José Soler Puig es, incuestionablemente, un fenómeno insólito en la literatura cubana del siglo XX. De formación autodidacta, con más de cuarenta años de edad, se iniciaba como escritor, al dar a conocer una obra que, a pesar del tiempo transcurrido desde su primera edición, aun despierta el interés de lectores y críticos.
Bertillón 166 (1960) es el título de esa primera novela de Soler Puig –galardonada con el Premio Casa de las Américas en la primera convocatoria del certamen—, texto que, desde entonces, es una referencia obligada en el panorama de la narrativa insular.
A partir de entonces, el escritor –nacido en Santiago de Cuba, en 1916, y fallecido en esa propia ciudad, en 1996— crearía una sólida obra narrativa que, enmarcada en el escenario de su ciudad natal, invita a reflexionar en realidades y esperanzas, sentimientos y actitudes, angustias y anhelos…
Reconocido, en 1989, con el Premio Nacional de Literatura por la obra de la vida, además de narrador guionista de radio, en su bibliografía aparecen, entre otros títulos, El derrumbe (1964), El pan dormido (1975), El caserón (1977), Un mundo de cosas (1982) y Una mujer (1988).
No es sorprendente, por ello, que, a propósito del centenario del natalicio del escritor, recordado en el año 2016, se haya preparado –y publicado— el volumen titulado Cien años con Soler Puig (Editorial Ácana, Colección Suma y Reflejo, 2016, 272 pp), que cuenta con compilación de Luis Álvarez Álvarez.
Se reúnen en estas páginas textos diversos –ensayos, artículos, reseñas, comentarios, entrevistas—, que firman autores de diversas generaciones, quienes se encargan, desde múltiples miradas, de valorar y reflexionar sobre la vida y la obra del narrador.
Se abre la entrega, con «El Soler Puig que yo conocí», evocador –y revelador— texto de la narradora Aida Bahr, y se cierra con «El neobarroco en Soler Puig», documentado estudio del propio compilador de la obra, el investigador y ensayista Luis Álvarez Álvarez.
Aparecen, asimismo, acercamientos a la narrativa del creador, de la autoría, entre otros, de Carlos Tamayo Rodríguez, Olga García Yero, Ernesto Agüero, Cira Romero, Arturo Arango, José Luis de la Tejera Galí, Roberto Rodríguez Reyes y Desiderio Borroto Fernández.
En el prólogo a Cien años con Soler Puig, el investigador José Antonio González, profesor asistente en la Cameron University de Oklahoma, afirma:
Todos los trabajos de esta compilación han sido cuidadosamente seleccionados y ensamblados como si fuera la curaduría de una serie de buenos cuadros. Todos están conectados por una idea: la de honrar. Están también conectados para formar una muy armónica «historia» a muchas voces sobre la importancia y el valor de los textos de Soler Puig en la literatura cubana; y también para hacer patentes los testimonios del impacto de este escritor en la vida y el quehacer de cada una de las personas (las que escriben los ensayos en este libro y muchas otras más). Por supuesto que cada trabajo es sui generis pero, consecuentemente, cada uno aborda a su manera tanto a la persona como su discurso estético.
Reveladora resulta la lectura de Cien años con Soler Puig, esta compilación que permite conocer la huella que, en la literatura de su tiempo y del futuro, dejara este «cronista de Santiago de Cuba», una voz imprescindible en el panorama de la narrativa cubana de la pasada centuria.