Por Rodny Alcolea Olivares y Ramón Barreras Ferrán
Luego de desandar la carretera que une a Baracoa con Maisí, apreciando daños de todo tipo a ambos lados y también en el lomerío, y vencer —sí, vencer, porque no existe otro calificativo más exacto— la muy peligrosa loma de La Boruga, con sus curvas laberínticas y superestrechas, llegamos a La Máquina, localidad cabecera del municipio más oriental del país.
Después de Matthew, allí cada quien tiene alguna historia que contar. De alguna manera todos sufrieron al paso endemoniado de un huracán que se empeñó en azotar, destruir, dañar, arrancar…
Muchos testimonios de lo sucedido el 4 de octubre y hasta la madrugada del día siguiente y también de las proezas posteriores que se suceden continuamente como parte de la fase de recuperación, se agregarán, por razones obvias, a la memoria histórica local, iniciada con aquel pasaje que refleja la estirpe luchadora de quienes viven en ese pedazo de tierra cubana: el enfrentamiento de las tribus taínas, las más fuertes y beligerantes de todo el archipiélago, a Diego Velázquez y sus hombres en 1510 cuando comenzó la conquista por ese punto de nuestra geografía, y los aborígenes prefirieron morir antes de ser sometidos por los españoles.
Escuchamos a los maisienses, quienes están ávidos de contar. Iroel Matos Marzo, productor de café, resume lo sucedido en pocas líneas: “Dicen que el huracán tuvo fuerza cuatro, pero para mí tuvo mucho más, porque el viento se lo llevaba todo, no dejaba nada. Se mantuvo más de 10 horas arriba de nosotros. Aunque la gente no me quiere creer, yo sentí que la tierra temblaba”.
Y hoy, quizás por el estrés y el shock que persiste, no se percatan aún de que igualmente el ajetreo de la recuperación merece que se comiencen a escribir páginas para la historia. Cuando vuelva la normalidad y estos duros días queden solo en la remembranza, podrán recordar el esfuerzo realizado para restablecer el funcionamiento de los centros laborales, sobre todo aquellos destinados a brindar servicios básicos a la población, o para llevar de nuevo la electricidad a los hogares e instalaciones estatales, con la ayuda de trabajadores de otros territorios lejanos, quienes desafiaron —y aún desafían— la humedad o el fuerte sol y solo han pensando en “echar pa’lante”, sin la sombra de una queja por las condiciones para el corto descanso.
Relatarán seguramente la labor de los choferes de las pipas para llevar el agua de las familias, tras el colapso de las conductoras, y narrarán desde luego, las muchas afectaciones en las viviendas (de las 9 mil 577 existentes en ese municipio, 8 mil 968 fueron dañadas total o parcialmente, un 93 %), pero también hablarán de la voluntad de crear en el menor tiempo posible facilidades temporales para guarecerse del sol y de la lluvia o reponer cuanto antes los techos que los vientos se llevaron despiadadamente.
Quizás alguien escriba mañana lo que significó para Maisí el restablecimiento de la comunicación terrestre por las vías de La Boruga y Cajobabo, gracias a la reparación en los puentes de Caleta, Caletita y Boca de Jauco, y del mantenimiento de los servicios de salud con grupos electrógenos, hasta la restitución paulatina de la electricidad.
Y dirán que en La Punta, cerca del faro que lanza cada cinco segundos sus destellos luminosos a 17,7 millas de distancia, el huracán se llevó casi todo, pero propició también adoptar una importante decisión: construir una base de campismo, la que constituirá una importante fuente de empleo para los lugareños, entre otros aspectos positivos.
Podrán describir, como lo contó para estas líneas Juan Alberto Guasch, director municipal de Educación, lo que significó reiniciar el curso escolar después de las afectaciones que tuvieron 80 de los 83 centros escolares existentes en el municipio, y de ellos 16 con derrumbes totales.
¿Cómo lo han logrado? Por la materialización de una estrategia que consideró, primeramente, reactivar algunos de ellos con los recursos que quedaron y en las mismas instalaciones, establecer el funcionamiento de 34 escuelas en 81 casas de familias y ejecutar una labor urgente de recuperación en los restantes.
Los anales del sector registrarán el reordenamiento de la red escolar, con la unión de varios planteles pequeños y el establecimiento en aquellos con condiciones para desarrollar el proceso docente-educativo de una doble sesión: matutina para la enseñanza primaria y vespertina para la secundaria básica.
Cada uno de los 761 trabajadores de la educación en Maisí y los más de 4 mil 600 estudiantes también tienen sus historias personales que contar.
Tarea gigantesca
Al tomar en cuenta además, los otros cuatro municipios afectados por Matthew, o sea San Antonio del Sur, Imías, Baracoa y Yateras, las proezas en ese sector se multiplican.
Enrique Collado Negrín, subdirector económico de Educación en la provincia de Guantánamo, quien ha permanecido en Maisí desde el paso del huracán, explicó que en total quedaron dañadas más de 290 escuelas. “Pero de inmediato se emprendió la recuperación, con el propósito de reactivar el curso lo antes posible. Lo primero fue valorar las condiciones en que quedó cada centro y a partir de los recursos disponibles, adoptar decisiones. Supimos que sería necesario utilizar instalaciones alternativas y así se ha hecho”, precisó.
“Resulta muy alentador el aporte voluntario dado por maestros, vecinos y familiares de los alumnos al ofrecer sus casas, como lo es la actitud de los 2 mil 300 docentes, cuadros y funcionarios que tuvieron afectaciones totales o parciales en sus viviendas y han hecho hasta lo imposible para incorporarse a sus labores.
“Desde el día 14 comenzamos a desarrollar actividades docentes en los centros menos dañados y paulatinamente se han incorporado o se incorporarán los restantes. La tarea es gigantesca.
“Hemos recibido apoyo de diferentes provincias, sobre todo con la base material de estudio, artículos de aseo, mesas de diferentes tamaños, literas, pizarras…, y el Gobierno asignó tejas de fibrocemento y zinc para techar 70 escuelas”, agregó.
Maisí, como también sucede en los restantes territorios, se teje de historias, unas tristes y otras alentadoras, pero todas dignas de ser contadas.
Toda Cuba sigue la noticia de lo que sucede en Baracoa,el pueblo pinero también, porque recuerda lo que se vivió con el Gustav,los trabajadores de la UEB Isla de la Juventud del Grupo Hotelero Gran Caribe nos solidarizamos con los Baracoences, que sigan adelante, solo así pueden avanzar.Esperamos que los trabajadores del Campismo de Baracoa reciban el pequeño pero sentido aporte de nuestros trabajadores enviado el pasado 18 de Octubre.