En medio de la contingencia epidemiológica que vive el país y las secuelas que deja a la economía, en la provincia santiaguera se buscan alternativas para responder a las necesidades de alimentos para algo más de un millón de habitantes del territorio.
Dos sectores resultan claves en tal orden: la agricultura y la industria alimentaria. En ambos se responde con premura.
En el primero de ellos se aprovechan al máximo las tierras existentes, las siembras de ciclo corto, el cultivo de patios y parcelas en zonas urbanas, y se aplican tecnologías de cultivo, como el empalado de ciertos renglones (calabaza, pepino) en busca de mayores rendimientos.
En el segundo caso crecen los espacios alternativos donde se optimizan las cosechas, procesándolas de diversas formas, incluidos sus usos como extensores y en conservas.
La unidad Barquillo, perteneciente a la Empresa Provincial de la Industria Alimentaria, es un centro de referencia en tal orden, punto de partida para que en cada uno de los nueve municipios de la provincia se fomente un espacio similar, con más de una veintena de surtidos.
Con poco o nulo uso de portadores energéticos, aprovechando el carbón, la leña, e inventivas de centros científicos del polo santiaguero, como los secadores solares, el centenar de trabajadores de Barquillo, divididos en tres turnos de labores, agilizan la elaboración de galletas, panqués, caramelos, raspaduras, vinagre, vino seco, chicharritas de yuca, cremas de frutas, casabe, dulces en almíbar.
Estos reglones artesanales, que se distribuyen con celeridad en unidades del comercio y la gastronomía, no dejan de tener supervisión de calidad para garantizar la inocuidad requerida.
De ello se encarga el laboratorio santiaguero de la Oficina Nacional de Inspección Estatal del Ministerio de la Industria Alimentaria, centro con ocho métodos de ensayo y acreditado con la Norma ISO 17025.
Según precisaba Naomi Caridad Rodríguez de la Guardia, directora territorial del mencionado cuerpo de supervisión, “entre las fortalezas que tienen están la experiencia del personal y la capacidad técnica para ejercer el control adecuado en la inspección a los productos terminados, los laboratorios de fábrica, la inspección tecnológica y evaluación sanitaria.
“Las prioridades en el muestreo que hacemos lo tienen las líneas de cárnicos, lácteos y las producciones en los polígonos”.
De manera cooperada, cada cual, desde la misión que le corresponde, aporta al incremento de los productos alimenticios, con la calidad requerida, para que en tiempos de pandemia lleguen sin contratiempo a las casas de santiagueros y santiagueras.
Acerca del autor
Periodista cubana. Máster en Ciencias de la Comunicación. Profesora Auxiliar de la Universidad de Oriente. Guionista de radio y televisión.