Marlon Rey Moreaux Sanabria anda feliz, y junto a él su familia, sus compañeros y profesores y todo aquel que conoce la noticia que le dio el alegrón de su vida: conquistar la medalla de bronce en la Olimpiada Iberoamericana de Biología celebrada en Portugal, del 11 al 15 de septiembre.
El disfrute se hace mayor cuando se sabe que este alumno del duodécimo grado del preuniversitario vocacional de ciencias exactas Antonio Maceo fue el único representante de Cuba en la competición.
“El resto de los países, comenta Marlon, se presentaron con cuatro concursantes, en total fuimos estudiantes de 11 naciones: Argentina, Bolivia, Brasil, Costa Rica, El Salvador, Ecuador, España, México, Perú y Portugal”.
Peldaño a peldaño este santiaguero de 17 años escaló a lo más alto de una asignatura que lo enamora a más no poder.
Primero ganó el concurso municipal, luego el provincial, más tarde el nacional, hasta quedar entre los 18 jóvenes cubanos que se prepararon para la cita internacional.
“Siempre le dediqué muchas horas de estudio a la Biología, pero a partir de abril fue casi a tiempo completo, tuve que viajar varias veces a La Habana para una etapa más intensa hasta que me dijeron que me tocaba la responsabilidad de ir a la olimpiada”.
A la sazón llegaron los dos meses de vacaciones, y sin miramiento de ningún tipo el bisoño émulo de Darwin prefirió sumergirse en la botánica y la zoología y dejar a un lado carnavales, playas y paseos.
Ya en Portugal, junto a una profesora de La Habana que lo acompañó, aquilató mejor el valor de su desvelo.
“Nos sometieron a dos rondas de exámenes, uno práctico que incluía fisiología vegetal, biología molecular, y ecología marina, y después vino la etapa teórica, con preguntas en torno a la biología molecular y celular, fisiología animal y vegetal, genética, evolución, ecología, sistemática y etología”.
Hoy, con medalla y diploma de ganador en ristre, y el sueño de hacerse médico, Marlon aprecia en muy alto grado la oportunidad que tuvo, y no deja de dar gracias al por mayor, en especial a su entrenador, el profesor santiaguero Roberto Diosdado García Abréu, y a sus padres, Reinaldo Moreaux Tamayo, cuadro del Sindicato de la Industria Alimentaria y la Pesca y Mayelín Sanabria Villavicencio, contadora de Empresa Alimentaria, batalladores incansables contra los muchos tropiezos que aparecieron en el camino de Santiago de Cuba a Portugal, ese que finalmente resultó expedito para saborear esta buena nueva.
Acerca del autor
Periodista cubana. Máster en Ciencias de la Comunicación. Profesora Auxiliar de la Universidad de Oriente. Guionista de radio y televisión.