La tarea de lograr el consenso necesario para dotar al Líbano de un jefe de Estado, permanece en una gran incertidumbre después de más de 40 infructuosos intentos del Parlamento y 20 estériles diálogos nacionales entre las diversas fuerzas del espectro político de la nación árabe.
El país de los cedros permanece sin presidente desde el año 2014 en que Michael Suleiman, de confesión cristiana, terminó su mandato constitucional, si haberse elegido el sucesor.
Por la ley libanesa, el alto cargo debe ser ocupado siempre por un cristiano maronita, el de primer ministro por un sunita y el de presidente del Parlamento por un chiita, con el fin de que ninguna minoría del país pueda quedar discriminada por el Gobierno.
El poder ejecutivo recae sobre el presidente, que en ejercicio de sus facultades nombra para tal función el premier y al resto de los miembros del Gabinete, al cual corresponde ejercer dicha función, reservándose el jefe de Estado amplias competencias.
La última convocatoria del presidente del hemiciclo, Nabib Berri, a los 128 diputados para una sesión legislativa, dedicada a la elección para del jefe del Estado, reportada por PL, tampoco logró su objetivo, prolongado las incertidumbres y expectativas de la solución a la prevaleciente anomalía.
A este vació del cargo constitucional y a la inestabilidad política, contribuyen en gran medida las rivalidades entre los dos principales grupos parlamentarios: el 8 de Marzo conducido por el chiita Movimiento de Resistencia Islámica Hizbulah (El Partido de Dios), liderado por Hasan Nasralá, considerado un estrecho aliado de Irán, y el 14 de Marzo, encabezado por el bloque Mustaqbal (Futuro), del exprimer ministro sunnita Saad Hariri y cercano a Arabia Saudita, en total discrepancias, respectivamente, en cuanto a los candidatos que cada uno apoya.
Hizbulah ha nominado como su candidato al exgeneral Michel Aoun, líder de la agrupación Cambio y Reforma, mientras que Mustaqbal, respalda a Suleiman Franjieh, al frente del Movimiento Morada, aliado de Hizbulah, candidatura a la que se oponen las organizaciones cristianas y también el Partido de Dios.
Hasta el momento, todas las gestiones realizadas para aunar voluntades entre los líderes de los distintos partidos y dotar al Líbano de un presidente, que representa un poder moderador y de solidaridad nacional, han resultado nulas.
Según algunos analistas, dada la gran influencia que el reino saudita y la república islámica tienen en El Líbano, será difícil la elección del jefe del Estado, a menos que ambas potencias lleguen a una suerte de reacercamiento para rebajar tensiones regionales, algo impensable en el escenario actual.
A los factores de inestabilidad debidos a los conflictos internos, se unen los de carácter externos, provocados por las tensiones e implicaciones de la participación de las milicias de Hizbulah en la guerra en la vecina Siria, la crisis del más de un millón de refugiados sirios, las reiteradas provocaciones y amenazas de Israel y los cruentos actos de terrorismo, reivindicados por el autoproclamado Estado Islámico (EI), como los realizados en la zona de Buró al Bararjneh, en Beirut, bastión chiita y de Hizbulah, con un alto saldo de muertos y heridos.
El conflicto sirio ha incidido negativamente en la economía y a privado también al Líbano de los ingresos del turismo, estimados en el año 2010 en el 27 % del producto interno bruto (PIB), pero que en la actualidad apenas representan el 10 % que incide en el crecimiento de la abultada deuda externa, que alcanza los 24 mil 400 millones de euros.
En tan enrarecido contexto perviven también los remanentes de la guerra desatada en julio del 2006, entre el ejército de Israel y Hezbollah, que causó un gran número de bajas civiles e importantes daños en la infraestructura del país, a la que puso fin, el 14 de agosto, el alto al fuego, auspiciado por el Consejo de Seguridad de la Naciones Unidas.
En estas adversas circunstancias y con la falta de un presidente, la república mediterránea está lejos de volver a ser considerada como lo fuera antaño, la Suiza del Oriente Medio.