Han transcurrido 15 años y aún sobrecogen las imágenes de las mochilas verdes y batas blancas que aquel 4 de septiembre del 2005 se agruparon por cientos en el Palacio de Convenciones de La Habana, donde el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz anunció que Cuba estaba lista —con mil 586 profesionales— para ayudar a la población afectada por el huracán Katrina, en Nueva Orleans, Estados Unidos.
Ese día la noticia también incluyó el nacimiento de la llamada Fuerza Médica Henry Reeve. Unos días después, el 19 de ese mes quedó constituido de manera oficial el Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias, que llevaría igual nombre en memoria del joven excepcional combatiente norteamericano.
Aquella tarde lluviosa, en la Ciudad Deportiva, muy pocos tendrían la real percepción de lo que Fidel advertía. Solo su pensamiento ético-humanista lo llevaría a imaginar (y a concretar) que una fuerza gigantesca de profesionales de la salud —entre médicos, enfermeros, tecnólogos y otros— podría ayudar y aliviar las penas de los pobres y desposeídos del mundo.
Ese halo de luz y esperanza creció y se multiplicó casi desde el nacimiento del Contingente Henry Reeve. Así en octubre de ese propio año nuestros colaboradores llegaron a Guatemala, a raíz del huracán Stan, y unos días después sus integrantes marcharon hacia Pakistán, “el otro lado de la Tierra, a 18 horas de vuelo, donde ha ocurrido, casi simultáneamente, una de las más grandes tragedias humanas que ha conocido nuestro mundo en mucho tiempo”, subrayó el líder revolucionario en su memorable discurso en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el 17 de noviembre del 2005.
“En ese pueblo de pastores que viven en altísimas montañas” —como lo catalogó— nuestros compatriotas curaron las heridas dejadas por un terremoto que devastó, sobre todo, la zona norte de esa nación surasiática, que trajo consigo la pérdida de cientos de vidas humanas y el desamparo de millones, entre ellos los niños.
Allí entre picos nevados, carreteras semidestruidas y una cultura totalmente diferente a la nuestra, los cubanos alzaron con dignidad las banderas de la solidaridad y ratificaron la verdad irrenunciable del Comandante en Jefe cuando expresó a propósito de la fundación del Contingente Henry Reeve: se trata de “una organización que hasta hoy no tiene precedentes en el mundo”. Así ha sido y seguramente lo será por muchísimo tiempo.