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África, ese prodigioso continente considerado cuna de la humanidad, privilegiado con fabulosas riquezas naturales y recursos humanos; una historia prodiga en heroica lucha contra la esclavitud, el colonialismo, el neocolonialismo, y de ingentes esfuerzos por un desarrollo sostenido y estable, celebra jubilosa cada 25 de mayo su Día nacional.
Este día, escogido en reconocimiento a la fundación en 1963 de la Organización de la Unidad Africana (OUA) reemplazada hoy por la Unidad Africana (UA) es favorable al recuento de los avances y retos, de la vasta región, que en la eclosión de los vigorosos movimientos de liberación nacional, surgidos con la derrota del fascismo, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y en la década de los 60, insertaron a África en la comunidad internacional de Estados miembros de la Organización de Naciones Unidas.
Superar la herencia de siglos de esclavitud, opresión, explotación, discriminación, subdesarrollo, pobreza, incultura, tribalismo y la dependencia política y económica del dominio colonial extranjero, fue la primer y más ardua tarea de los Gobiernos que asumieron entonces la conducción de los países del norte y el sur de África, no exentos de los peligros imperialistas que acechaban a sus jóvenes repúblicas.
A pesar de adversas y sostenidas coyunturas internacionales, conflictos armados, rivalidades confesionales, golpes de Estado, disputas fronterizas, espiral de violencia, crisis de desplazados o devastadoras pandemias y desastres naturales, África, el tercer continente más extenso del mundo, con una superficie de 30 millones 272 922 km2 y una población de mil millones de habitantes, emerge como una poderosa fuerza de modernización y desarrollo y una de las regiones de mayor crecimiento económico.
Pero este ascenso se ha visto afectado también por los avatares de la crisis económica mundial. La caída de los precios del petróleo, gas, minerales, y otras materias primas, que contribuyeron a la descelarisación de su economía con relación al año 2014 en el cual alcanzó un crecimiento del 4,6 %, limitado el pasado año a un 3,4 por ciento.
Esos resultados, incidieron en la limitación de mayores índices en la ya alcanzada reducción de los niveles de pobreza y otras metas previstas en los Objetivos del Desarrollo para el Milenio (ODM), establecidos por la ONU para el período 2015. No obstante los jefes de Estado africanos no han renunciado a lograr esos y mayores objetivos, como los acordados por 193 líderes mundiales en la Asamblea General de la ONU, celebrada en septiembre pasado, que establecen erradicar la pobreza extrema, combatir las desigualdades, la injusticia social, y el compromiso de contribuir a solucionar la problemática de los dañinos efectos del cambio climático.
Aún con la pervivencia de serios problemas políticos, económicos y sociales, el saldo de lo alcanzado en conjunto por los Estados africanos durante poco más de medio siglo de vida republicana, es altamente positivo.
La renovadora Unión África, integrada por 53 países, que sustituyó en el 2002 a la OUA, imprimió nuevos bríos y amplió los objetivos primarios de su predecesora, reafirmó los principios de la colaboración y de no injerencia de los asuntos internos de los Estados, y devino valiosa mediadora de paz para la solución de los conflictos armados.
Por otra parte, la denominada Nueva Estrategia para el Desarrollo de África (NEPAD), fundada en el año 200,1 abrió cauces a más amplias relaciones económicas y comerciales interregionales y representa la visión adoptada por los dirigentes africanos, dirigida a resolver los grandes desafíos que se plantean al continente africano: la erradicación de la pobreza, el perfeccionamiento de los recursos humanos, con especial atención a la salud, la educación, la ciencia y la tecnología y avanzar en el camino del crecimiento y el desarrollo sostenible, lograr plena cooperación e integración, la inserción en la economía mundial y la preservación de la paz, la seguridad regionales y el medio ambiente.
Con estos y otros objetivos, África recibe con optimismo todos los días.
