Hassan Pérez Casabona⃰
Ángulos congestionados, el bateador en tres y dos…
El 12 de enero del 2017 Cuba y Estados Unidos suscribieron una Declaración Conjunta, mediante la cual se anunció, como idea central, el cese de la política de “pies secos-pies mojados” y el “programa parole”, diseñado para promover la deserción de los profesionales de la salud cubanos en terceros países. Esos instrumentos, a lo largo de las dos últimas décadas en el primer caso, y desde la administración de George W. Bush, en el segundo, fueron aplicados por el gobierno estadounidense con el objetivo de ofrecer un trato selectivo y politizado a los inmigrantes cubanos, a contrapelo de la posición que asumen con el resto del mundo.
La decisión adoptada por el presidente Barack Obama, a solo ocho jornadas de que abandonara la Casa Blanca, se inserta en la línea abierta a partir del 17 de diciembre del 2014, cuando ambas naciones se propusieron restablecer los vínculos diplomáticos, en una etapa inicial, y trabajar luego por crear una clima de normalización o “convivencia civilizada” en sus relaciones.
Este nuevo acuerdo, uno de los que conforman la veintidós instrumentos suscritos hasta el presente, no solo elimina los privilegios otorgados durante años a los cubanos (como uno de los numerosos mecanismos implementados para subvertir al proceso revolucionario antillano) sino que es sin dudas positivo para los intereses de seguridad nacional de las dos naciones, máxime en una época en que las temáticas asociadas a los flujos migratorios descontrolados –y todo lo que de ello emana, incluyendo la conformación de redes transnacionales de trata y tráfico de personas- se erigen como una de las grandes preocupaciones para la comunidad internacional.
A ello se suma el respaldo unánime brindado a la medida por las naciones del área, las cuales sufrieron en carne propia los entuertos relacionados con la posición norteamericana de beneficiar per se a los emigrantes cubanos, una parte de los cuales utilizaba diversos territorios de la región, en el propósito de arribar a suelo estadounidense.
Aunque permanece vigente la Ley de Ajuste Cubano, suscrita en noviembre de 1966 bajo la administración de Lyndon B. Johnson, el instrumento rubricado jornadas atrás deja clara la postura estadounidense a adoptar desde ese día, en cuanto a devolver a todos aquellos ciudadanos de la Mayor de las Antillas que traten de arribar o permanecer de manera ilegal dentro de su territorio. Asimismo plasma el compromiso de Cuba de recibir a las personas devueltas y su reinserción sin contratiempos en sus faenas cotidianas, siempre que no tuvieran causas pendientes previas o cometieran delitos de sangre durante la salida del país.
En el caso específico del movimiento deportivo insular la medida presupone igualmente un paso de avance, habida cuenta de que hasta ese momento las disposiciones ahora derogadas se convirtieron en la raíz del estímulo a la deserción de un número significativo de atletas formados en cada provincia, prácticamente en todas las modalidades, con marcado énfasis en el béisbol.
Esta modalidad posee un carácter simbólico, desde la dimensión de principal pasatiempo de San Antonio a Maisí y cuyo evento más encumbrado, la Serie Nacional, representa además manifestación sociocultural sin par en nuestros predios.
A todas luces se trata de un asunto complejo que no es posible examinar con profundidad en breves líneas, lo que no impide esbozar algunas ideas cardinales. Tomando a la pelota como estudio de caso es oportuno señalar que para el deporte cubano, pese a lo acordado, continúa como asignatura pendiente por la parte norteamericana crear las condiciones para que se produzcan acuerdos entre el INDER y sus federaciones nacionales, con las entidades que rigen la actividad muscular en aquel país.
Es uno de los tantos ejemplos de cómo prosigue el bloqueo y la madeja a él asociada, lo que impide avanzar en el ordenamiento de las relaciones entre ambos en dicho sector. Los cubanos, amantes y conocedores de la esfera deportiva, poseedores de una cultura en la materia elogiada en cualquier latitud, hemos sufrido durante años la pérdida de un número cada vez mayor de figuras consagradas, en desarrollo y prácticamente adolescentes, en el afán de insertarse dentro de las diferentes organizaciones de la Major League Baseball (MLB).
Esa realidad que no puede ignorarse, y que tanto nos laceró en la última década, revela a las claras que nos han aplicado vulgares políticas de robo de cerebros, las mismas puestas en prácticas durante un siglo con el resto del mundo, en las más variadas profesiones. [1]
Es importante precisar que con cualquier otra nación las cosas no se ventilan de esa manera, sino que existen reglas de obligatorio cumplimiento que implican la negociación con el club o la federación de procedencia del atleta codiciado, hasta que se adopta una decisión favorable para todos los involucrados.
La MLB es un negocio que ha experimentado notable crecimiento, desde que en 1994 una huelga de los jugadores prácticamente paralizara aquella temporada. Su labor por internacionalizar esta modalidad (papel clave en ello le correspondió al anterior Comisionado Allan “Bud” Sellig) los llevó a convertirse en actividad sumamente lucrativa, que genera montos alrededor de 10 000 millones de dólares anuales. Ni un solo centavo de esa suma puede invertirse en Cuba, ni por los conjuntos ni mucho menos por los antillanos que allí actúan a los que, por el contrario, se les exige firmar un documento donde se comprometen a no trasladar absolutamente nada de sus ingresos a la tierra que los vio nacer.
Por otro lado, luego de la nueva política aprobada el sábado 21 de septiembre del 2013 por el Consejo de Ministros, con relación a la contratación de atletas en ligas internacionales, representados en ese proceso por las federaciones correspondientes y el INDER, tenemos el derecho a preguntarnos ¿qué sucedería en este campo de no existir el bloqueo? ¿Cómo resultaría la convivencia si las cosas estuvieran ordenadas? [2]
A nadie le pasa por la mente que Messi, Neymar, Luis Suárez, Cristiano Ronaldo, Karim Benzema, Zlatan Ibrahimovic, Arturo Vidal, Mezut Özil, Samuel Etoó o Didier Drogba tendrían que renunciar a su condición de argentino, brasileño, uruguayo, portugués, francés, sueco, chileno, alemán, camerunés o marfileño, en pos de ingresar a un elenco de la Liga Española, la Premier League, el Calcio o la Bundesliga. [3]
Desde ese prisma, la pelota, como lo es el tema de la protección de las áreas marinas, el correo postal, la cooperación entre agencias de seguridad, o el establecimiento de vuelos aéreos regulares, y otros muchos, constituye pieza de un rompecabezas estratégico, donde cada parte del todo desempeña un papel específico, en modo alguno despreciable, en aras del objetivo medular trazado: la convivencia respetuosa entre vecinos, a sabiendas de las diferencias políticas, ideológicas, de enfoques y comportamientos en múltiples ámbitos.
Es un ajedrez que se despliega no sobre 64 casillas sino en un tablero donde intervienen cientos de actores y variables. Afortunadamente para los cubanos (tierra del inmenso José Raúl Capablanca) tanto en las postrimerías del siglo XIX, como a lo largo del XX y la actual centuria contamos con las dos figuras, inobjetablemente, que han conocido con mayor profundidad las esencias de la sociedad norteamericana y el imperialismo yanqui: el apóstol José Martí y el Comandante en Jefe Fidel Castro.
Queda, innegablemente, un largo camino por recorrer Es útil por ello recordar una frase expresada el 8 de abril de 1977 por el compañero Raúl Castro Ruz. La misma tuvo lugar en una reunión privada con los senadores George McGovern y James Abourezk.
“Nuestras relaciones son como un puente en tiempo de guerra. No voy a hablar de quién lo destruyó; creo que ustedes lo destruyeron. Ahora la guerra ha terminado y estamos reconstruyendo el puente, ladrillo tras ladrillo, a lo largo de 167 kilómetros desde Key West hasta la playa de Varadero. No es un puente que se pueda reconstruir fácilmente, tan rápido como fue destruido. Llevará mucho tiempo. Pero si cada uno reconstruye su parte del puente, podremos darnos la mano sin que haya vencedores ni vencidos”.[4]
(Tomado de Jit)
⃰El autor es Profesor Auxiliar del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU) de la Universidad de La Habana.
[1] El compañero Fidel señaló hace algunos años: “Pero no solo en la pelota tiene lugar la agresión imperialista. (…) Comprando nuestros atletas, nos arrebataron cinco medallas de oro seguras en el boxeo olímpico. Es un toque a degüello contra Cuba robándonos cerebros, músculos y huesos”. Fidel Castro Ruz: “El equipo asediado”, 31 de julio de 2008, en: Fidel Castro Ruz: Reflexiones, Ob. Cit., p. 373.
[2] Además de los peloteros, y los voleibolistas, hay un grupo de atletas de varias disciplinas contratados en diferentes ligas, si bien todavía el número está por debajo de la calidad de los deportistas cubanos. Entre las modalidades que ya han incursionado en estos menesteres están también, por ejemplo, la lucha, el fútbol, el baloncesto, el balonmano, el boxeo y el ajedrez.
[3] Es necesario ratificar, una vez más, que, luego del triunfo de la Revolución, la dirección cubana abrió la posibilidad real de cooperar en diversas esferas con el gobierno norteamericano. Vale la pena reproducir un fragmento de las declaraciones hechas por Fidel, el 22 de abril de 1959, durante su recorrido por Estados Unidos. “Se ha dicho que usted –le preguntaron al Comandante en Jefe- afirmó que primero pichearía por los Cuban Sugar Kings antes de permitir que el equipo sea trasladado para Jersey City. Díganos, ¿cuál es su “average” en carreras limpias?” “Bueno, respondió Fidel, los cubanos no quieren que los Cuban Sugar Kings se vayan de Cuba. Nosotros queremos que se queden en Cuba y lo que es más, queremos hacer un equipo de Grandes Ligas. (…) Sobre lo de cuál es mi `average´, les diré. Nunca fuimos un Babe Ruth cubano, pero muchas veces hemos colgados los nueve ceros en la pizarra… (risas y aplausos)”. Resumen de un viaje, Editorial Lex, 1960, pp. 112-113, citado por Félix Julio Alfonso López: “Historia y revolución en los diamantes”, ver en: Con las bases llenas (Félix Julio Alfonso López, compilador), Editorial Científico-Técnica, La Habana, 2008, p XV.
[4] Citado por Peter Kornbulh y William M. Leogrande, en su libro Diplomacia encubierta con Cuba. Historia de las negociaciones secretas entre Washington y La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2016, p.1.