Afganistán e Irak, otra promesa incumplida

Afganistán e Irak, otra promesa incumplida

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Afganistan Hispan TVEl próximo mes de enero, Barak Obama finalizará su gestión presidencial sin haber cumplido la gran promesa que sobre las guerras en Afganistán e Irak y la retirada de las tropas estadounidenses de esos escenarios en ultramar, sustentaron, durante la campaña electoral, su anunciada estrategia en política exterior.

Ambas asignaturas pendientes no le han permitido al mandatario norteamericano hacer honor al Premio Nobel de la Paz,  que le fue concedido en el año 2009, a pesar del cual pasará a la historia como un presidente que ha mantenido al país en guerra más tiempo que Franklin D. Roosevelt, Lyndon B. Johnson,  Richard M. Nixon e incluso Abraham Lincoln.

Al término de su período de Gobierno, esas dos naciones continúan envueltas en  cruentos conflictos armados, con participación de tropas extranjeras y de los grupos terroristas del autodenominado Estado Islámico, Al Qaeda y Al Nusra.

Sus poblaciones están sometidas a un caos de atentados, de permanente inseguridad e inestabilidad, faltos de un gobierno central y padeciendo una gran pobreza y las demás secuelas de la invasión de Estados Unidos.

Afganistán ocupa un lugar preferente en el fracaso de Obama en no haber cumplido con lo prometido, por su vinculación más directa con esta guerra y la eliminación física del líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden, por varios años agente al servicio de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

El presidente norteamericano ha informado que Estados Unidos mantendrá  8 mil 400 soldados en Afganistán en el año 2017, en lugar de reducir su presencia militar a 5 mil 500, como había previsto. En la actualidad el número de los desplegados en el país centroasiático es de 9 mil 800 combatientes.

Para sustentar esta determinación el inquilino de la Casa Blanca indicó que obedece a un interés de seguridad nacional, a lo precario de la seguridad afgana, la debilidad de sus fuerzas y la amenaza real que representan los talibanes, lo que obligó, dijo, a una revisión de la estrategia militar y a mantener un despliegue de efectivos a un mayor nivel del actual.

Lo que no mencionó fue que en diciembre del 2014 anunció al mundo el fin de los combates en Afganistán.

No es obvio recordar también que en octubre del pasado año, Obama se retractó de su promesa original al detener la retirada completa de sus tropas, aduciendo la situación prevaleciente en aquel país, nada favorable a los objetivos de Estados Unidos.

Lo cierto es que desde la invasión yanqui lanzada hace 15 años por el entonces presidente George W. Bush, y a pesar de los 2 mil 200 muertos y  los miles de heridos norteamericanos, más  los billones de dólares invertidos, Washington no ha podido presentar éxito alguno es esta fracasada  guerra que, en criterio de comentaristas políticos, solo ha sido ganada por el opio, debido a la desmesurada e incontrolable producción y tráfico del estupefaciente.

En Irak, 13 años después de su ocupación por las  tropas estadounidenses, el panorama no es menos desolador.

La situación  militar, política, económica y social es caótica, la inseguridad, los bárbaros atentados terroristas, los combates entre fuerzas del Gobierno y los grupos extremistas del Estado Islámico, Al Qaeda y Al Nusra, que ocupan importantes localidades del país árabe, como Mosul, las rivalidades confesionales, el conflicto kurdo, los altos índices de pobreza, desempleo, insalubridad, carencias alimenticias y sanitarias, no vislumbran ningún cambio en el futuro cercano.

Como colofón a este convulso panorama, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Ashton Carter, acaba de anunciar en Bagdad que en colaboración con el Gobierno iraquí el Pentágono enviara 560 de soldados adicionales a Irak para ayudar a las fuerzas gubernamentales a combatir al grupo yihadista Estado Islámico (EI) y recuperar la ciudad de Mosul, lo que elevará a 4 mil 600 los militares estadounidenses desplegados en Irak, presuntamente como asesores.

Corresponderá al sucesor o sucesora del actual presidente la abrasadora tarea de decir la continuidad o no de la participación militar norteamericana en estas dos guerras, que han resultado un total fracaso de Estados Unidos y de las promesas hechas un día por Obama.

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