Con la llegada a la Casa Blanca del presidente Donald Trump, el indisoluble concubinato político, económico y militar del Estado de Israel y Estados Unidos se ha fortalecido en extremo.
Su mayor expresión tiene lugar a partir de las idénticas concepciones y acciones ultraderechistas y belicistas que comparten el mandatario norteamericano y el primer ministro sionista Benjamín Netanyahu, en contra de Palestina, Siria y otros países del Oriente Medio.
En la cuestión palestina ambos se han confabulado para la implementación del denominado Acuerdo del Siglo, que resultará en un Siglo si Acuerdo, porque entre sus principales objetivos estratégicos están cercenar gran parte del territorio palestino, reconocer a Jerusalén Israel como la capital eterna, única e indivisible, considerar legítimos los ilegales asentamientos israelíes en los territorios ocupados e impedir el retorno de los refugiados palestinos de la diáspora a sus hogares.
Lo que de hecho significa la flagrante negación de Washington y Tel Aviv al inalienable derecho del pueblo palestino a su legítimo Estado independiente y soberano con Jerusalén Oriental como su capital y dentro de las fronteras del 4 de junio de 1967, en la denominada Guerra de los Seis Días.
El airado rechazo del pueblo y las autoridades palestinas a aceptar el ignominioso Acuerdo del Siglo, aleja aun más las posibilidades de una solución justa, pacífica, permanente y global al grave conflicto israelo-palestino, motivado por la ocupación sionista, su criminal represión militar a la población árabe y el incremento de ilegales asentamientos de colonos judíos en Gaza y Cisjordania.
A exacerbar esta crisis han contribuido las unilaterales determinaciones de Trump, violatorias del derecho internacional y las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, del reconocimiento de Jerusalén como la capital de Israel, el traslado de la embajada norteamericana de Tel Aviv a la Ciudad Santa y la suspensión de la ayuda económica norteamericana a los refugiados palestinos a través de las organizaciones especializadas de la ONU.
Lograr imponer este nefasto acuerdo no será viable para el binomio Trump-Netanyahu, por los 70 años de la férrea resistencia del pueblo palestino a cualquier solución mediatizada en perjuicio de sus derechos, aunque el costo sea mayor en sacrificios y en pérdida de valiosas vidas de los históricos y genuinos habitantes de Palestina.
Cada día, ante la imposibilidad de la Organización de Naciones Unidas o la comunidad internacional para detenerlo, jóvenes palestinos, incluyendo menores de edad, participantes en la llamada Marcha del Retorno, son ultimados, mutilados y apresados por el ejército israelí,
Estadísticas de la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (ONUCAH) señalan que víctimas de la cruel represión sionista, el año 2018 ha sido el de mayor número de muertos y heridos en los territorios ocupados de la Franja de Gaza y Cisjordania, con un saldo de 299 fallecidos y 29 mil 718 detenidos.
A ello se une la sistemática limpieza étnica, que desde su constitución como Estado en 1948, Israel practica contra la autóctona población palestina, con el apoyo de su fiel aliado el Gobierno de Estados Unidos, rehén del poderoso lobby judío en Washington, el cual determina en conjunción de intereses la política exterior norteamericana para el Oriente Medio.