesto, laborioso y solidario. “Les enseñé que al trabajo no se le puede coger miedo”.
─ Y cómo puede usted hacer una fosa en un día…
─ … También puedo hacer la zapata de una casa, es cuestión de maña y experiencia. La necesidad te obliga.
Y contó su historia con la sencillez de quien no se cree que ha hecho alguna proeza y con la tranquilidad de que aún le quedan muchas obras que hacer en la vida.
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Acerca del autor
Graduada en Licenciatura en Periodismo en la Facultad de Filología, en la Universidad de La Habana en 1984. Edita la separata EconoMía y aborda además temas relacionados con la sociedad. Ha realizado Diplomados y Postgrados en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. En su blog Nieves.cu trata con regularidad asuntos vinculados a la familia y el medio ambiente.