Cuando se tiró la primera piedra al mar el burbujeo fue sencillamente silencioso. Eran las dos de la tarde del 15 de diciembre de 1989. Después vinieron cientos de miles y ya el burbujeo fue tomando sonido y color cada vez que se avanzaba un metro. Se hacía espuma al verter. El primer camión iba lento, acababa de llenarse minutos antes en la cantera de Guajabana, frenaba y hacía desprender el aire característico que se exhala de las gomas, el chofer manejaba con cuidado, sabe que lleva la carga más preciada de su vida encima, sabe que será histórica, todos junto a él lo miran, detrás una fila de otros 13 equipos esperan para realizar la misma operación.
Osvaldo Leal había sido el elegido para llevar la carga fundadora. “Yo trabajaba hasta ese entonces en el Ministerio del Azúcar (MINAZ), como a todos los del contingente nos habían seleccionado para integrar esa fuerza y empecé a tomar conciencia de lo que iba a hacer. Orlando estaba obsesionado con la idea y nos obsesionaba a todos, fue un honor iniciar los tiros”, dice quien dejó un día la combinada y tomó un camión para desafiar las olas.
“Este colectivo cambió mi vida, llevo 15 años como Vanguardia Nacional. En otro centro de trabajo nunca lo hubiera logrado. Soy otra persona, aquí he dado un extra que solo es posible obtenerlo por el tesón y el compromiso con lo que haces. Soy más integral, con convicciones que se adquieren al pie de la obra y viendo a tu jefe al lado. Además siento orgullo, sé que lo que hicimos es único en el mundo y repetirlo en las condiciones en que lo logramos, creo que solo nosotros”.
Osvaldo está ligado a la obra para el resto de su vida. Saberse iniciador, el primero que vertió piedras al mar, lo enorgullece. “Cuando los rajones de piedra blanca cayeron al agua parecían espuma. Se disolvían como una simple pompa de jabón o sencillamente como globos infantiles, pero yo me dije, con Orlando y tirando piedras para adelante, se llega lejos”. El mar tragaba las piedras y en aquel rumor parecía decir que necesitarían millones de viajes para lograr el deseo.
“No se pensaba en el final, no lo conocíamos sencillamente, solo sabíamos la importancia de la obra y lo trascendente del proyecto”. Desde noviembre ya se trabajaba en el lugar desbrozando los manglares y despejando la ruta de ese momento el buldocero Raúl Ferrer recuerda que ni en el horizonte se veía Cayo Herradura. Para sorpresa de todos el día 16 de diciembre, a las seis de la tarde, al terminar la primera faena, se habían hecho los primeros 30 metros.
El mar los emplazaba cada mañana, y cada atardecer, no tenían descanso, sabían que un día llegarían a la meta. El 21 de mayo se culminó el Km no. 3 , es ese el momento en que se constituyen como contingente con el nombre de Campaña de Las Villas. Rápidamente la fuerza crecía, el 28 de junio de 1990 nacía la segunda y tercera brigadas, esta última tenía como objetivo abrir un frente que avanzaría desde Cayo Las Brujas hacia Caibarién, lo que ocurrió el 11 de agosto del propio año.
Navarro, el pedrero
Se luchaba piedra a piedra, algunos creyeron que eran las más bellas piedras del universo. Pudieron serlo o no, pero eran las suyas y eso era bastante. Las piedras hablan, ellas tienen un lenguaje extraordinario en sus formas. Las corrugadas parecen estar enfurecidas, las lisas tienen la expresión de la serenidad, otras grandes impregnan fuerza, las medianas estabilidad.
Las piedras no lo duden, hablan. Y luego de una explosión en la más sencilla cantera, cualquier sensación puede sentirse a mirar cómo caen y van dejando las huellas en las terrazas. De ellas puede surgir hasta la esfinge de un orisha o un talismán como la que se encontraron un día y que pusieron a la entrada del campamento. La consideraron salvadora de momentos duros como aquel en que no se avanzaba en la productividad.
“Lamentablemente ni apelando a las creencias y los misterios se lograba avanzar“; evoca Armando Navarro, quien dirigió el frente de canteras de la obra. “Solo se extraían 120 metros cúbicos por días mientras que el Comandante en Jefe había dado parque para 3 mil por jornada. Era una vergüenza, no había explicación”.
Analizábamos los detalles entre todos; nos dimos cuenta que poco se podría hacer con la escasa experiencia y la poca técnica de los hombres, había que prepararlos, entrenarlos y lo hicimos. Además los martillos taladradores se nos rompían, había que traerlos de España , no se podía esperar, así que decidimos a hacerlos aquí mismo en Caibarién en una de las empresas mecánicas del municipio y por ahí andan; fueron irrompibles”.
“La solución estaba en hacer terrazas más bajas y ampliar las vías de acceso. Se trabajó durante 24 horas en turnos de 12; a los seis meses ya teníamos los 3 mil metros cúbicos por jornada.
“Otra de las soluciones fue buscar y abrir nuevos frentes de canteras. El hallazgo de la cantera en Cayo Las Brujas, donde hoy se encuentra el aeropuerto fue al igual que la que se decidió abrir en Sierrazuela casi una bendición”. De esta manera se abrían tres frentes de labor: uno de Cayo Las Brujas a Cayo Santa María; otro de Caibarién a Cayo Las Brujas y viceversa. No había dudas ya que aquella idea, aquel sueño era casi una realidad.
(Tomado del libro Puño de Piedra y Espuma, de la autora, ediciones David CTC)