Quien lo ve limpiando las malezas del jardín, durmiendo el mediodía en el piso del portal, “pedaleando” la ciudad de Sancti Spíritus o jaraneando con las niñas del barrio, no imagina que este guajiro bonachón integre la engrosada lista de los héroes de la patria.
Meciéndose en el sillón de su hogar yayabero, el combatiente internacionalista Leonel Pereira Núñez, uno de los 12 espirituanos que participaron en la batalla de Cangamba, rememora aquellos ocho días infernales.
“Cuando sucedió el combate grande llevaba 14 meses en ese lugar al sur de Angola y ya había cumplido 24 años. Seis meses antes de la batalla nos hostigaban casi a diario con fuego de mortero en distintas posiciones, al parecer para estudiar nuestras posiciones. El 2 de agosto de 1983 comenzaron a atacarnos.
“Nosotros tomamos nuestras posiciones. Comenzaron a avanzar porque pensaban que nos habían aniquilado, sin embargo, ese día no nos hicieron ninguna baja. Cuando ellos avanzan lo hacen por al lado de la pista de aviación. Entablan los primeros fuegos con los FAPLA, que estaban en el primer anillo y ellos retroceden hasta la posición de nosotros. Lo que venía para encima de nosotros era bolas de Unitas, pero lo hicimos retroceder.
“Al segundo día nos tiran 50 cubanos de apoyo. El fuego era tan intenso que en 500 metros demoraron ocho horas para llegar a la posición de los cubanos. De día era fuego de mortero constante. De noche nos tiraban con ametralladora rasante al suelo para que no pudiéramos salir de las trincheras.
“El primer día tuvimos un poco de agua y comida. Pero luego nos cercaron el río, nos rompieron las pipas y nos dejaron sin agua. Tuve que tomar agua del rayador de un vehículo. Como al quinto día mitigué la sed con dos tubos de pasta Colgate que tenía en la mochila. Y así estuvimos los 8 días fajaos sin tregua”.
Pereira rememora cada detalle. Los recuerdos regresan y revive cada instante de aquel infierno. Por momentos se estremece, la voz se corta.
“El combate comenzó con 84 cubanos y ellos eran un promedio de cuatro mil Unitas, 16 batallones bien preparados y artillados. Pero donde quiera que hay cubanos es como si hubiera un pedazo de Cuba y la defendemos hasta el final. Luego llegó el mensaje de aliento de Fidel, esas palabras fueron muy importantes.
“El primer día nos quemaron los tanques de gasolina, las casas, todo. Sobrevivimos por la preparación artillera que teníamos, también los refuerzos y el apoyo de la aviación. Hubo momentos muy difíciles. Yo combatí a 40 metros, pero hubo compañeros que combatieron a 20 a 25 metros”.
¿Cómo se impone al miedo una persona que está en posición de perder la vida?
“Piensas en regresar a Cuba. Estás enfocado en que tienes que resistir y luchar para vencer. Piensas en la familia. A veces tenías 50 morteros en el aire. Aquello era una bola de candela. Yo me tiré de cabeza más de mil veces a las trincheras, cuando oía las granadas de mortero que me venían encima. Así pude escapar de muchas de ellas que impactaron cerca de mí. En una ocasión cayó una en mi pozo de tirador cuando yo me encontraba fuera de él y me destruyó la canana con los proyectiles”.
¿Qué hicieron, en qué pensaron cuando sintieron la calma, el silencio?
“El combate se acabó como a la diez de la noche. Por la madrugada esperábamos más combate. Luego comenzaron a gritar que la Unita se había retirado y comenzamos a abrazarnos. Eso fue para qué…
“A la vez era muy doloroso. Nunca habíamos estado en un trance de esos, había niños que tenían 19 años y murieron ahí fajados, sin retroceder. Una cosa es decirlo y otra es vivirlo. Es un orgullo para mí que la gente se pregunte cómo ese guajirito peleó. Uno se emociona, a veces hago el cuento…, pero ahora la mente la tenía metida ahí. Periodista no vayas a contar que lloré”, insiste quien mereció la Orden Che Guevara de Tercer Grado por esa hazaña.
¿En qué piensa una persona que está en peligro de perder la vida en cualquier instante?
“Uno nunca piensa en la muerte. Se piensa en salir de ahí. Nunca en la derrota, sino en que íbamos a ganar. Nosotros éramos jóvenes, pero había convicción. No íbamos a entregar aquel pedazo de tierra”.