Las emisiones de gases nocivos para el medioambiente «alcanzarán niveles récord en el 2018», pese al destacado avance de las energías renovables, alertó en Londres el director ejecutivo de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), Fatih Birol.
Birol formuló el vaticinio al presentar el informe de la AIE «Renovables 2018», tras la divulgación del estudio del Panel Intergubernamental del Cambio Climático, el pasado 8 de octubre, que advierte sobre el persistente aumento del calentamiento global debido al sostenido incremento en la atmósfera de los gases de efecto invernadero.
«Lamentablemente, tras un decrecimiento entre el 2014 y el 2016, en 2017 las emisiones subieron y alcanzarán niveles récord en el 2018», afirmó Birol, y explicó que pese a los avances en energías renovables durante las últimas tres décadas, el petróleo sigue suponiendo el 81 % de la canasta energética.
A fin de que el petróleo deje de ser la fuente de energía dominante, y poder así frenar el calentamiento del planeta, hay que «invertir y promover más la energía renovable, mejorar la eficiencia en el consumo energético y perfeccionar las tecnologías de captura y almacenamiento del carbono», señaló el directivo.
En su informe, la AIE predice que en los próximos cinco años la energía renovable —-solar, hidráulica, eólica, mareomotriz, geotérmica o de la biomasa—, continuará su ascenso, hasta representar en torno al 40 % del crecimiento global del consumo energético.
Para lograr este objetivo, la AIE considera vital impulsar más el sector de las renovables y en especial la bioenergía (como el biodiésel y el bioetanol), «de la que se habla menos que de la energía solar o la eólica» aunque representa actualmente un 50 % del consumo global de energía alternativa.
El estudio señala que la bioenergía, basada en combustibles obtenidos de las plantas —como cereales o azúcares, y sus derivados—, encabezará la expansión de la energía renovable de aquí al 2023.
Además de destacar el potencial de la bioenergía como fuente de energía renovable, el informe también subraya que debe obtenerse «bajo los más rigurosos controles de sostenibilidad». Y durante la presentación, autores del texto admitieron que la bioenergía «es controvertida» porque no siempre es «neutral en las emisiones»; y en este sentido recomendaron introducir medidas para proteger el uso de la tierra, restringir los fertilizantes y limitar los cultivos de vegetales de consumo humano.
Los grupos ecologistas sostienen que la bioenergía amenaza la seguridad alimentaria, pues podría provocar el desplazamiento de cultivos destinados a producir alimentos o la subida de los precios de esos cultivos.
Al propio tiempo, también temen que con el propósito de incrementar la producción de los vegetales susceptibles de ser transformados en combustible, aumentaría la presión para extender los cultivos hacia ecosistemas frágiles o a montes y selvas. (Con información de El Espectador y EFE)
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