“La Revolución Cubana ha levantado, en lo alto de la Sierra Maestra, una bandera de fraternidad que ha convertido a los pueblos de América en pueblos viajeros” —escribía Aquiles Nazoa en 1961.
Es un fragmento de su libro Cuba, de Martí a Fidel Castro, en el que el poeta y periodista venezolano se refería a la continuidad del pensamiento martiano en la obra de Fidel, y alertaba sobre la pretensión de ciertos historiadores de despolitizar la creación del Héroe Nacional Cubano, para circunscribirlo a su faceta más cómoda, menos influyente en las batallas de los pueblos del continente por su plena dignidad.
A cien años de su nacimiento, algunos solo quieren ver en Nazoa al fino humorista, autor de deliciosas crónicas y estampas. Y ciertamente, Nazoa supo aprehender el espíritu de su gente, los valores de la cultura popular venezolana. Pero fue también un intelectual comprometido con los desafíos de ese pueblo, con sus demandas y justas aspiraciones.
No en vano es ahora mismo emblema de las fuerzas progresistas en ese país y en el continente.
Los vínculos de Nazoa con Cuba van más allá de su libro esencial. Aquí vivió un tiempo en los años cuarenta, estuvo muy vinculado a publicaciones humorísticas. Después del triunfo de la Revolución ofreció conferencias sobre Cuba y su historia, y colaboró con Casa de las Américas.
El declamador cubano Luis Carbonell popularizó aquí uno de sus textos, que ha hecho reír a varias generaciones de cubanos: En el club.
A más de 45 años de su muerte, en un accidente de tránsito, Aquiles Nazoa sigue hablándonos en presente. Es el privilegio de los clásicos.