Levitación, muestra personal del reconocido artista de la plástica Moisés Finalé, se mantendrá abierta al público hasta el 23 de enero del 2017 en la galería Orígenes, perteneciente al Fondo Cubano de Bienes Culturales (FCBC), con sede en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso.
Inaugurada el pasado 18 de noviembre, la exposición se caracteriza, según Marlene E. Sánchez Márquez, relacionista pública y periodista del FCBC, por colosales telas, acrílicos, lentejuelas, metales, y los colores rojo, amarillo, blanco y negro. Esta es la amalgama de tonos y soplos que nos propone Finalé, que parece estar suspendido en el aire al tiempo que va haciendo, quizás, un resumen de su propia obra.
“Mientras escucho el ruido de la máquina de coser y el hilo que se enreda una y otra vez, reconozco que algo más que un cuadro se teje en su estudio del Vedado habanero. Legiones de máscaras africanas danzantes cubren todo el espacio como si quisieran salir buscando un norte lanzando a gritos el misterio oficiado en la cabeza del artista, su verdadero taller”, subraya Rafael Acosta de Arriba en las palabras al catálogo.
“Si levitar es válido –agrega el prestigioso crítico de arte y ensayista– en estos tiempos donde hay que tener obligatoriamente los pies en la tierra, Finalé lo ha hecho otra vez con maestría y talento, quizás sus deidades lo obligan a ello, a levitar, a inhalar una y otra vez el humo para esparcir su arte por el mundo como si fueran retoños del olmo seco de Antonio Machado”.
Moisés Finalé nació en Cárdenas, Matanzas en 1957. Se graduó en el Instituto Superior de Arte de La Habana (ISA) en 1984. Su lenguaje nace de una consciente y crítica asimilación de la Bad Painting y las expresiones populares, especialmente aquellas que se vinculan a la práctica de cultos sincréticos. Con elementos tales –incluidos factores arcaicos que provienen de culturas milenarias como la egipcia– alcanza una expresión de característica agresiva.
Estuvo varios años radicado en París, donde trabajó y expuso su obra, en tanto viajaba con frecuencia a Cuba participando del importante movimiento plástico de su país, al cual definitivamente se incorporó tras su regreso a La Habana, donde vive actualmente.
Al respecto, la reconocida crítica y ensayista Yolanda Wood ha dicho que “Moisés Finalé vive cruzando el Atlántico. En ese ir y venir entre Cuba y Francia, la obra del artista ha definido su propia territorialidad, que en algún texto anterior llamé “una geografía para los espíritus”, porque existen en ella esos seres que pululan y andan por todas partes, personajes que él ha hecho habitar en la isla que va y viene con él, en sus valijas, en sus huacales, en su memoria afectiva e intelectual”.
Finalé, uno de los más significativos artífices del boom de los 80 del arte cubano, exhibe esta vez algunas obras de grandes formatos concebidas para la ocasión, además de otras ya expuestas en las muestras tituladas Turista cubano (2010) y Los silencios no existen (2015).