Por Lianne Fonseca
A fuerza de bregar en el campo de la soldadura, el Doctor en Ciencias Técnicas Osmundo Rodríguez Pérez es un hombre “adherido” a su trabajo. Aunque en su henchida biografía no hay espacio para las metáforas, basta revisar su hoja de servicios para entender que entre él y su profesión se ha producido la “aleación” más sólida de su vida.
De su fecunda incursión por más de 40 años en la Ingeniería Mecánica, da cuenta su Título Honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba, condición que le fue conferida por su brillante quehacer docente e investigativo en la Universidad de Holguín, institución desde la cual ha irradiado luz a industrias nacionales y extranjeras, donde han fructificado sus proyectos.
Su espíritu consagrado e innovador le ha hecho ganar a lo largo de sus 71 años disímiles distinciones, entre los que, tomados al azar, sobresalen las Órdenes Carlos J. Finlay, el máximo estímulo que otorga la Academia de Ciencias de Cuba; Frank País de Primer Grado, del Ministerio de Educación Superior (MES); y Lázaro Peña de Primer Grado, que concede la Central de Trabajadores de Cuba, a propuesta del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, la Ciencia y el Deporte.
Pero Osmundo no se regodea en la grandeza. Prefiere el sano orgullo de saberse útil en el panorama científico del país, lo cual le confirma que ha dejado “huellas positivas a su paso por la vida”. Esos galardones, expone, “son un impulso para seguir la línea del trabajo constante. Marcan el ritmo de toda una profunda labor investigativa, que ha sido ponderada por tribunales y especialistas competentes”.
Agrega que ser reconocido como Héroe del Trabajo es el mayor premio a su esfuerzo, algo en lo que colaboraron numerosas personas. “Todo ello satisface, mucho más porque también significa que el tiempo del que privé a mis hijos y familiares no fue en vano”.
Este santiaguero de nacimiento, establecido en Holguín desde su juventud, dice haberse inclinado por la Ingeniería Mecánica gracias a las influencias de su padre y hermano, de quienes bebió sus primeras nociones sobre esa materia, en la que hoy es una de las figuras más descollantes a nivel nacional.
Sobre sus inicios comenta: “A la Universidad de Oriente le debo mi sólida formación como estudiante y profesor. Pertenecí a un grupo selecto de alumnos que, una vez graduados, fuimos los primeros en impartir como educadores una materia nueva: Construcción de Maquinarias. Así que nos repartimos las diferentes asignaturas, que se convertirían luego en las especialidades de cada uno”, explica.
Añade que “trabajaba junto a un experto en soldadura, graduado en Checoslovaquia y con un alto nivel, de cuya sapiencia adquirí conocimientos para impartir clases, tanto en esa como en otras disciplinas”.
De esa vertiente de la Ingeniería Mecánica subraya que se dirige “a unir partes y piezas, y comprende desde la soldadura manual hasta el desarrollo de robots de soldar, una de las temáticas más complejas en la actualidad. Considero que dentro de la Ingeniería Mecánica es una de las ramas más fuertes en nuestro país desde hace muchos años”.
Gran parte del trabajo de Osmundo ha estado encaminado a resolver problemas de índole industrial, sobre todo a recuperar piezas en importantes industrias cubanas, lo que ha representado un significativo aporte a la economía nacional.
En su extensa lista de contribuciones científico-técnicas sobresale el desarrollo de una tecnología de soldadura para la recuperación de los dromos de las Minas de Pinares de Mayarí, y los estudios sobre las causas de los problemas de soldadura y corrosión en los reactores de la fábrica de cerveza Mayabe, y en las uniones soldadas de los tanques de procesamiento de agua para la elaboración de la cerveza Bucanero.
“Al graduarme en 1971 me dediqué a estudiar y visitar diferentes fábricas de Santiago de Cuba en busca de problemas de soldadura; de ahí se desprendieron proyectos que luego se convirtieron en serios trabajos de investigación. En aquella época en la Universidad de Oriente ya existía el germen de la vinculación de la teoría con la práctica en la carrera de Ingeniería Mecánica.
“Mis expectativas no se centraban solamente en ser profesor. Sentí la necesidad de hacer algo más. Entonces comencé a combinar las clases y sus contenidos teóricos con asuntos de la práctica, lo cual aporta mayores conocimientos a los estudiantes. Con estudio, constancia y dedicación me abrí camino en el campo de la soldadura”, manifiesta.
Conferencias magistrales, cursos de postgrados y diversos intercambios científicos ha concretado Osmundo en varias universidades extranjeras de Europa y América, donde ha compartido su vasta experiencia, adquirida en más de cuatro décadas de una esforzada trayectoria laboral.
“A las universidades foráneas he llegado con el mismo ímpetu de trabajo y los deseos de colaborar en materia científica. En estos momentos me encuentro en el segundo año de una misión internacionalista en Mozambique, donde imparto clases en la Universidad Eduardo Mondlane, que posee un claustro de profesores muy competentes, muchos de ellos doctores en Ciencias”.
Sin embargo, a nuestro Héroe del Trabajo no se le sube la “mecánica” para la cabeza. Hoy agradece sus logros a compañeros de trabajo y estudiantes de las casas de altos estudios de Oriente y Holguín, que lo acompañaron en sus afanes investigativos, y especialmente, a sus hijos, “excelente retaguardia”, como gusta decir.
Los elogios profesionales de los que goza Osmundo no achantan su afán investigativo. Sus metas profesionales se prolongan a medida que avanza en el camino de la ciencia.
“Seguiré haciendo lo de siempre: educar a las nuevas generaciones e inculcarles valores sociales y morales a mis estudiantes e hijos. Continuaré buscando el porqué de las cosas, no solamente en el ámbito de las ciencias técnicas, sino también de las relaciones humanas, sociales y familiares, con el objetivo de crear una vida mejor. Creo que siempre quedarán asuntos por resolver en torno a mi campo de acción: la educación”.